Refugiados e indigentes, en el mismo barco en Budapest
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Carol GomezHasta la fecha, más de 306.000 refugiados han llegado a Hungría y la mayoría ve la capital, Budapest, como un lugar de paso. Hay mucha gente dispuesta a ayudar, pero también hay cierta resistencia política. El argumento que más se escucha es que los refugiados van a aprovecharse de los beneficios sociales de Hungría y que habrá altercados con los indigentes. ¿Es eso cierto?
La estación de trenes Keleti en Budapest ya está vacía, o al menos ya no tiene refugiados. Estos llegaron a la capital húngara desde Serbia y Croacia para esperar mientras encontraban la manera de continuar su viaje hacia Europa occidental. La oficina de la organización no gubernamental Migration Aid está desierta. Las únicas personas visibles a través de la ventana son del personal de limpieza.
El campo improvisado en la estación, que proporcionó alojamiento temporal para miles de refugiados durante los meses de verano, fue abandonado después de que el Primer Ministro Orban endureciera las leyes de inmigración a inicios de Septiembre. “El cruce ilegal entre fronteras” conlleva una sentencia de hasta tres años de prisión y la nueva valla en la frontera con Croacia detiene a la mayoría de la gente que sigue intentando cruzar. Sin embargo, poco después de la crisis de los refugiados, otro grupo empezó a reunirse en Keleti: Varios de los indigentes de la ciudad, que Feantsa estima son aproximadamente 9.000.
De alguna manera, ambos grupos están en el mismo barco, dado que ambos están sujetos a estrictas reglas sociales. Las acciones de Orban en su contra, cada vez se vuelven más estrictas. Por ejemplo, el 11 de marzo del 2013, el gobierno aprobó la cuarta enmienda a la constitución húngara, que hizo que ser indigente fuera ilegal, lo que significa que ser “residente” en ciertos lugares públicos podría conllevar una acusación.
Refugios para todos
El Budapest Methodological Centre of Social Policy and Its Institutions (BMSZKI) se encuentra a tan solo 10 minutos a pie de la estación. A pesar de la vieja fachada del edificio, parece más bien un hospital: Estéril, con las grandes paredes aún sin decorar. Realmente no se puede decir que sea muy acogedor. Además, muy pocas personas parecen estar dispuestas a hablar con extraños. Sin embargo, el refugio para indigentes ofrece un poco de esperanza a los necesitados. Tiene habitaciones compartidas para personas con pocos recursos, un ala para gente discapacitada y un cuarto especial para sordos. Sólo hay una persona ahí, que parece que acaba de llegar y actúa como visitante.
Bernadett corre a su oficina, cubierta con una enorme pila de papeles y documentos. Quita las cosas del sillón para visitantes con prisa mientras que su asistente, Dalma, ofrece una taza de café. Cuando la trabajadora social finalmente se sienta, se le ve mucho más relajada y empieza a explicar con calma la situación sobre los indigentes en la ciudad. Habla avalada por sus trece años de experiencia en BMSZKI.
“Cuando los indigentes se volvieron ilegales, nuestro vecindario fue el primero donde la policía comenzó a castigar a la gente de la calle. Y no era sólo a la gente que dormía fuera, sino también a los que simplemente se paraban en la calle durante un período de tiempo. Así que nuestro centro abrió el jardín para dar la oportunidad a los indigentes de acampar en un lugar que no fuera público”.
Cuando llegamos al tema de los refugiados en verano, Dalma sonríe significativamente. "Eso fue excepcional", ya que los refugiados no sólo llegaban a Budapest a pie, sino que llegaban también en grandes convoyes en tren. La organización Migration Aid preguntó si el centro podría abrir sus puertas a los refugiados como centro de ayuda, donde pudieran descansar, bañarse y cargar sus móviles. Bernadett explica: "Los voluntarios de Migration Aid trajeron a los refugiados aquí. La idea era que aproximadamente 50 personas utilizaran nuestros servicios al día. Sin embargo, el máximo llegó hasta las 350. Durante la gran ola de refugiados del verano, proporcionamos nuestros servicios a 8.300 personas".
Problemas menores
A Bernadett le gusta enfatizar el hecho de que los indigentes hicieron que los refugiados se sintieran bienvenidos, aún cuando era difícil tener que compartir espacio repentinamente con tantas personas, lo que incluía niños. "A veces, los padres de estos niños tenían que irse por algunas horas casi de inmediato, y algunos de los indigentes se ofrecieron a cuidar de los niños. Tampoco se quejaron cuando la sala de ordenadores se convirtió de la noche a la mañana en un cuarto para refugiados. Había pequeños problemas, como cuando los indigentes veían todo lo que los refugiados obtenían gratis, pero sólo se mencionó alguna vez. Por ejemplo, a los refugiados se les daba comida durante el día, mientras que los indigentes tenían que pagarse su comida. A veces los indigentes acababan cogiendo las sobras de los refugiados".
Sin embargo, la cálida bienvenida que se les dio a los refugiados en refugios para indigentes no fue igual en todos lados. En la oficina de la organización a favor de los indigentes A Varos Mindenkie (prácticamente: "la ciudad le pertenece a todos"), conocí a varios activistas dispuestos a hablar, incluído Tompa, quién fue indigente en varias etapas de su vida y habla muy bien el alemán. Su expresión se vuelve seria cuando habla de su escepticismo sobre el flujo de migraciones hacia el sur: "El desempleo en Hungría es muy alto, casi del 100% en algunos pueblos del este. ¿Cómo se las van a arreglar si se les asigna un grupo de refugiados? El mayor problema para mi es que no conozco a estas personas. Muchos de ellos no tienen documentación. Yo también podría decir que vengo de Siria, ¿quién va a saber si es verdad?".
Sin embargo, nadie quiere admitir (oficialmente) ningún tipo de rivalidad entre estos dos grupos de necesitados. Gabor, un indigente y también activista de A Varos Mindenkie, niega todo esto: "No estaba mejor ni peor con los migrantes. Cualquier rivalidad era mayor entre organizaciones no gubernamentales, ya que no pueden trabajar juntos". Sin embargo, admite que había quejas entre los indigentes cuando no recibían comida gratis como los refugiados. Y que algunas casas, que antes estaban disponibles para los indigentes y luego se utilizaron como alojamiento para migrantes, ya no están disponibles.
Tal vez, sólo la pareja que esta sentada cogida de la mano en el refugio para indigentes en la calle Alfödi sepa cómo manejar la situación social y los problemas en Hungría. Dalma revela que él, quien yo sospechaba que era refugiado desde que empezó mi visita en BMSZKI, visita a su novia, que vive en el refugio, tan a menudo como puede. Hungría puede aprender a aprovechar su diversidad social y étnica en lugar de reprimirla. Pero por el momento, la historia de esta pareja parace ser la excepción, no la regla.
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Este artículo es parte de nuestra serie "EUtoo" sobre la juventud desencantada en Europa, está financiado por la Comisión Europea.
Translated from Flüchtlinge und Obdachlose: Im gleichen Boot in Budapest