Romances de 6 minutos: Speed-dating en París
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Gumersindo Sanchez GomezEn la capital de la moda y de lo romántico, hay un modo chic de relajarse después de un duro día de trabajo. Speed-dating, afterwork o afterschool: París reinventa el romanticismo
Jueves, 21 horas, centro de París, Les Salons du Louvre, un bar de moda en un espacio industrial a pocos metros del museo del mismo nombre, se encuentra abarrotado de parisinos de la jet-set de veintimuchos y treintaytantos. Parecen estar disfrutado, charlando, sirviéndose del bufé y aprovechando la barra libre de champán disponible de siete a nueve. En media hora, estarán bailando como si fuese medianoche. A la una, la fiesta se habrá acabado.
Esa es la idea del afterwork: vas directo de la oficina, te corres un rato de juerga, y vuelves a casa temprano para estar descansado a la mañana siguiente después de un sueño reparador y a rendir otro día en la oficina.
Fabien, trajeado consejero financiero de 28 años, espera que vuelva su amigo después de rellenar su copa de champán. Es casi imposible llegar a la barra del bar o al bufé, porque todo el mundo quiere tomar tanto champán y comida como sea posible antes de las nueve.
En una gran ciudad como París, no resulta fácil entablar relaciones genuinamente humanas. En el metro, la gente apenas sonríe. En las calles, siempre van con prisas para llegar al trabajo. "Los afterworks son buenos para el networking (conocer gente). El horario está bien, y tu dinero cunde. Comes, bebes y bailas por 15 €, mientras que normalmente pagarías 10 € sólo por una copa una noche normal”, explica.
"Los afterworks son buenos para el networking"
Casi son las 11. Chloe y Olivier tienen que hacer cola más de 20 minutos para recoger los abrigos. Ella trabaja en el campo de la mercadotecnia, él, en el de las finanzas. Rondan los 30 y se han venido de Bretaña para una escapada de fin de semana en París. Aunque tienen que esperar, tampoco se agobian. ¿No encuentran este tipo de fiesta un poco esnob? “No, tiene clase, pero no es esnob. Ésta es gente que viene del trabajo, probablemente del sector financiero. Los afterworks son un buen modo de relajarse sin llegar a casa demasiado tarde”.
Si no se tomasen un respiro, los estudiantes franceses serían muy aburridos
A las once, una soirée similar está teniendo lugar en el Bateau Concorde, pero para un público más joven. Aquí, la fiesta acaba de comenzar. Es la primera vez que los propietarios del bar organizan un afterschool. El concepto es el mismo: un bufé, una consumición incluida en la entrada y una fiesta que acaba pronto para que los estudiantes puedan llegar a clase al día siguiente sin resaca.
"La música es variada, mola. Por diez euros, nos tomamos una copa y el bufé. No está mal para París"
Héloise celebra su cumpleaños, acaba de cumplir los dieciocho, así que ha recibido una botella de champán cortesía de la casa para brindar con sus amigos. “La música es variada, mola. Por diez euros, nos tomamos una copa y el bufé. No está mal para París”, dice la estudiante de arte.
“Es algo muy parisino”, explica Guillaume, de 22 años, que vino a París desde Normandía a estudiar comercio. Está en el Bateau para buscar locales para fiestas de estudiantes. Le gusta el local, está bien equipado con la terraza que da al río y volverá.
Idilios de seis minutos
Viernes, 21 horas. El bar de abajo de Le Bizen está lleno de un público un tanto nervioso, la mayoría entre 20 y 30 años. Algunos más mayores. Un número desproporcionado ha venido solo, pero es normal. El motivo que les trae aquí es una sesión de speed-dating: treinta minutos y cinco encuentros más tarde, los participantes de la sesión de esta noche estarán con un poco de suerte un paso más cerca de encontrar al amor de su vida.
“Es un modo de echarle una mano al destino”, explica Martin de treinta años. Es su segunda ocasión en una sesión de speed-dating. “Tienes que saber lo que buscas en tu pareja”, añade. En su caso, es una mujer “con carácter”. Nuestra conversación se ve interrumpida porque el moderador nos invita a comenzar nuestra sesión de speed-dating.
Cambiamos de lugar por petición de los organizadores y nos instalamos al fondo del bar, en un sofá en forma de C. Todo el mundo recibe un número de identificación para cada pareja. Al día siguiente introduciremos los números en el portal de softdating.com. Si dos personas muestran un interés mutuo, se les proporcionará los datos de contacto del otro.
Las reglas son simples: no intercambiar números de teléfono ni preguntar si quieren volver a verte
Las reglas son simples: no intercambiar números de teléfono o preguntar a tu pareja si quiere volver a verte. La hora siguiente pasa volando. Las conversaciones arrancan con “¿cuál es tu número y cómo te llamas?” Muchos tíos quieren saber tu edad o de dónde eres. Al principio, decía la verdad y les decía que soy periodista y que volvía a Polonia a los pocos días. Pero después de oír unas pocas muestras de decepción, traté de anticiparme a sus preguntas y averiguar primero algo más de ellos.
Sin pringados a la vista
Antes de dirigirme a Le Bizen, estaba nerviosa porque temía que el lugar estuviese lleno de, bueno (para ser sinceros), pringados. Pero no, estaba lleno de jóvenes atractivos y profesionales liberales. Conocí a un diseñador gráfico y a un bombero entre otros. Gracias a la copa incluida en los diez euros de la entrada, conseguí relajarme.
Después de la sesión, los participantes vuelven al bar para charlar con los que les parecieron interesantes. Pero mis ojos se cruzaron con los de un hombre atractivo y bronceado. Comenzamos a hablar de inmediato. Cédric tiene 25 años y le gusta viajar como a mí. Después de media hora, vamos al bar de al lado; el ambiente de después del speed-dating es incómodo. Paseamos por los Campos Elíseos. Con el saludo del sol, nos dirigimos al café Georges V para tomar un chocolate caliente. No podía ser más romántico.
Pronto nos toca decir adiós. El corazón itinerante de una periodista no se ha de quedar prendado. Pero quién sabe cuándo volveré a París…
Translated from W poszukiwaniu francuskiego pocałunku