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Saint-Étienne du Rouvray y las respuestas sencillas

Published on

Sevilla

No hay respuestas sencillas para los temas complejos.  Este artículo no pretende explicar nada sino que invitar a una reflexión algo más pausada que la que nos impone el ritmo frenético de la actualidad sobre los últimos atentados en Francia.

Muchos descubrieron Saint-Étienne du Rouvray hace apenas una semana. Puede que la mayoría de los que lean estas líneas jamás hayan estado ni estén en aquella iglesia sobria y discreta de un rincón de lo más anodino de la hermosa Normandía. Sin embargo, para mí, ese pequeño lugar,  que a partir de ahora está marcado con el estigma del espanto, es uno de los lugares más especiales de la Tierra. Ahí, a escasos 200 metros de esa iglesia, aterricé la primera vez que viví en Francia. Ese fue mi hogar. El lugar desde el que leí por primera vez en su idioma original a Flaubert, Corneille o Molière. Un lugar mágico porque mi padre estuvo en él antes que yo. Allí, tuve la suerte de conocer a mis segundos padres: Juan y Angelita; y allí, a esa casa de la Rue de Paris, no paré de llamar desesperadamente en la mañana del 26 de julio.

Unas horas después de que Adel Kermiche y Abel Malik Petitjean entraran en la Iglesia y degollaran al padre Jacques Hamel, estuve hablando con una amiga. Ella acaba de ser madre y ha crecido junto a aquella iglesia que para la mayoría es solo un escenario más del horror (tantas dosis nos están haciendo inmunes). Muy indignada con Hollande me dijo que le gustaría ir al Ayuntamiento y decirle que “no nos protege en absoluto”. “Pero si Hollande dejase de atacarlos quizás harían menos masacres”, añadió antes de concluir con una frase que a mí me pareció terrorífica “todo el mundo debería hacer la guerra, no sólo Francia”.

Los franceses frente a los atentados

Mi amiga no es la única que piensa así. Según el Ifop (Instituto francés de opinión pública), el 65% de los franceses creen que la amenaza terrorista es muy fuerte y el 55% cree que Francia está en guerra. El sondeo fue realizado al día siguiente del ataque de Saint-Étienne du Rouvray, doce días después de la masacre de Niza. El 58% de los encuestados contestó que su mayor preocupación era el terrorismo y el 74% se muestra favorable a que todas las personas con una ficha “S” (la S es una de las categorías del fichero de la policía que incluye todas las cuestiones de seguridad nacional) sean arrestados y encarcelados “porque el Estado no debe correr ningún riesgo en este momento”.

Pese a todo, el 63% de los encuestados cree que sólo los islamistas radicales representan una amenaza y no todos los musulmanes, frente al 33% que consideran al Islam como una amenaza. En cuanto a cuál debe ser la actitud de los musulmanes en Francia, el 21% considera que los musulmanes ya condenan suficientemente el terrorismo y el islamismo radical, el 58% cree que deben condenar aún más el terrorismo y otro 21% afirma que no tienen que expresar su opinión sobre este tema porque el Daesh no tiene nada que ver con ellos.

Reacción política

Al día siguiente del asesinato del padre Hamel, Nicolas Sarkozy, expresidente francés, daba una entrevista en Le Monde pidiendo un endurecimiento de las medidas antiterroristas. “Este nuevo drama muestra hasta qué punto debemos cambiar las dimensiones de nuestra respuesta al terrorismo islamista. No puedo aceptar la aplicación de esquemas intelectuales del pasado a la realidad de hoy en día”, afirmó. La respuesta del gobierno llegó en forma de entrevista también. Manuel Valls, Primer Ministro francés, le decía a Sarkozy: “mi gobierno no será el de un Guantanamo a la francesa”.

Aumento del racismo

Mucho ha llovido desde que Tahar Ben Jelloum escribiera aquella pequeña joya literaria Le racisme expliqué à ma fille con la que trataba de resolver todas las dudas de la pequeña Mérième durante el movimiento de oposición a la Loi Debré (1998) que era especialmente discriminatoria con los extranjeros y las familias de origen extranjero instaladas en Francia. Pero esta cuestión está más de actualidad que nunca: un joven negro de 24 años murió mientras estaba en una comisaría de Beaumont-sur-Oise; el aceso al empleo, incluido el empleo público, sigue siendo muy difícil para la gente que vive en los barrios desfavorecidos; se han producido ataques contra los árabes de Niza tanto musulmanes como no musulmanes después del atentado y asistimos impasibles a la banalización de los discursos racistas y de odio en internet; entre otras muchas cosas.

Y, sin embargo, son franceses

El arabista Emilio González Ferrín en una entrevista concedida la semana pasada a El Correo de Andalucía ponía el acento en una cuestión clave: “después de la propaganda inicial, se comprueba que la mayor parte de los terroristas son ciudadanos nacidos en los países donde asesinan. Uno de los grandes problemas que tenemos a la hora de analizar el terrorismo es llamarle internacional para echar el balón fuera. El terrorismo internacional suele ser una suma de terrorismos nacionales. Vamos hacia una Europa de discursos nacionalistas, y de populismos referendistas que se comen el sentido real de la democracia”.

Y añadía esta interpretación de lo ocurrido en Niza, que también sirve para lo ocurrido en Normandía: “Propongo estudiar ese acto terrorista en el mismo capítulo que el del noruego Breivik, que mató a 77 compatriotas en Oslo; o la matanza perpetrada en una discoteca de Orlando por un gay frustrado, o el copiloto alemán deprimido que estrelló el avión en los Alpes y murió matando a todos los pasajeros y tripulación. El componente ‘yihadista’ de lo sucedido en Niza (con la caricatura del llamado ‘radicalismo exprés’) está al servicio de las profecías autocumplidas que tanto nos gustan: sigamos hablando obsesivamente de Daesh en Europa y todo aquel que quiera matar grabará un video de sumisión. Pensar que esas operaciones vienen desde fuera de Europa es un enorme error interpretativo. Daesh, en Europa, no es más que una central de reivindicaciones. No prepara operaciones terroristas sino que recoge réditos de toda locura con éxito. Daesh en Siria e Iraq ya es otra cosa: es una mafia petrolífera.”

Reconozco que me quedé sin palabras cuando mi amiga me ofreció como solución a los atentados el hacer todos juntos la guerra. No hay respuestas sencillas para problemas tan complejos, pensé, y menos cuando hay intereses geopolíticos de por medio.

La mañana del 26 de julio la angustia me tocó muy cerca. Mientras veía en la televisión las imágenes del que un día fue mi hogar y nadie me cogía el teléfono pensaba también en respuestas sencillas; pero, al final de la mañana, escuché al fin un “allô”. Quién sabe, quizás por eso me salvé de las respuestas sencillas.