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Ser transexual en España, la lucha contra la discriminación

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Sociedad

Mientras que gays, lesbianas y bisexuales, rechazados durante años, han ido logrando poco a poco hacerse un hueco en la sociedad, los transexuales corren peor suerte y siguen siendo los grandes desconocidos. ¿Cómo es ser transexual en España?

La sociedad española ha avanzado mucho en los últimos 50 años. Franco, mediante la modificación en 1954 de la Ley de vagos y maleantes, se encargó de que muchos homosexuales y transexuales fueran encarcelados durante años y recibieran maltratos de todo tipo. Según parece, el dictador consideraba que la erradicación de este “vicio” se lograría a base de palizas y de hambre.

Ha llovido mucho desde entonces. En materia legal, los transexuales pueden cambiar de nombre desde el año 2007 tras la aprobación de la Ley reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas. Cuando un transexual decide vivir de acuerdo con el sexo al que siente que pertenece, puede cambiarse el nombre sin necesidad de pasar por el quirófano. Para poder realizar la modificación en el registro debe cumplir unos requisitos: que un médico le haya diagnosticado disforia de género y llevar por lo menos dos años viviendo de acuerdo a su nuevo sexo.

Operaciones de cambio de sexo

La transexualidad sigue figurando en los manuales de la Organización Mundial de la Salud como un trastorno mental, algo contra lo que organizaciones transexuales de todo el mundo se manifestaron públicamente el 16 de octubre de 2009. Esta consideración implica que los transexuales deban someterse a una evaluación psiquiátrica para acceder a un tratamiento hormonal y/o quirúrgico, pero también que la Seguridad Social cubra los costes de esta operación, al menos en algunas comunidades autónomas españolas.

Según el doctor García-Camba, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de la Princesa de Madrid, es primordial que en el proceso de cambio intervenga un equipo formado por psiquiatras, psicólogos y cirujanos para evaluar si se trata de un caso real de transexualidad y no de cualquier otro problema de tipo psicótico o de confusión de roles, así como para apoyar al paciente psicológicamente. Pero en ningún caso para realizarle un tratamiento psiquiátrico de reconversión al no transexualismo. “El psiquiatra debe hacer ver al paciente que está de su lado, tiene que evaluarle y hacer un diagnóstico, pero es para ayudarle”, asegura.

Existe un movimiento trans que lucha por la descatalogación de la transexualidad como trastorno mental, aunque en muchas ocasiones se legitima ya que facilita el acceso a la sanidad pública. Para Sonia Fernández, responsable del área Trans de COGAM (Colectivo de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales de Madrid), lograr el cambio es importante, ya que según explica “en la sanidad pública no sólo se tratan enfermedades, sino que también se atienden los embarazos, que no son ningún trastorno”. No obstante, considera que hay asuntos de mayor urgencia, como la implantación de coberturas médicas a nivel nacional.

Este 2010 es el año de los derechos de los transexuales a nivel nacional y la FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) está realizando multitud de campañas en las que todo gira en torno a este colectivo. El lema del Orgullo Gay 2010 será ‘Año para Transformar’, con el objetivo de hacer oír la voz de los transexuales. La sociedad los sigue identificando a menudo con el mundo de la prostitución y el espectáculo, prejuicios que las asociaciones pretenden eliminar.

Rechazo de la sociedad

Foto: ©Dominic's pics /Flickr“Las personas transexuales nacemos en sociedades equivocadas, no en cuerpos equivocados”, con estas palabras Lizethe Alvarez Echeverri, transexual colombiana afincada en Madrid, demuestra hasta qué punto sufren debido al rechazo de la sociedad. La mayor parte, cuando decide dar el paso y cambiar el rol asignado al nacer, se encuentra con la incomprensión de familiares y amigos. Algunos se ven obligados a cambiar de ciudad o incluso de país, con la dificultad añadida de que la mayoría sólo dispone de estudios básicos, ya que muchos abandonan los superiores o no llegan a cursarlos debido a la discriminación.

Sin embargo, Sonia Fernández explica que ella está mucho más integrada en la sociedad desde que comenzó a vivir como mujer. “Yo no he tenido que cambiar de ciudad ni de barrio, ni siquiera de trabajo. Ahora soy mucho más sociable”, afirma. “Antes de comenzar el cambio me había convertido en una persona huraña, no salía de casa, iba a trabajar y no hablaba con nadie”. Sonia considera que existe ‘transfobia’, pero que muchas veces es por falta de conocimiento y no por maldad. “En ocasiones no he podido recoger paquetes de correos porque me decían que la persona de la foto era un hombre y no entendían que fuera yo. Creo que hay dos formas de tomarse estas situaciones en la vida: a la defensiva o de forma optimista, yo opto por la segunda”.

Sonia se dio cuenta de que era diferente a los demás niños con cinco años, aunque en ese momento no supiera exactamente qué le ocurría. Sus padres la llevaron a multitud de psicólogos durante su adolescencia, hasta que uno de ellos les dijo: “Su hijo no es homosexual, lo que le ocurre es que es una niña”, y así fue como descubrió lo que le pasaba, aunque no fue hasta años después cuando se decidió a dar el cambio.

Según un estudio publicado en 2004 por la Fundación para la Identidad del Género (FIG), en España hay 31.938 transexuales, aunque únicamente 2.826 están diagnosticados como tales. Esto supone que sólo el 10% vive de acuerdo a su condición, mientras que el resto lo oculta por miedo al rechazo, a la discriminación laboral, o simplemente porque no se ven capaces de aceptarlo. Queda mucho camino por hacer para que las personas transexuales lleven una vida normal. El primer paso ya lo están dando ellos, los que viven fieles a lo que sienten y desafían todos los cánones que la sociedad les impone cada día. El segundo paso tiene que darlo esa sociedad, comprendiendo, aceptando y abriéndose a conocer una realidad tan cercana, pero que al mismo tiempo sigue siendo tan desconocida.