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Próximo destino: “La vie en rose”

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Lo recuerdo como si fuera ayer. En el tablón de la universidad veía mi nombre seguido de: Paris IV, Sorbona. Las cartas estaban echadas. Una vida en una maleta.

9:00h AM: aeropuerto Charles De Gaulle. Mis escasas pertenencias se han materializado en 60 kilos de equipaje. Antes de embarcar he tenido que pagar el sobrepeso –¡empezamos el mes con 100 euros menos!- y ahora me arrastro hasta el RER.

Los comienzos siempre son difíciles

Pregunto por el camino y tomo nota: mi francés es peor de lo que yo pensaba; de su inglés ni hablamos. Conclusión: dejemos paso a la intuición femenina. Embarco mis maletas en el RER y tenemos el primer contacto soñado con París: un personaje entre clochard y predicador de masas nos cuenta su triste historia en un trayecto de una hora aproximadamente. Por fin llego a mi habitación, respiro hondo y enciendo un cigarrillo.

Comienza el día con una cantidad de gestiones y papeleos que van a requerir mi mejor sentido del humor y toda la paciencia. Ordeno la agenda: transportes, cuenta en el banco, ayuda al alojamiento, visita a mi coordinador en la universidad, llegar a comer al CROUS (restaurante universitario) antes de las 14.00h. Resumen final del día: sólo he conseguido el abono transporte e irónicamente me digo que no tengo ningún sitio a dónde ir. Cuando he llegado al CROUS muy maleducadamente me han dicho que estaba cerrado. Por el olor que desprendía el lugar, intuyo que no me he perdido ningún manjar. Me dedico a llamar a los contactos que me traje de Madrid. Preparo un par de citas a ciegas para ver si me entretengo hasta que empiecen las clases.

Recuerdos de una memoria caprichosa

Marzo: a días de intenso frío le siguen tardes congeladas en el tiempo por el prisma rojizo de los atardeceres de París. Desde la terraza de mi casa recorro con la vista el Sagrado Corazón, San Sulspicio, Los Inválidos y la Torre imperturbable que nos recuerda dónde estamos. Detrás de mí oigo a toda mi pandilla planeando ya la noche que pasaremos en la Ciudad Universitaria; creo que hay fiesta en la casa de Brasil.

Y así fue como las notas musicales se convirtieron en los amigos que tocaban el violín en la plaza de la Sorbona y las imágenes de película fueron largos paseos por los muelles del Sena viviendo nuestra propia historia. Los colores del atardecer fueron largas noches en el Pont des Arts… y el francés très charmant no susurró al oído, sino que se convirtió en grandes amigos que aún vienen a visitarme.

Idioma: no es tan difícil como parece aunque siempre te harán sentir que tu francés es mejorable: si oyes decir “no hablas mal francés”, date por satisfecho.

Universidad: para aprender francés, sin lugar a dudas, los cursos de la Alianza Francesa.

, en el corazón del barrio del Marais: una tarde espléndida si se combina con buena compañía.

Un lugar exclusivo:

Les étages

No perderse: la Fiesta de la Música el 21 de Junio; será el único día que veas a todos los habitantes de París contentos, sin excepción.

No hacer nunca: comer palomitas en las salas de cine independiente; corres el riego de que un parisino cansado vuelque sobre ti la ira provocada por los atascos de la mañana.

Pruebe: conseguir que te inviten a comer un buen Cassoulet. Ir a dar un paseo en primavera por la Isla de San Luis para terminar en Berthillon pidiendo un ¡¡helado de chocolate!!

Cómo hallar alojamiento: levantándote muy pronto para ir a ver los pisos que se anuncian en los periódicos y teniendo mucha mucha suerte.