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Sabor agridulce en los suburbios romanos

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Aunque no estén aisladas como las “6T” francesas o mancomunadas como los “suburbs” británicos, las “periferie” de Roma también están al rojo vivo: drogas y abandono escolar a la cabeza.

Para llegar hasta “Tor Bella Monaca” (Torre de la Bella Monja) en los suburbios orientales de Roma, hay que tomar un pequeño tren de cercanías desde la estación central de Termini. A lo largo de los 40 minutos de viaje, la coquetería del centro de Roma deja paso poco a poco al funcionalismo del hormigón.

El tren pasa a través de las “borgate” fascistas (muy parecidas a las barriadas franquistas de los años cuarenta y cincuenta), construidas en los años treinta para acoger a las nuevas clases obreras venidas del sur, atravesando, después, el Alessandrino, antiguo barrio en ruinas donde hoy en día sólo se divisan antenas parabólicas, florecidos balcones y pequeños comercios. Para encontrar un apartamento en alquiler de 35 m2, habría que contar con 700 euros al mes.

A sólo una decena de kilómetros, el decorado cambia: en Tor Bella Monaca los edificios de 10 plantas aparecen pegados unos a los otros. En medio de este austero paisaje urbano se emplaza el teatro TBM, donde se pudo ver hace poco al actor Leonardo Di Caprio o el director Peter Brook. Este lugar, dirigido por Michele Placido, realizador de Romanzo Criminale (2005), abrió sus puertas hace un año con una clara vocación política: crear un lugar de prestigio incrustado en un barrio gangrenado con el objeto de implicar a sus ciudadanos en labores artísticas.

Los habitantes están entusiasmados y orgullosos de ver cómo “los romanos del centro de la ciudad se desplazan hasta aquí para ir al TBM”, según nos explica Claudia, joven habitante del barrio. “Pueden observar que no estamos en un gueto soportando sólo dificultades. Eso sí, la mayoría se ve obligada a venir en sus propios vehículos, a causa de la deficiencia de nuestro transporte público”.

Del gueto a la autopromoción social

El barrio ha crecido en los años ochenta como un lecho de setas para acoger a los habitantes de las últimas barriadas de Roma. En cuarenta años, su población ha pasado de los 2.000 a los 210.000 habitantes. Las viviendas construidas no contaron con los servicios públicos necesarios. En seguida, el barrio se encerró en sí mismo, convirtiéndose en un gran caldo de cultivo para el tráfico de drogas.

No ha sido hasta hace muy poco que el Ayuntamiento de Roma tomó conciencia del problema de estas ciudades gueto. En 1997, la aprobación de la ley Bersani para el desarrollo económico de los suburbios permitió transferir 56 millones de euros a esta pedanía. La comunidad utilizó estos fondos para lanzar el programa Autopromozione Sociale, que desde entonces ha logrado la creación de 760 empresas y alrededor de 3.800 empleos en la barriada. La iniciativa, incluso, acaba de ser reconocida en Bruselas, donde le ha sido concedida este mes de diciembre pasado el “Premio al espíritu emprendedor responsable”.

Otro problema con el que se han encontrado sus habitantes se ajusta en la centralización política. El ayuntamiento de Roma, dividido en 19 distritos se extiende sobre 150.000 hectáreas pero las políticas de desarrollo se gestionan sólo desde el centro. Gianpero Alunni, antiguo concejal municipal desearía “una gestión más local de la política. La Junta Municipal no tiene ningún poder de acción; no hace más que correr detrás de los problemas”.

Periferia central

Para el sociólogo Franco Ferrarotti, especializado en suburbios romanos, “se ha producido un avance innegable en términos de crecimiento del empleo y mejora de la vivienda, pero los esfuerzos no han sido suficientes para que los habitantes de las periferias puedan sentirse ciudadanos de pleno derecho”. Teniendo en cuenta que el 86% de los romanos vive a las afueras, “el ayuntamiento de Roma todavía no ha logrado entender el papel que juegan las barriadas en el buen funcionamiento de la ciudad”, prosigue.

Allá donde los servicios públicos pecan por su ausencia, la Iglesia juega un papel social fundamental. En Tor Bella Monaca, la parroquia Santa María Madre del Redentore ha instalado un puesto permanente de ayuda. Los vecinos pueden consultar psicólogos, abogados o incluso voluntarios que les ayuden en temas de planificación familiar. “El problema más grande que existe en el barrio es la falta de referencias familiares que desanima a los más jóvenes a seguir con sus estudios”, subraya el padre Don Ricardo.

A pesar de todo, hermosas iniciativas siguen apareciendo. El año pasado, dentro del servicio médico ambulante, 1.500 niños pudieron ver la luz del día gracias a la asistencia de los médicos voluntarios. “Tor Bella Monaca tiene sus dificultades, pero es un barrio muy bello”, subraya el sacerdote. Una opinión compartida por Vivian, nigeriana llegada a Italia hace tres años para financiar los estudios de sus cuatro hijos en Abuja. “En Tor Bella Monaca, nos ayudamos los unos a los otros. A veces no logro ganar lo suficiente para pagar el alquiler y enviar dinero a mis hijos. Entonces, pido un aplazamiento del pago a mi arrendadora. Incluso mis vecinos me llegan a ayudar para poder enviar dinero a Nigeria.” Reconoce que “todo el mundo no tiene tanta suerte como ella”, pero es que en Tor a Bella Monaca, la gente tiene corazón.

Translated from La vie douce amère des banlieues romaines