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Regreso al favoritismo con Barroso

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El primer movimiento de Barroso en su oficina ha consistido en descafeinar el estricto código de conducta de la Comisión Prodi, resucitando los fantasmas de nepotismo en Bruselas.

Retrospectiva: poco antes del final de la Comisión Santer en 1999, todo está manga por hombro en Bruselas. Tanto abunda el nepotismo entre la cuadrilla de comisarios, que se ve forzada a dimitir en bloque. Romano Prodi asume la tarea de limpiar los establos de Bruselas y lo hace de inmediato. A partir de ahora, todo miembro de la Comisión tendrá que suscribir un código de conducta. La medida apunta hacia los asistentes y colegas de los comisarios europeos, conocidos como “gabinete”. En adelante, Comisario, Director General y Portavoz tendrán que provenir de distintos países.

El código de conducta también estuvo en la agenda de la primera reunión del equipo de Barroso. Pero ha quedado claro que la lección del escándalo Santer ha caído en la jungla del olvido de la burocracia bruselense. Pues sí, el Presidente Barroso tuvo la valentía de hablar a favor de un ‘code de conduite’, y acaba de ser publicado un documento que -según este último– ha sido ‘adaptado’ en base a la versión de Prodi. En otras palabras: lo ha descafeinado. En efecto, el apartado sobre el departamento que determina cuándo un miembro de la Comisión puede aceptar un regalo de un tercero ha desaparecido. La notoria cuestión sobre la composición de cada gabinete ha sido barrida bajo la alfombra. En este punto, los virtuales jefes de las autoridades de Bruselas se han convidado a si mismos a una ‘normativa provisional’ hasta el verano de 2005. El porqué de la necesidad de estas reglas con las que se suspende la regulación válida durante los últimos 5 años es algo que la Comisión no explica.

La confortable moqueta de Bruselas

Los miembros in péctore de la Comisión abrazan con fervor su recién conquistada libertad. ¿Quién no desea aupar a un viejo amigo desde casa a puestos tan lucrativos? De modo que ahora se encuentran muy ocupados apelando a sus compatriotas para agradables trabajitos. Será interesante ver qué pasa cuando las viejas reglas estén de vuelta el próximo verano –lo que significará que Comisarios y Directores Generales provengan de distintos países-. Por entonces igual echan mano del célebre estilo de Konrad Adenauer: “¿qué se me importa a mí lo que prometiera ayer?”

La banda de Barroso no está lo que se dice cumpliendo el código de conducta, con el que los comisarios tendrían que llevar a cabo su mandato con total ‘independencia’; demos ejemplos. Barroso nombró a la danesa Mariann Fischer Boel responsable para agricultura. Sólo un apunte: ella misma es propietaria de una granja y recibe 60 000 euros al año en forma de subsidios europeos. La Comisión ha investigado el caso y lo ha considerado aceptable. Después de todo, es su marido quien regenta el negocio. La cuestión sería saber qué preocupará más a Boel: ¿el dinero de los contribuyentes europeos o los ingresos de su marido?

El caso de Boel ilustra el problema central respecto al código de conducta: sus 23 hojas no contienen mención alguna a sanciones en el caso de que se quebrante la norma. No tendrán, pues, cálida acogida entre los ciudadanos europeos los rumores de favoritismo provenientes de los corredores de Bruselas. Lo que necesita la comisión no sólo son códigos de buena educación, sino establecer en términos claros qué pasará si no se observan. En caso contrario los chanchullos se servirán en bandeja.

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Translated from Mit Barroso zurück zur Günstlingswirtschaft