Rajko Grlić: “Nací en un país donde el hecho de ir a comprar pan era política”
Published on
Translation by:
Eva MárquezEn la 35ª edición de los Encuentros Internacionales Henri Langlois se ha puesto al cine balcánico en lo más alto de la cartelera. El director Rajko Grlić ha asistido como padrino a este encuentro con estudiantes de cine que ha tenido lugar en Poitiers. Con su visita, el público francés ha podido descubrir la obra del cineasta: todo un estandarte de ironía.
Mirada risueña. Cara redonda. Bajo el austero abrigo negro que le cae hasta los tobillos, Rajko Grlić esconde un auténtico bohemio. En la pantalla, el contraste también es sobrecogedor. En cada una de las 11 películas que ha dirigido, el cineasta croata mezcla drama e ironía: el soldado insubordinado-teniente ebrio que pone cada día su trasero para que le pongan la inyección contra una enfermedad de transmisión sexual es muestra de ello. Con The Border Post, película de 2006 proyectada en Poitiers, Rajko Grlić hace que un puesto militar avanzado parezca un campamento de verano para adolescentes depravados. Una ligereza que da lugar a la guerra más absurda y a sus dramas más desgarradores. Rajko Grlić debe este humor chirriante e inesperado de Europa Central a su país, Croacia: “Mi madre ha vivido con siete sistemas políticos diferentes durante su vida, mi padre era filósofo bajo vigilancia policial —cuenta—; hemos aprendido a reírnos de nuestro destino”.
“Hago películas sobre Croacia porque es lo que mejor conozco”
Este sabor a burla lo convierte en imagen desde adolescente. A los 14 años rodó su primera película, The Brick, con su cámara nueva, regalo de navidad de su tío. Esta cinta es la historia de unos críos que callejean por jardines públicos aterrorizando a enamorados: “En grupo, van hacia el hombre de la pareja con un ladrillo en la mano y le incitan a que lo compre. La víctima tiene que obedecer, de lo contrario será molida a palos”. Absurda, cómica y cruel a la vez, este relato da el tono al que será el cine de Rajko Grlić. 42 años y 11 películas después no consigue desconectar. A los 66 años, el director se sumerge ahora en la escritura de su duodécima película. La última. “Esta es mi terceraúltima película”, confiesa apasionado. Una vez acabada, no ve ninguna de sus películas más de una vez —y solo en una habitación oscura con la puerta cerrada con llave—. Luego, no la vuelve a ver nunca más.
Repasa la anterior edición de los Encuentros Internacionales Henri Langlois a través de Arturo Ripstein, genio olvidado del cine mexicano.
“Quiero conservar una impresión intacta —explica el director—. Si viera una de mis películas con alguien, intentaría verla a través de sus ojos y mi opinión sería falsa”, desarrolla. Para el cineasta, cada uno debe conservar su libertad: “Va en los dos sentidos: cuando hago una película, procuro dejar espacio suficiente para que el espectador tenga su propia opinión”. En Croacia, en los años noventa, este espacio de libertad no existía, la propaganda daba el tono al séptimo arte. “A los 18 años metí mi vida en una maleta”, cuenta mientras sonríe. Se instaló en Praga y en 1971 se diplomó en la academia de cine de la ciudad. Luego regresó a Zagreb y filmó sus primeros largometrajes, así como varios documentales.
Cuando estalló la guerra en la antigua Yugoslavia, Rajko Grlić fue reclutado rápidamente. Sin embargo, pudo fugarse a los Estados Unidos sin romper nunca los lazos con su país. Ocho de sus once películas se desarrollan en Zagreb. “Hago películas sobre Croacia porque es lo que mejor conozco —explica—, pero para hacer una película justa, también hay que tomar distancia”. Es por lo que Rajko Grlić no ha rodado nada sobre la guerra. “The Border Post es justo la espera de la guerra”, subraya. Sin embargo, cada una de sus películas imita la historia de su patria: “Nací en un pequeño país donde el simple hecho de ir a comprar pan era política”, relata el croata. Así que, aunque detesta a los directores comprometidos, Rajko Grlić hace películas políticas.
“Debido al poder que tiene el dinero, no veo qué interés tiene hacer películas sobre política”
En 1971, realizó un documental televisado titulado All men are good men in bad society. El mensaje es claro: la censura de la difusión. “Si hubiera nacido en los Estados Unidos, país donde casi se obliga a que la política exista, habría hecho películas diferentes”, reconoce. Actualmente el director está más desatado: “Debido al poder que tiene el dinero, la política no controla nada, no veo qué interés tiene hacer películas sobre política”. Aventuras de una noche, doble vida, erotismo y traición: Solo entre nosotros se estrena en 2010 como una película ligera. Sin embargo, Rajko Grlić siempre habla de rebelión: “En vez de luchar contra el sistema político, mis personajes luchan contra su propio sistema, sus matrimonios, sus familias”.
Grlić siempre vive al ritmo de sus películas y busca la inspiración en sus amigos. Aunque, a medida que el cineasta va envejeciendo, sus personajes también lo hacen: “Los sesenta es la edad de la desilusión, la edad a la que renunciamos cambiar el mundo y en la que somos más individualistas”. Desilusionados y angustiados, los personajes de Solo entre nosotros son sorprendidos por su sexualidad desenfrenada: “Cuando envejecemos, es maravilloso recordar que todavía estamos vivos”, avanza el director. Sea cual sea su edad, Rajko Grlić siempre se ríe de su destino.
Fotos: portada, © Darije Petković; texto, © cortesía de la página oficial de Rajko Grlić. Vídeos: ContentRepublic/YouTube y W2BFrance/YouTube.
Translated from Rajko Grliç: « faire des films politiques ne sert plus à rien »