Prostitución en Bulgaria: ellas son las protagonistas
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Eztizen Sánchez MontesLa prostitución en Bulgaria no está penalizada ni despenalizada, por lo que las prostitutas viven en un limbo incómodo, vulnerables al abuso. Nevena Borisova pudo conocer a algunas de estas mujeres y escuchar sus historias.
Magda y Natalia están fumando un cigarro, sentadas lánguidamente sobre colchones desnudos. Muestran los muslos y la cara, mirando con curiosidad a quien tienen enfrente, que también les observa.
Las "trabajadoras sexuales", como les llaman las ONG, no suelen confiar en periodistas. Es raro que les dejen entrar en su casa, que normalmente es un alojamiento temporal, pero Magda confía en mí y me permite acceder. El piso, que consiste en una habitación mediana y un salón, está en el centro de la capital búlgara, Sofía, y no es muy acogedor. Hoy es su último día como compañeras de piso ya que van a mudarse.
"Ahora estoy estropeada, ¡pero hace unos años era toda una belleza! Espera, te voy a enseñar unas fotos", conversa Natalia mientras señala el álbum de fotos. En cada una posa con un hombre diferente.
ELLAS PONEN LAS REGLAS
Natalia y Magda se conocían a través de sus familias mucho antes de convertirse en prostitutas. Magda, que lleva 15 años vendiendo su cuerpo, me cuenta lo sorprendida que estaba cuando vio a Natalia en una estación de autobús. Era la primera vez que Natalia se prostituía. "Le dije que se fuese a casa inmediatamente porque se arrepentiría muchísimo, pero no me hizo caso…", explica Magda. En Bulgaria, como en el resto de países, el lugar de trabajo de las prostitutas va desde apartamentos hasta burdeles (donde hay un mínimo de tres trabajadoras), salones de masaje, bares y clubs. Magda y Natalia trabajan de forma independiente, en sus propias viviendas, donde pueden "fijar sus propias reglas" y rechazar clientes. "Al principio era tímida, muy tímida. De vez en cuando apago la luz, cuando llega el momento", confiesa Magda.
'UN ASCO INFINITO'
Ha visto cosas que le han causado "un asco infinito". Por ejemplo, una vez un cliente quiso que le defecase en el estómago. Ella se negó. Magda va al ginecólogo con más frecuencia que la mayoría de sus compañeras y se niega a tener relaciones sin protección. Sin embargo, comenta que muchas chicas no usan preservativos porque les pagan más.
Rayna Dimitrova, de la Fundación para el Desarrollo Social y Sanitario (una asociación búlgara que intenta concienciar sobre la educación y salud de los más desfavorecidos), comenta que Magda fue una de las pocas mujeres que se presentaron voluntarias para informar a sus compañeras sobre cómo protegerse de la violencia y cómo insistir en el uso de preservativos.
Magda trabaja por 100 leva la hora (51 euros), aunque en el extranjero se pagan unos 120 euros. Ha trabajado en más de cinco países europeos, como Francia, Alemania o Suiza, casi siempre en burdeles. La atmósfera de esos lugares parece "la de una casa de muñecas: es bonito y acogedor, hay velas, cortinas…", comenta Magda en su habitación desnuda y llena de humo. En los burdeles las chicas se presentan al visitante y él escoge. Magda y Natalia aseguran que ponerse en contacto con las prostitutas que trabajan en el extranjero es fácil y lo hacen en su mayoría a través de anuncios de Internet. Bulgaria es un país miembro de la UE, así que no hay que conseguir ningún documento especial. Las dos afirman que el negocio en Europa Occidental está dominado por "europeos del Este de todo tipo".
Una semana después de nuestro primer encuentro, antes de irnos a una cafetería, vamos a ver el edificio de su nuevo apartamento. Cerca hay un pequeño grupo de personas: dos chicos afeminados de unos 18 años, que me miran con desconfianza, y una chica de unos 20 años. Son los nuevos compañeros de piso de Magda, que trabajan en lo mismo. Hay una niña que se alegra mucho al ver a Magda, la hija de su compañera de piso, que le abraza las piernas. Un vecino cercano se queda mirando al grupo, que charla alegremente.
LOS DESEOS DEL CLIENTE
Hace unas noches los cuatro mantuvieron relaciones con el mismo cliente. "Me dio un asco increíble", confiesa Magda cuando ya estamos en la cafetería. Usa mucho la palabra "asco". "Vino y pagó por estar con nosotros. Es asqueroso ver los deseos de alguien. Quería que los chicos le hiciesen cosas muy asquerosas, ¡y tiene mujer e hijos! No pude soportarlo y me fui, era ridículo".
Magda tiene tres hijos, el mayor de 22 años, a los que visita todos los fines de semana, pero ninguno sabe a qué se dedica su madre en la capital. "Una de las razones por las que aún hago esto es porque quiero comprarles un apartamento. ¡Pronto dejaré este trabajo y no volveré a hacerlo!". Le pregunto cuándo lo dejará y me sonríe con cara de culpa: "¡Pronto!". Bulgaria, al contrario que países como Alemania, no tiene regulaciones sobre la prostitución: no está legalizada ni penalizada, aunque el proxenetismo, la trata de blancas y la prostitución forzada sí son ilegales.
SIN PROTECCIÓN
"Nadie protege a las prostitutas en Bulgaria. En algunos países occidentales la policía les protege, pero aquí a las instituciones les da igual", explica Rayna. Antiguamente la Fundación para el Desarrollo Social y Sanitario tenía un médico, que trabajaba en una consulta móvil visitando a los trabajadores sexuales. Desgraciadamente, ahora sólo hay una enfermera que realiza análisis de sangre. Pronto la fundación tendrá que buscar otra forma de financiarse, porque sus contratos se están acabando. De hecho, la financiación del Fondo mundial de la lucha contra el SIDA se cortó drásticamente hace unos años.
Magda es dura consigo misma y suele decir que ella, al igual que el resto de trabajadores sexuales, es "tonta". Sin embargo, su vida no estaba libre de dificultades antes de que empezase a vender su cuerpo. Su marido murió poco después de casarse y poco después Magda fue ingresada en el hospital debido a una crisis nerviosa. En los 90 fue prostituta forzada, una época turbulenta en la que "había muchos más proxenetas". Esto fue después de que se enamorase de un chico, cuando un amigo suyo, prostituto también, la encerró en un apartamento y le trajo hombres. Al principio "era extremadamente desagradable", así que en unos meses huyó. Sin embargo, se dio cuenta de que no tenía dinero y ya se sentía utilizada, así que empezó a trabajar por su cuenta. Después de nuestra charla Magda se va a casa. La hija de su compañera corre hacia ella y vuelve a abrazarle las piernas. El vecino sigue mirándoles de reojo.
Translated from Prostitution in bulgaria: meet the sex workers