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Primero el respeto, después la libertad

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Sociedad

El gobierno de Tony Blair le da una vuelta más a la tuerca. Su campaña “Respeto”, lanzada en enero para reducir la micro-delincuencia cuestiona el concepto de libertad en una sociedad británica que presume de multiculturalismo.

¿Cómo convivir? A esta cuestión básica trata de responder la ciencia política. ¡Cómo evitar que la libertad de un individuo no atente a la de otro? Los propios filósofos atenienses discutían ya en el ágora este problema. Mucho después, fue el pensador inglés John Stuart Mill el que afirmó categórico en el siglo XIX “que la libertad de dar un puñetazo termina donde comienza la nariz”.

Reconsiderar el concepto de libertad

En su discurso del pasado 10 de enero, el primer ministro británico, Tony Blair, dio el pistoletazo de salida a su campaña “Respeto”, con la que espera incitar a sus compatriotas a “reconsiderar la naturaleza misma del concepto de libertad en una sociedad moderna y desarrollada a imagen de la británica”. Esta última experimenta en la actualidad numerosos problemas ligados a la micro-delincuencia, unos actos de incivismo cuyas estadísticas alcanzan en las calles inglesas niveles preocupantes. Dicho esto, la preocupación del líder laborista inglés tiene una justificación de envergadura europea. Baste pensar en el episodio de agresiones perpetradas por una banda de jóvenes carteristas la noche de año nuevo durante el trayecto ferroviario Niza-Lyon o en el toque de queda instaurado en muchos suburbios europeos, al caer la noche. Se trata de un problema ligado a una carencia general de respeto que incumbe a las sociedades contemporáneas y que degenera a menudo en comportamientos criminales o antisociales. “Las instituciones”, sostiene Tony Blair, “no pueden seguir ignorando este problema”.

Necesidad de reglas

El postulado de Blair es simple. “El derecho de los ciudadanos respetuosos de la ley de no tener miedo debe ser la prioridad”, machaca una y otra vez, refiriéndose a los dos pilares del sistema judicial británico: preservar al inocente de una condena injusta y proteger del crimen a los ciudadanos. “Si bien en teoría se respetan ambos principios, en la práctica el segundo se transgredí constantemente”, piensa Blair. Una dicotomía que atribuye al hecho de que “la jurisprudencia razona aún como si estuviéramos en el siglo XIX o a comienzos del XX, cuando en la práctica estamos en una sociedad moderna, cultural y socialmente diversificada”. En este sentido, el primer ministro británico insiste en la urgencia de adoptar nuevas medidas que permitan a la policía, a los alcaldes y a las demás entidades locales combatir el crimen con medios apropiados.

Indignación de las ONG

Para luchar contra esta delincuencia, la fórmula mágica de Blair se resume en “potestades sumarias y derecho de apelación”. Para la policía, a quien incumbe la carga de la prueba, se trata de una verdadera revolución jurídica, pues la sanción puede tener inmediatez. Si el presunto criminal trata de probar su inocencia, le queda el recurso de apelación contra la misma, activando así la maquinaria judicial. Según el jefe del gobierno del Reino Unido, “todo lo demás son teorías, muy apreciadas, sí, por la mayoría de la burocracia política y judicial, pero inútiles para el ciudadano de a pie”. La ONG pro Derechos Humanos “Liberty” se ha rebelado desde el primer instante contra “propuestas monstruosas que ofrecen potestades sumarias a la justicia y según las cuales la presunción de inocencia es un principio que estorba”. Las críticas no parecen arredrar a Blair, que afirma que “ser miembro de nuestra sociedad británica comporta, además de derechos, una obligación de responsabilidad”, recalcando “que ambos extremos deben ser protegidos”.

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