¿Se puede ser periodista y no tener presencia en redes sociales?
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Ivo Alho CabralFiltraciones de datos, robos de identidad, anuncios personalizados que nos siguen continuamente de página en página, tiempo diario dedicado a las redes...Todo esto muestra el poco control que tenemos sobre la información personal que ponemos en Internet. Así que me propuse buscar jóvenes que, hartos, han decidido reducir de manera drástica su presencia online. Os presento a Tom y Malika, dos periodistas 'desenchufados'.
Atravieso Berlín en un vagón de metro medio vacío cuando de repente siento que el móvil me vibra en el bolsillo. Lo desbloqueo y veo un mensaje en Facebook de Malika, una periodista de 24 años de Bishkek (Kirguistán), a la que todavía no conozco. Responde a una publicación en mi muro diciendo que quiere que la entreviste para la historia sobre la que estoy trabajando. Resulta que encontrar a alguien que ha decidido borrarse de Internet no es tan fácil como parece. Así que puedes imaginarte mi alivio cuando veo la respuesta de Malika, más aún teniendo en cuenta que yo fui una de sus últimas interacciones en Facebook. Está pensando en borrar su cuenta en esta red social también, la última que le queda.
Malika no es la primera y seguro que tampoco la última en hacerlo. El mundo entero se llevó un golpe de realidad cuando se destapó el escándalo de Cambridge Analytica, cuyos datos de más de 50 milliones de cuentas de Facebook habían sido filtrados. En ese momento surgió el movimiento #BorraFacebook ('#DeleteFacebook' en inglés). La campaña, que se lanzó paradójicamente a través de Internet en marzo de este año, parece que ha ido yendo a menos. Aun así, cada vez más personas en todo el mundo comienzan a prestar una mayor atención a la protección de sus datos personales en la red. Así que decidí que era el momento de descubrir cómo de difícil (o de fácil) es borrarse a uno mismo de Internet. Especialmente si tenemos en cuenta que Facebook es dueño de cuatro de las aplicaciones más descargadas de la tienda de la App Store para iPhone en 2017. Y esto es solo la punta del iceberg.
Twitter, anuncios personalizados y traición
Periodista de profesión, Malika comenzó a preocuparse por su presencia online hace más o menos un año. Cuando se empezó a interesar por el tema de la vigilancia de Internet y el uso de sus datos personales, la joven kirguisa decidió borrar su cuenta en Twitter. Como periodista, usaba el pseudónimo @darklordwannabe para seguir las noticias diarias y contactar con diferentes organizaciones y posibles fuentes para su trabajo. Lo que la llevó a tomar esta decisión un tanto radical fue un cambio repentino en el algoritmo del 'timeline' de Twitter. "De la noche a la mañana, los contenidos que sigo se convirtieron en una selección aleatoria de los 'retuits' más populares, mezclados con una gran cantidad de anuncios. En resumen, nada que pudiera interesarme", recuerda.
Empeñada en descubrir qué estaba pasando exactamente con el cambio de algoritmo, Malika se sumergió en los ajustes de su cuenta y solicitó un informe detallado de sus datos en Twitter, así como una lista de los anunciantes que la tenían en su lista de público objetivo. Estudió detenidamente la información que recibió para entender dónde se situaba ella en cuanto a las audiencias hechas a medida.
Twitter permite a los anunciantes lanzar campañas personalizadas para crear "campañas de remarketing de gran relevancia". Así, la plataforma permite a los anunciantes dirigirse a audiencias personalizadas: una lista de usuarios específicos que hayan visitado sus páginas web recientemente o grupos que hayan realizado una acción concreta en una aplicación del anunciante. Lo que encontró la dejó asombrada: "Resulta que más de la mitad del contenido que Twitter me proponía era absolutamente irrelevante. Esto me asustó y pensé: 'Vale, consigues beneficios con mis datos personales y sigues mi comportamiento en Internet para venderme todas estas cosas, pero todavía no tienes ni idea de lo que en realidad necesito'". Ese mismo día, borró su cuenta.
