Racismo y discriminación en Bruselas: Trabajadores inmigrantes en problemas
Published on
Translation by:
PALOMA LOPEZEn la región de Bruselas-Capital la discriminación a la hora de contratar un nuevo empleado es algo cotidiano. En estos tiempos de marasmo económico, la diversificación étnica no es una prioridad para las empresas. Una dificultad más para la integración en Bélgica
Los inmigrantes son las primeras víctimas en el mercado laboral y, en una ciudad cosmopolita como Bruselas, el problema se debe al número de habitantes. Ciudad de extranjeros, Bruselas alberga esencialmente residentes de países que son miembros de la Unión Europea; la marroquí y la turca (7% y 12%, respectivamente, de la población inmigrante en Bélgica) son comunidades por detrás de la italiana, la francesa y la holandesa. Si la tasa de desempleo es ya 2.5 veces más elevada para los inmigrantes en general, para los no europeos se multiplica por cuatro. En noviembre de 2008, Bélgica ya recibió un tirón de orejas por parte de los expertos de la OCDE, según el diario Libre Belgique, por tener el índice de empleo entre mujeres inmigrantes no europeas más bajo de los países integrantes de esta organización. “Ante un mismo currículum y capacidades similares, a la hora de contratar a alguien, los directivos suelen elegir primero a los ciudadanos nacionales”, explica Michael Privot, responsable de la Red Europea contra el Racismo (ENAR). Desde que en el año 2002 los agentes sociales y el gobierno firmaron un pacto social por el empleo, el reclutamiento de los trabajadores debe ser el reflejo de la diversidad ciudadana. Sin embargo, la situación sobre el terreno es diferente.
Reflejar la diversidad
Para resolver la discriminación en la contratación y dentro de una dinámica de integración, muchos especialistas se pronuncian a favor de instaurar una cuota obligatoria de extranjeros dentro de las empresas. Para François Haenecour, jurista del Movimiento contra el Racismo, el Antisemitismo y la Xenofobia (MRAX), las medidas legales no son suficientes: “Hay que cambiar la mentalidad de la sociedad en general. Hoy, nuestra época está marcada por una pérdida de referencias y valores. Así que las minorías que son cada vez más visibles son acusadas de ser las responsables de todas las plagas modernas. Ellos ‘se quedan’ el trabajo, se aprovechan de los subsidios… prejuicios que se han acentuado después de los atentados del 11 de Septiembre”. La secretaria general de la Confederación de Sindicatos Cristianos (CSC) en Bruselas, Myriam Gérard, también se pronuncia contra los estereotipos. Con una tasa de sindicalización del 70%, las federaciones de trabajadores tienen un peso muy fuerte en la práctica. Dentro de las empresas se organizan jornadas de formación para luchar contra la exclusión de los inmigrantes. “A menudo, se dice que son personas a las que no les gusta trabajar, sin embargo, en las empresas de limpieza las listas de espera crecen”.
La barrera del bilingüismo
Cada vez menos calificados, los inmigrantes buscan trabajo en sectores que ya son precarios: son peones, ayudantes de cocina u obreros. La región, un antiguo bastión industrial, no genera suficientes empleos para reducir el paro entre sus habitantes menos preparados. Al contrario, con las administraciones públicas, nacionales e internacionales instalándose en la capital, el sector terciario se ha incrementado considerablemente y representa ahora el 47% de la oferta. Pero no son muchos los que giran alrededor de esas esferas elitistas y que se aprovechan de la internacionalización de Bruselas.
Por otro lado, a la mayor parte de la población de entre 20 y 35 anos, con baja cualificación, le cuesta integrarse en la sociedad belga a través del trabajo, como hubieran hecho sus padres. “Es una generación perdida, condenada a la exclusión. Necesitaríamos casi un plan Marshall para la formación”, considera Michaël Privot. Una gran parte de de la población inmigrante que ha recibido una educación francófona sufre de un déficit de competencia lingüística. Una desventaja en esta región-capital, oficialmente bilingüe francés/holandés y donde el inglés se habla habitualmente. "La lengua es muy importante porque el mercado laboral está fuertemente controlado por los flamencos”, subraya Myriam Gérard.
Acceder a un empleo no garantiza siempre el fin de la discriminación. “Hace ocho años que trabajo para mi empresa”, explica un marroquí, empleado de una empresa de servicio. “Me costó tres años encontrar este curro y ahora es aún más difícil ascender a otro escalafón”.
Translated from Racisme et discrimination: les travailleurs immigrés en difficulté à Bruxelles