Romas Lileikis: “El dinero no lo es todo”
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Georgina Mombo RaseroRomas Lileikis, un presidente diferente a los demás que dirige con brío su propia república, la de Uzupis, el pequeño ‘Montmartre lituano’ de Vilna que proclamó independiente en 1997
La historia me fascinó desde el principio. No hay nada más extraño que una república autoproclamada independiente y rebelde, en pleno centro de Vilna (Lituania), una de las dos capitales europeas de la cultura de 2009.
Apenas saliendo de mi avión, me siento en la terraza del café Uzupio donde nació el Estado, sobre un río y a escasos metros del puente que marca la entrada en el barrio. Frente a mí, su atípico presidente. Barba de tres días, chaqueta de cuero y mirada penetrante… Aquí, Romas Lileikis es muy conocido. Este nativo de Vilna se encuentra en el origen de la República de Uzupis, que creó una tarde de 1997, cansado de la “destrucción y decrepitud” de este lugar. ¿El elemento fundador? Esta fachada en la plaza central que lleva la inscripción soviética ‘calle de la muerte’. Un símbolo que le ha marcado y ha sido determinante: “Para sobrevivir a la muerte hace falta ser creativo”, me explica. El lugar es innovador y anticonformista. Uzupis, que significa ‘más allá del río’, se opone, según mi interlocutor, a dos cosas: “Toda agresión, ya sea física o mental” y a la “falta de apertura de mente”.
Un héroe a lo Kusturica
Lileikis: "Esta república no está hecha para los turistas pero los acoge igualmente"
Rápidamente he pensado que él podría ser el héroe de una película de Emir Kuturica, que tiene el don de crear a personajes ricos en colores, guasones y con un toque provocador. La historia de este Estado recuerda a los escenarios extravagantes del realizador serbio… Uzupis reúne todos los atributos de una república. En primer lugar encontramos una bandera, compuesta por cuatro colores para señalar los cambios de estación. En segundo lugar, un calendario donde las diferentes citas anuales están inscritas, y entre las cuales encontramos la fiesta de Uzupis el 1 de abril. Por último, un himno: “Una manera de recordar dónde nos encontramos y quiénes somos”, prosigue Romas Lileikis.
No obstante, nuestro entrevistado se ve como un antihéroe. No aprecia la súbita celebridad de su barrio ni las demandas de entrevista, ni siquiera las comparaciones con la comuna libre de Christiania en Copenhague, distrito autogestionado, hippie y rebelde. Pequeño matiz: “Esta república no está hecha para los turistas pero los acoge igualmente”. Uzupis se está volviendo cada vez más popular. En tres días, he podido ver numerosos grupos de turistas atravesar el puente y sus galerías de arte. No obstante, muchos jóvenes creen que el barrio está perdiendo su encanto, su espíritu original: “Aunque el 1 de abril es una fiesta agradable”, confía Sasha, una estudiante bielorrusa que encuentro en un parque de Vilna.
Utopía y Constitución
El visitante va de sorpresa en sorpresa, y descubre que la república tiene sus propios ciudadanos de honor, entre los que se encuentra el Dalai-Lama. Un hecho del que Romas Liliekis se siente plenamente orgulloso. Entre estos ciudadanos de honor también están el centenar de embajadores de Uzupis desplegados por el mundo. En este barrio, la población es diversa. Encontramos altos directivos, “hombres muy ricos”, pero igualmente muchos artistas. “La república es algo paradójica”, me explica antes de decirme que vivir aquí exige un compromiso muy fuerte por parte del ciudadano.
Mi vaso está vacío y la entrevista llega a su fin. Romas acepta enseñarme un trozo de su república. Primero me lleva frente a una imponente estatua de un ángel situada en la avenida principal: “Un medio de hacer comprender que las cosas se basan en las ideas más que en el dinero”. En 1997, tenían plantado un pino y un huevo, símbolo del crecimiento. Con orgullo, Romas me explica que no tenía ni 25 céntimos en su bolsillo cuando empezaron y que le han hecho falta seis años para erigir la escultura.
Constitución de Uzupis: “El hombre tiene derecho a vaguear y no hacer nada en absoluto”
Por último me muestra la famosa constitución de Uzupis. Un texto traducido a varias lenguas con artículos un tanto descabellados: “El hombre tiene derecho a ser feliz”, “el hombre tiene derecho a cometer errores”, o “el hombre tiene derecho a vaguear y no hacer nada en absoluto”. Una verdad grabada en piedra. Un medio de hacer de la utopía algo inmortal. “Aún queda espacio en el muro”, precisa antes de despedirse rápidamente con una amplia sonrisa.
Translated from Romas Lileikis: «Tout ne repose pas que sur l’argent»