Uh, ¿me acabas de eliminar de tu lista de amigos?
Después vino Instagram. Como con Twitter, Malika decidió que estaría mejor sin anuncios molestos y contenido irrelevante. Ocurrió hace unos tres meses y medio. Para entonces, ya se había convertido en una experta en borrar su huella online y había leído decenas de artículos sobre el asunto. Paso a paso, Malika me explica cómo de complicado fue borrar su cuenta en Instagram: "Primero, borras todo el contenido que has subido. Luego, sustituyes el email enlazado a tu cuenta por una dirección que nunca volverás a usar. Así evitas correos electrónicos generales o notificaciones [de redes sociales]. Lo mismo con tu número de teléfono. Una vez que has hecho todo esto, puedes borrar la cuenta en sí".
La desaparición repentina de Malika en Twitter e Instagram no pasó desapercibida. Algunos de sus amigos pensaron que les había bloqueado en estas plataformas y comenzaron a preguntarse por qué. "Tuve que explicar que simplemente había borrado mi cuenta, no bloqueado o dejado de seguir a nadie", se ríe Malika. "Algunos aprobaron mi decisión, otros pensaron que era extraño o innecesario. Pero en general, la reacción de la gente fue más bien positiva". Sus padres fueron quienes más apoyaron su decisión de desaparecer de Internet. Siempre "han estado a favor de un estilo de vida saludable y me han animado a pasar menos tiempo en las redes sociales".
Cuando le pregunto si su vida profesional se ha visto afectada por esta decisión, se para a pensar un momento. "No lo creo", dice, negando con la cabeza. Es difícil que borrar su presencia online no afecte la carrera de una periodista pero Malika ha sobrevivido para contarlo y voy a tener que confiar en su palabra. Ahora que está en el último año de su máster, Malika quiere enfocar su carrera hacia otros campos. "Espero de verdad poder trabajar más en recopilación y análisis de datos. No tendré que contactar con nadie y seré capaz de reducir aún más el uso de varias plataformas [online]", explica. Al final, la joven periodista está contenta con su decisión y se ha hecho "más consciente" sobre la manera en que pasa su tiempo y cómo interacciona con la gente.
Bye-bye, Zuckie!
Aquí llega la pregunta del millón de euros: ¿Qué pasa con Facebook? Es la única red social que Malika sigue usando, a pesar de su determinación por borrar su presencia en Internet. Si tenemos en cuenta los últimos escándalos de Cambridge Analytica y el hecho de que la plataforma haya sido acusada de vigilancia masiva a través de sus aplicaciones, hubiera esperado que la joven kirguisa hubiera comenzado ya a decir adiós a Zuckie. Cuando le pregunto sobre si estos escándalos la han llevado a pensarse si borrar su cuenta en algún momento, responde despreocupada: "No lo creo. No me sorprendió cuando lo supe. La cuestión de los datos personales está cada vez más democratizada y es fácil saber cómo las empresas consiguen beneficios con ellos".
Aunque Mark Zuckerberg, creador de Facebook, declaró que la campaña #BorraFacebok no tuvo mucho impacto en la compañía, la gran cobertura que le han dado los medios parece estar haciendo algo de daño, al menos en Estados Unidos. Según una encuesta de Creative Strategies, el 9% de los estadounidenses ha borrado sus cuentas preocupados por la privacidad.
