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Relatos de expatriados: trabajar sin papeles en un restaurante neoyorquino

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Concepción Mira

Sociedad

La crisis está presente pero la esperanza es lo último que se pierde. Para los europeos que prueban suerte en Manhattan, la restauración les ofrece grandes ventajas: un trabajo fácil de encontrar y lo que es aún mejor, bien pagado, gracias al sistema de propinas. En fin, para los que les guste vivir en la ilegalidad…

En Nueva York es posible todavía aprender un oficio de camarero en el acto: la restauración es uno de los sectores que más contrata y que no exige normalmente estar en posesión de ningún diploma. De hecho, son muchos los estudiantes que se disputan un puesto de trabajo como camarero para poder pagarse sus estudios. Sin embargo, para los extranjeros, el afán por obtener beneficios requiere tomar algunas precauciones. Como en Estados Unidos es muy difícil obtener un permiso de trabajo (la famosa Greencard), algunos expatriados se lanzan a la aventura sin haber conseguido los papeles. ¿La sanción? Una multa de un importe muy elevado y la prohibición de volver a Estados Unidos durante 10 años.

Mika, un sueco de 27 años, prácticamente recién llegado a suelo americano, lo confirma, fue testigo de cómo expulsaban del país a una amiga después de pasar por un control policial. Le requisaron su agenda como prueba de que trabajaba de forma ilegal. "Cuando se trabaja ilegalmente hay que prestar mucha atención a con quién se habla, lo que se dice, lo que se escribe… Pero vale la pena. Trabajé como camarera en Barcelona por 6 euros la hora, sin embargo, aquí puedo llegar a ganar unos ¡200 dólares por servicio durante el fin de semana!" Afirma Aurora, que parece sentirse muy orgullosa de sus ingresos. En Estados Unidos, la remuneración con propinas es una tradición que está profundamente anclada: en un restaurante neoyorquino, por ejemplo, al 7% de las tasas que se le suman a la cuenta, a los camareros se les da el doble y con más motivo, si el servicio ha sido el adecuado.

Patrocinadores para la Greencard

Lucas estaba preocupado por el funcionamiento del restaurante en el que había empezado a trabajar hace cinco meses. Al principio, tuvo que hacer dos días de training (prácticas) no remunerados, tras los que obtuvo su propio puesto. "Aquí, el jefe opina que el cliente debe dejar el 18% de la cuenta en propinas, que es lo que redistribuimos en un sistema de puntos entre todo el equipo. Además, mis propinas son para mí. Al principio, me parecía muy raro porque estaba acostumbrado al sistema francés en el que a mí me pagaban según las horas que trabajaba [el salario mínimo legal en Francia, es decir, 8,82 euros por hora]. Los norteamericanos suelen dar de propina más de un 20%, los europeos un poco menos porque no están acostumbrados a este tipo de sistema". Lo que puede jugar a favor o en contra en el resultado. "Pero de forma general, mientras más clientes hay, más vendo y más gano. ¡Es muy motivador económicamente!", concluye. ¿Y los papeles? "No me preocupan, hasta el momento nunca he oído hablar de controles".

Para Mika, el joven sueco, sus comienzos fueron difíciles: "¡Estaba en un restaurante donde no había nadie! El jefe me aseguraba que la buena temporada estaba por llegar, al igual que la clientela. Me busqué la vida durante casi un mes, contando a veces con tan solo diez dólares de propinas por doce horas de trabajo. Así que me fui. Encontré un buen restaurante en el que el gerente me ofreció los horarios de los servicios más concurridos, como los de los fines de semana. Gano unos 400 dólares la noche", afirma con una gran sonrisa.

Entonces, ¿estafa o chollo, la remuneración en propinas? Vivir de la buena voluntad de los clientes puede ser arriesgado, pero la mayoría de los camareros parece que ven así recompensados todos sus esfuerzos. 

La otra cara de la moneda, los jóvenes europeos que quieren iniciar su aventura se suelen acabar trabajando en la ilegalidad, sin haber obtenido su documentación. A largo plazo, el sistema americano les permite estar 'patrocinados' por el restaurante y obtener la Greencard, el primer paso hacia la ciudadanía americana. Thomas, un francés residente en Nueva York desde hace ya diez años, la obtuvo después de "dos años y algunos miles de dólares de gastos en abogados". Él, que había renunciado a su carrera de Derecho, gana desde entonces 4.000 dólares al mes trabajando como camarero. Un final feliz, digno de cualquier sueño americano que se precie.

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Translated from Récits d’expatriés: travailler sans papiers dans un resto new-yorkais