¿Quién teme a Europa?
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bárbara iniestaEste año, hoy, Dia de Europa, observamos a los europeos mirar a Europa con desconfianza y miedo. Los dirigentes no encuentran soluciones, pero un fermento fértil existe en la sociedad civil.
9 de mayo de 1950: El ministro francés de asuntos exteriores, Robert Schuman, lanza la idea de una comunidad Europea del Carbón y el Acero.
9 de mayo de 2006: Como cada año, los europeos conmemoran la clarividencia de Schuman y de su proyecto europeo con el Dia de Europa.
Sin embargo, la Europa de 2006 es, más que nunca, una Europa en crisis. No sólo porque la ratificación de la Constitución Europea se encuentre en punto muerto por el “No” de franceses y holandeses hace un año. No sólo porque no haya surgido ningún liderazgo político capaz de proponer, mientras tanto, una via de escape a la inmovilidad. Sino también porque, cada vez con más frecuencia, Europa da miedo.
Hay miedo a la Europa “ultraliberal” a la que buena parte de los que apoyaban el “Non” francés acusaban de ser el “Caballo de Troya” de una amenazante globalización. Lo cual sorprende en un Viejo Continente que ha podido pasar la página de las innumerables guerras fratricidas precisamente gracias a la interdependencia económica, la eliminación de las barreras arancelarias y la liberalización, en definitiva.
Hay miedo a la Europa “coladero” contra la que iban lanzados buena parte de los “Nee” holandeses: la Europa que ha eliminado las fronteras internas de la inmigración, la que deja invadir Berlín o Ámsterdam a los clandestinos que desembarcan en Sicilia o España. Un temor paradójico si se cae en la cuenta de que -con la tendencia actual- en 2050 los mayores de 65 años representarán el 40% de la población holandesa, por ejemplo.
Hay también, entre otros, miedo a la Europa burocrática, como el que profesan grandes sectores de la opinión pública de los países del norte, con Gran Bretaña a la cabeza. Un sentimento sin apoyo en la realidad, si observamos que la Comisión Europea en Bruselas cuenta con menos funcionarios que el ayuntamiento de París.
Sin embargo, los miedos de los europeos no son completamente infundados. Es comprensible que el antiliberalismo de la izquierda sea tan popular cuando la economía europea ha crecido un modesto 1,6% entre 2000 y 2005, y arroja un 18% de desocupación juvenil -con picos del 36% en Polonia-. Es comprensible el malhumor de la opinión pública cuando la integración de los inmigrantes a menudo fracasa. Es comprensible que el gran público mire a la Unión Europea como a una superburocracia cuando el único medio de comunicación del que sabe hablar su clase dirigente es el elitista Financial Times, y cuando los líderes nacionales por su parte no hacen otra cosa que echar las culpas de todos los males a Bruselas.
Por fortuna, existe otra Europa: la del programa Erasmus (que ha permitido mezclar a más de un millón de estudiantes desde 1987), la de la sociedad civil transnacional y los aún escasos medios de comunicación europeos. Para vencer el miedo a Europa, nuestros líderes deberían apostar por esta Europa que constituye la primera eurogeneración, un fertilizante que afortunadamente sigue pululando por el continente, incluso con una UE con el motor gripado.
Translated from Una giornata dell'Europa in agrodolce