A medida que continuamos nuestra conversación en Skype, que Malika tuvo que reinstalar para hablar conmigo, varias notificaciones de Gmail me distraen. Me disculpo y las ignoro, aunque sé que mi bandeja de entrada está siendo bombardeada. El nuevo Reglamento General de Protección de Datos acaba de entrar en vigor en la Unión Europea. Todas las organizaciones, medios, compañías y cualquier estructura que opere en el Área Económica Europea están obligados a cumplir con la normativa y también tienen que controlar la exportación de sus datos fuera de la UE. Los emails que me explican cómo mis datos están siendo usados por una organización en concreto, o que me piden que acepte unos términos específicos son solo un grano de arena en el desierto. Aun así, según una web no oficial que recoge muchos de los aspectos de la normativa (en inglés), el RGPD es "el cambio más importante en la regulación sobre privacidad de datos en veinte años"·. Cuatro años fueron necesarios para preparar y debatir la norma, que fue aprobada el 14 de abril de 2016 y entró en vigor el 25 de mayo de este año.
Al ver mi reacción, Malika me ofrece una alternativa a Gmail. Resulta que ella sustituyó hace tiempo su servicio de correo electrónico común por un sistema más seguro con cifrado de extremo a extremo llamado ProtonMail. Para ella, las búsquedas web tienen que tratarse con el mismo cuidado. En lugar de usar Google, utiliza DuckDuckGo, un motor de búsqueda conocido por proteger la privacidad de sus usuarios y evitar resultados personalizados. Malika también decidió pasarse al "lado oscuro" de la comunicación anónima y usa Tor, un software que oculta la actividad de sus usuarios redirigiendo el tráfico a través de diferentes servidores. Éstos se llaman "red de capas" voluntarias y consisten en más de siete mil nodos que ocultan la ubicación y la actividad de sus usuarios. Como en las cebollas, tienes que pelar miles de capas para llegar a la fuente.
Desconectarse para mejorarse a sí mismo
Mientras que la lucha de Malika por reducir su presencia en Internet fue un proceso paulatino, Tom – un periodista estadounidense de 26 años – lo hizo de manera más radical. Ha borrado oficialmente su huella digital de todas las plataformas que ha usado en algún momento. Esto incluye Twitter, Instagram, Facebook y LinkedIn. Conocí a Tom a la antigua usanza, a través de un amigo mío que respondió a mi publicación en Facebook y que me proporcionó su correo electrónico. Tras intercambiarnos varios mensajes, le propongo una entrevista por Skype. Tom dice que prefiere comunicarse por email.
En 2016, Tom comenzó poco a poco a borrar sus perfiles en las redes sociales. Como periodista, las utilizaba a diario. Al igual que Malika, contactaba fuentes potenciales o personas para sus entrevistas a través de Twitter, Facebook o LinkedIn. Pero a diferencia de su colega de profesión kirguisa, la razón era simple: Tom quería ser una persona más productiva y saludable. "Sentía que estaba pasando demasiado tiempo en estas plataformas en lugar de invertirlo en desarrollarme como persona. Creía que estaría mejor leyendo, haciendo deporte, teniendo conversaciones reales con otros humanos o mejorando mis habilidades en la cocina".
Cuando leo los argumentos de Tom a favor de una vida libre de redes sociales, pienso en Tristan Harris, antiguo responsable para el diseño ético en Google y el cerebro detrás del movimiento Time Well Spent. Harris comparó una vez nuestros teléfonos con "máquinas tragaperras", que consultamos constantemente para comprobar si hemos ganado un premio, ya sean 'me gustas', más seguidores o cualquier otro tipo de recompensa, y así animándonos a permanecer conectados el mayor tiempo posible. Puede parecer simple, pero a largo plazo, una adicción de este tipo puede tener serios efectos sobre nuestra salud mental, relaciones sociales y nuestro bienestar en general.
Aunque Tom se tomó alrededor de un año para borrar completamente su presencia en Internet, él dice que sintió una reacción por parte de su familia y amigos mucho más fuerte que en la experiencia de Malika. Estaban consternados "pero entendieron mi decisión cuando se la expliqué", recuerda. "Algunos se preguntaban por qué no querría utilizar las redes sociales", añade.
