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Roma: ¿pero dónde están los taxis?

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Sociedad

Tercera entrega de nuestra serie estival sobre los taxistas. Recorremos la ciudad eterna, en la que encontrar un taxi a veces cuesta más que buscar una aguja en un pajar.

Roma, lunes por la mañana. He llamado a cinco estaciones de radiotaxi. “Espere unos segundos, por favor” y cinta de música hortera durante 15 minutos. Lo de siempre. Al cuerno con la tecnología, mejor bajo a la calle y cazo uno por ahí. Pero nada, ni rastro de taxis. Y eso que vivo a cinco minutos de Termini, la gigantesca estación ferroviaria de la ciudad.

Ahora que recuerdo, es verdad que en otoño de 2006, Roma sufrió durísimas huelgas, manifestaciones e incluso altercados entre taxistas y fuerzas del orden, el Ayuntamiento y periodistas. Por entonces, el ministro de desarrollo económico, Luigi Bersani, propuso liberalizar las licencias de los taxis. Su intención era clara: a más licencias, más taxis. Una decisión contra la que los taxistas se rebelaron enseguida prefiriendo el statu quo.

Veamos, igual lo que debo hacer es buscarme un taxi en un lugar concurrido por turistas, como la Piazza del Risorgimento, a dos pasos del Vaticano. ¡Bingo! En fila india, blancos y relucientes, aguardan decenas de taxis a los clientes. Antonio D, de 32 años, de aire jovial y tostado por el sol, se aviene a conducirme por Roma, “¡peligro para caminantes!”. Dese hace siete años se pone al volante de su coche ocho horas al día. Lo trae de familia, y eso que su padre hizo todo lo que pudo para disuadirle de heredarle en el oficio. Antonio habla con candidez y serenidad mientras la radio del vehículo escupe éxitos musicales italianos.

Testimonios extranjeros

No me lo pienso dos veces y le embisto con un “¿Por qué he tardado tanto en encontrar taxi?”. “Entre las 7.30h y las 10.00h, Roma se colapsa, los taxis se quedan bloqueados en los atascos y es difícil encontrar uno libre”, me cuenta, convencido de su argumentación. Lo que pasa es que yo lo intenté el domingo por la noche, y además en las inmediaciones de Termini, justo cuando llegaban trenes de larga distancia. Y nada.

A Antonio le gusta su trabajo, aunque sea consciente de que “no lo hace por vocación, sino por necesidad”. Se le da bien el inglés y le gusta charlar con los extranjeros que suben a su taxi. “Por lo general, se quedan alucinados con el tráfico de aquí, por la doble fila de aparcamientos en todas las calles, por las peatonales repletas de vehículos de carga y descarga a pleno sol”. Después de tomar nota durante años de sus comentarios, ahora logra imaginar cómo puede Roma compararse a las demás capitales europeas.

“Aquí, los transportes públicos son una quimera, sólo hay dos líneas de metro [una de ellas cierra a las 21.00h], la circulación es peor que la de un colesterólico, los carriles para bus y taxi, numerosos, se parecen más a cañadas reales en temporada alta que a otra cosa”, se lamenta. Este juez barre para casa, pero es cierto que el negocio del taxi en Roma padece la insuficiencia de la red de transportes públicos.

Luego, están los abusos, es decir, los taxistas que obtienen su licencia en alguna otra ciudad italiana pero que se vienen a Roma a trabajar. “Es pura competencia desleal, vienen a robarnos el pan y son cerca de 4.500 cada día”, denuncia. El mantenimiento de su coche es lo más caro en su oficio: “Hay que hacer números todos los días, incluso el día que no salgo a conducir. Cada día gasto 25 euros entre impuestos por mi actividad, el taller, el seguro y los peajes urbanos.

Seguridad y bajo coste

Ahora bien, no todo es de color negro: “Roma es una de las ciudades más seguras de Italia, ser taxista no comporta riesgos ni sorpresas desagradables”. Dicho esto, en los últimos años, ha aumentado ligeramente, lo que da mucho juego a los políticos en periodo electoral.

Aparte de los turistas, ¿quién toma el taxi de Antonio? “Hace poco publicaron un sondeo según el cual hay un 5% de ciudadanos fieles al taxi, que lo cogen todos los días”, nos informa. “El otro 95% lo conforman los que no encuentra autobús a tiempo. Por la noche, los taxis los solicitan sobre todo las mujeres.” No sale muy caro el taxi romano. “Congeladas desde 2001, las tarifas son las terceras más bajas de las capitales europeas. Lisboa y Atenas son las únicas que disponen de un taxi más barato que Roma”, asegura nuestro conductor.

A su entender, da igual dónde se trabaje. “Los taxistas tienen todos los mismos problemas”, dice. En cuanto a la Unión Europea, pasa tres kilos. “La normativa comunitaria no influye en el mundo del taxi, a excepción de su exclusión de la directiva Bolkestein sobre liberalización de servicios”. Ante la posibilidad de mudarse a otra ciudad, Antonio no lo ve claro, “pero si pudiera cambiar de empleo” afina, “me iría a Australia o Nueva Zelanda, países jóvenes y dinámicos. Montaría un restaurante: me gustan los fogones y me encanta comer”.

Translated from Roma in taxi. Buona fortuna