Participate Translate Blank profile picture
Image for Refugiados en Bruselas: El valor de una solicitud de asilo

Refugiados en Bruselas: El valor de una solicitud de asilo

Published on

Sociedad#OpenEurope

Cada mañana, delante de la Oficina de Extranjería de Bruselas, cerca de la Gare du Nord, una multitud interminable se amontona para obtener una entrevista. Es el primer paso para pedir asilo, pero a menudo los inmigrantes terminan atascados en un limbo administrativo.

Bruselas, Oficina de Extranjería, 5 de la mañana. Todavía está oscuro, llueve y hace frío. Tras cruzar la esquina en Chaussée d'Anvers, en la zona norte de la ciudad, es imposible no preguntarse cómo es posible que ya haya 300 ó 400 personas haciendo cola, durante horas, delante de la única Oficina de Extranjería de toda Bélgica con autorización para conceder entrevistas que certifiquen la condición de solicitante de asilo. Y no abre hasta las 8 de la mañana.

Algunas personas duermen acurrucadas en una esquina, cubiertas con una manta. Voluntarios de Cruz Roja les han llevado un poco de sopa hace algunas horas. Hay quien ha permanecido despierto toda la noche para no perder el sitio. Algunos niños sentados en el suelo todavía tienen fuerzas para sonreir y bromear, y se cuentan algo en quién sabe qué idioma. Hay dos filas separadas: Por un lado todos los hombres, por otro las mujeres, familias y niños, que a su vez comienzan a llegar para coger su sitio en la fila. A cada rato, algunos jóvenes saltan las barreras laterales y van de un punto a otro de la fila con noticias, víveres y mantas.

"A los sirios los hacen pasar inmediatamente"

Según nos acercamos a la multitud que espera, nos sumergimos en un babel de lenguas y dialectos: Árabe, afgano, wolof (la lengua más hablada en Senegal), somalí y francés. Es imposible no sentirse aturdido y fascinado al mismo tiempo. Entre ellos, encontramos a Asadullah, un joven pastún de 23 años que hace cola desde medianoche. Tiene los ojos azules como el hielo, una mirada que te atraviesa y un sentimiento de lástima que tú también acabas experimentando. A pesar de todo, lleva la sonrisa fija en el rostro, una de esas sonrisas serenas que te alegran el día. “¡La mitad de la gente aquí es afgana! A los sirios los hacen pasar inmediatamente y a nosotros nos hacen esperar. Tras haber vuelto al día siguiente, no nos dan ningún documento”, declara Asadullah. “Luego está el problema del idioma: Sólo hay traductores para los sirios, que hablan árabe, y para nosotros nunca hay un intérprete de lengua pastún. He tardado dos meses en llegar desde Afganistán, y no voy a rendirme ahora... Inshallah”.

Es difícil reconocer a alguien que no forme parte de la comunidad afgana en la fila. Son muchísimos, aunque entre ellos encontramos a Lami, de Mauritania. “Pero no soy musulmán, ¿eh?”, se interesa en aclarar rápidaamente. “No me gusta la religión... La religión tiene la culpa de que yo esté aquí. Espero la entrevista, como todos, pero sé que es muy difícil obtener los papeles. Prefieren a los sirios, afganos, iraquíes... Al menos hablo francés, y espero que eso me ayude. Me gusta Bélgica, la gente te ayuda cuando lo necesitas”.

"Por otro lado, ¿podrías decir de dónde vienen?"

Estas personas no están solas. Hay un ir y venir contínuo de organizaciones humanitarias, voluntarios, gente de a pie. Todos aportan su granito de arena, traen alimentos, termos de té caliente, o simplemente asisten con el idioma. Mohammed, un voluntario de Helping Hands Belgium, recorre la fila con una caja a cuestas, distribuyendo panecillos entre la legión de manos tendidas.

"Intentamos venir cada semana, queremos echar una mano. Hay personas que llegan a hacer cola durante 8 horas. Y tenemos suerte, tampoco hay demasiadas personas. Hace un mes, había tres veces más gente y esperaban durante 13 o 14 horas. Muchos dicen que vienen de Siria o de Irak para obtener el derecho de residencia. Es muy habitual. Por otro lado, ¿podrías decir de dónde vienen? ¡No han venido aquí para divertirse y no tienen tiempo que perder!". Un gesto de rabia cubre el rostro de Mohammed, que echa un vistazo fugaz a la puerta de la Oficina a lo lejos. Se recompone rápidamente. “Antes de los ataques de París era mucho más fácil obtener asilo aquí. Ahora controlan hasta el más mínimo detalle y cuentan cada una de las páginas de cada documento. Me temo que cada día será más y más difícil”.

Ya empieza

Ya son las 7, la Policía empieza a poner orden en la fila antes de que las puertas abran. Esto genera algunas tensiones: La cola, en espera durante tantas horas, de repente se anima como si se despertara de un sueño profundo. La gente empuja, lanza algún grito y si alguien intenta pasarse de listo lo apartan de la fila inmediatamente. Los efectos de tan larga espera se empiezan a manifestar: Una joven se encuentra mal y se la llevan en una ambulancia.

Cuando las oficinas abren, empiezan los controles de papeles. Son muy estrictos, y rechazan a aquellos que no traen todos los papeles. Empiezan por la fila reservada a las mujeres, familias y niños. Otros se suman a la fila, y se dan cuenta al instante de que se encuentran en una especie de círculo infernal. Hacia las 9.30, la fila de las familias ya casi ha terminado, y continúan con la de los hombres. Como muchos de ellos no tienen ningún tipo de documento, la Policía les pide a todos que los muestren en alto. Esta rutina continúa durante interminables horas de espera. 

"Nos veremos de nuevo en febrero"

Al final de la jornada, muy pocos habrán logrado regularizar su situación. De hecho, muchos de ellos recibirán como única respuesta un papel con la fecha en la que tendrán que presentarse en las oficinas de nuevo. Eso sí, ese papel no cuenta como un documento de identidad: Ninguna organización estará autorizada a encargarse de estas personas, por lo que están condenados a permanenecer en una especie de limbo administrativo durante almenos 10 o 15 días. La situación habla por sí sola. Es urgente tomar medidas eficaces y, sobre todo, rápidas. El último Consejo Europeo en materia de immigración lo interpreta de manera diferente: Parece que los dirigentes europeos se saludaban diciendo "Nos veremos de nuevo en febrero". Y en el fondo, es lo mismo que respondían a las personas que hacían cola durante horas en la Oficina de Extranjería. Nos veremos de nuevo en febrero.

Translated from Con i rifugiati a Bruxelles: il valore di una richiesta d'asilo