Querer es poder
Mantener una red profesional sin presencia en Internet es el mayor desafío al que se enfrenta Tom. Lo mismo le ocurre si busca trabajo: "A los empleadores les encanta que los candidatos tengan webs personales, cuentas activas en las redes sociales y una [fuerte] presencia en Internet que muestre sus habilidades, explique sus objetivos profesionales y facilite el contacto". Aun así, Tom explica que las cuestiones relacionadas con el trabajo fueron las únicas que le hicieron dudar sobre si debía borrar su cuenta en Facebook. También usaba esta red social, como muchas personas, para mantener el contacto con amigos que están lejos. Pero querer es poder. Tom solucionó el problema pidiendo a sus amigos que siguieran en contacto con él a través de correo electrónico, y de momento ha funcionado perfectamente.
Cuando hablamos sobre Facebook y LinkedIn, Tom destaca la naturaleza consumista de ambas plataformas, cuyas características y diseño hacen que sea casi imposible reducir el tiempo que uno pasa en ellas. Es más, borrar tu cuenta no es siempre una opción sencilla. A menudo esta opción está sepultada en las profundidades de la aplicación, justo entre las condiciones de uso y la ayuda al usuario. "Estas plataformas están especialmente diseñadas por hábiles ingenieros que capturan la atención de las personas y la mantienen a todo coste. Esto se conoce como las 'recompensas variables', cuando notificaciones aleatorias persuaden a la persona a continuar consultando su cuenta con la esperanza de que haya nueva actividad", explica Tom. Como parte del hook model (modelo de gancho), las recompensas variables son parte de una cadena que convierte a los usuarios en adictos.
Muchas plataformas sociales usan este modelo para fomentar una rutina diaria en sus usuarios que les arrastre al ciclo de detonante, acción, recompensa variable y uso continuado.
Le pregunto a Tom si tiene teléfono móvil. Me dice que sí y me manda una captura de pantalla de su iPhone. Tiene tres iconos en la pantalla principal: contactos, llamadas y mensajes. "Uso el teléfono para llamar y mandar mensajes", dice. "A veces saco fotos. Eso es todo. También uso la opción de poner el iPhone en escala de grises para reducir su naturaleza adictiva". Movida por la curiosidad, voy a los ajustes de mi iPhone y pongo el teléfono en este mismo modo. Lo que suele ser un atractivo mundo de colores, notificaciones y conectividad se convierte en algo aburrido. Es como ver Avatar en blanco y negro. Y no hablemos de Instagram.
Hace poco quedé con una amiga que decía haber encontrado el amor de su vida en Internet. Esto me llevó a pensar: ¿Y qué pasa con las apps par ligar? Le pregunto a Tom si borrar su presencia en internet ha tenido algún impacto en esta parte de su vida. "Conozco a mucha gente de mi edad que usa las redes sociales para ligar. Sé que me estoy restringiendo un poco al no participar en esto", admite. "Pero quiero una historia más original para mis relaciones románticas. Usar Internet para encontrar amor me parece desesperado, artificial y aburrido. Quiero algo que tenga mucho más de casualidad". Tom concluye añadiendo que socializar con amigos (beber o jugar a las cartas) sigue siendo uno de sus pasatiempos favoritos.
Termino de leer los correos de Tom. Habla sobre los libros que ha leído y comparte su última experiencia cocinando shakshuka y me envía la receta en adjunto. La abro y encuentro fotos llenas de color y animadas descripciones del plato. Esto me hace pensar en el bizcocho de plátano que siempre he querido hacer, pero que nunca he tenido tiempo. Igual tenía demasiado trabajo. Igual paso demasiado tiempo en Internet.
Este artículo ha sido publicado en colaboración con Mes Datas et Moi, una plataforma que trabaja para reivindicar el derecho a controlar nuestras identidades en Internet. ¿Te apetece echarle un ojo y practicar un poco de francés?
Foto de portada: (cc) Matthew Henry/Unsplash
Translated from Online presence management: The story of two journalists off the grid