Sevilla, ¡luchemos!
Published on
Translation by:
Belén Burgos HernándezDicen los estudiosos que la historia, a salvo de sus lógicos vaivenes, conserva a través de los siglos un vector lineal hacia el avance de la humanidad y el perfeccionamiento de su civilización.
Así, y según esta teoría, las crisis coyunturales, las guerras, las revoluciones y las regresiones puntuales no son más que catarsis que contribuyen al progreso de la sociedad y aumentan el nivel de igualitarismo y desarrollo. La ciencia, la tecnología, los servicios sanitarios, el perfeccionamiento de las estructuras del gobierno y la alimentación experimentarían un crecimiento constante a lo largo de los siglos en favor de este vector lineal de la historia.
No obstante, es posible que estemos adentrándonos en una nueva fase histórica: existen indicios más que suficientes para determinar que la historia no es ya un vector que marcha hacia delante sino dos vectores opuestos, uno que apunta hacia el progreso y otro hacia una evidente regresión.
Les imágenes de este reportaje hablan por sí mismas.
Las montañass de basura acumuladas en la Alameda de Hércules constituyen más, mucho más, que el reportaje fotográfico sobre un conflicto laboral entre el ayuntamiento y su empresa de limpieza.
Bajo el peso de los desperdicios se encuentra sepultada una sociedad, no entedida como mero colectivo de individuos sino descrita como el conjunto solidario y armónico de todos sus miembros.
Por el contrario, sobre la montaña de bolsas de basura señorea triunfalmente la globalización, el capitalismo puro y duro y la muerte del estado del bienestar y de los servicios públicos.
Olvídense de quien tuvo razón esta vez. Traten de permanecer ajenos a la prensa diaria, a los incidentes concretos de la huelga e incluso dejen de lado por un momento sus particulares filias y fobias.
Si la falta de solidaridad continúa campando a sus anchas, si la crisis económica y de valores que sufre nuestra sociedad sigue profundizando, no está lejos el día en el que no habrá ninguna solución al conflicto.
Nadie nos atenderá cuando enfermemos. Nadie educará a nuestros hijos. Nadie recogerá nuestra basura. Nadie, a no ser que de forma individual dispongamos de la suficiente capacidad económica para sufragarlo de nuestro bolsillo.
Pero de la misma manera, provistos de nuestros smartphones, de nuestras tabletas, de nuestras cámaras fotográficas digitales, estaremos instantáneamente conectados con los demás sufrientes compañeros de humanidad.
En tiempo real podremos retuitear, compartir en Facebook o enviar a nuestra lista de correo electrónico toda la información que se produzca.
Nuestras calles, donde deambularán los mendigos y nuestros hijos no escolarizados, estarán llenas de desperdicios y de aguas estancadas, estableciendo un perfecto caldo de cultivo para multiplicar epidemias que creíamos extinguidas.
Por tanto, no sería descabellado el siguiente tuit: “@leondesanmarcos ha retuiteado esto: otros cien infectados en la Alameda. RT? #pestebubónica”
O bien “A Vale Wale, Elena Urbina y otras cinco personas más les gusta tu estado: la montaña de basura de la calle Rioja llega al cuarto piso. Hay ratas tan grandes como pitbulls. Compartidlo en vuestros muros”.
No tendríamos servicios sociales, pero no careceríamos de medios para intercambiar información, datos, quejas, fotos, chistes, análisis blogueros y noticias de prensa. Un intercambio interminable de información seguido de una pasividad indestructible. Pasaríamos de ser ciudadanos a ser testigos y portavoces de nuestra propia falta de ciudadanía. De nuestra decadencia.
Y mientras tanto, los dos vectores de la historia continuarían avanzando contrapuestos hasta romper el poco tejido social que quedase, quebrando todos los avances sociales y humanitarios conseguidos a lo largo de tres milenios, pero perfeccionando la tecnología hasta límites insospechados para convertirnos en una suerte de salvajes con tableta. Nunca hemos estado tan bien informados. De la misma manera, nunca hemos sido tan pasivos.
Me pregunto qué habría pasado si los parisinos de julio de 1789 hubieran tenido a su alcance los mismos medios de intercambio de información de que disponemos hoy. Me pregunto si habrían asaltado La Bastilla o se habrían conformado con reproducir hasta la saciedad un tuit no muy diferente del siguiente:
“Luis XVI ha clausurado los Estados Generales. Golpe de estado del rey absolutista. El pueblo continúa sin soberanía ni democracia #LuisXIV #veranoenparis RT ???”
Si queremos que la historia siga avanzando en un solo vector, y que este vuelva a ser el del progreso de la solidaridad y de la democracia, debemos dejar de ser meros espectadores y portavoces y convertirnos en actores de la vida pública.
#apaguemosnuestrosmoviles y #limpiemoslabasura
Nadie lo hará por nosotros.
Joaquín Saravia
Fotos: Valentina Ricci
Translated from seville, on lutte