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¿Por qué siempre pierde el agricultor?

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En las últimas semanas se ha hablado mucho del aumento en el precio de algunas hortalizas, incluso la ministra de agricultura española Isabel García Tejerina se ha pronunciado al respecto pero, después de tantas noticias  en periódicos y televisión: ¿hemos tratado el problema real? ¿acaso nos interesa lo que ocurre con la agricultura?

La ola de frío arrasó los cultivos de frutas y hortalizas en toda Europa, países exportadores como Italia, Grecia y Turquía perdieron toda su producción. El sur de España se salvó en parte, continuó produciendo pero debido al frío las hortalizas tardaban más tiempo en conseguir el tamaño adecuado para cumplir los estándares de venta. Almería se convirtió, más que nunca, en la huerta de Europa. Al haber menos producto disponible, los precios, sobre todo de los calabacines y de las berenjenas se pusieron por las nubes, también porque algunas empresas distribuidoras habían suscrito contratos de abastecimiento con grandes supermercados europeos y no tuvieron más remedio que pujar todo lo posible en las subastas para adquirir el producto y no incurrir en incumplimentos de contrato. Sus márgenes de beneficio quedaron por los suelos. ¿Se estaban, en cambio, haciendo ricos los agricultores que recibían 3 y 4 euros por kilo? Nada de eso, su producción habia descendido un 50%.

La ministra nos salvará de los precios que no podemos pagar, pero sólo de los de las hortalizas

Tras el caso de consumidores que no podían pagar tanto por un calabacín y de supermercados desabastecidos por toda Europa, apareció en escena la ministra de agricultura española, Isabel García Tejerina, para poner orden. Una ministra del PP, supuestamente a favor de la libre competencia, de la ley de la oferta y la demanda, capaz de entender que a menos cantidad de producto el precio sube, decidió intervenir públicamente en el mercado y amenazar con sanciones si no bajaba el precio de las hortalizas. Y el precio bajó. Pero bajó en origen, hoy un agricultor está recibiendo de media 70 céntimos por kilo de calabacín de primera calidad y 60 por kilo de berenjena, ¿a cuánto los estás comprando tú, querido lector y consumidor?

Y parece que ya la ministra se ha quedado contenta, cuando la mayor parte del beneficio se lo llevan las grandes empresas distribuidoras, todo está en orden. Así funciona éste gobierno y éste país, rescatamos bancos que nos roban, rescatamos autopistas que no usamos, vendemos viviendas de protección oficial a fondos buitres por precios ridículos, en definitiva, cuando los ricos son más ricos y los pobres más pobres, todo está en orden.

¿Es normal pagar 500 euros de alquiler en Madrid por un cuartucho ganando apenas mil al mes? ¿Intervendrá la ministra para bajar el precio? ¿Y el de la luz? ¡Ya lloverá! ¿Gas, másteres, gambas, gasolina, artículos de primera necesidad, otros alimentos...? 

¿Quién se preocupa por el agricultor?

Reconozcámoslo, el agricultor siempre ha sido esa persona de pueblo, inculta, sin apenas formación ni conocimiento del mundo, que ha pasado el día arando la tierra para producir un par de tomates y lechugas con las que acompañar el bocado de jamón y el trago de vino barato. Todos hemos huído, estudiado, para no convertirnos en esa persona. El agricultor forma parte del eslabón más bajo de la sociedad, preferirías casarte con un carpintero o un maestro, con un futbolista o un cura ateo, pero ¿con un agricultor? Al agricultor se le desprecia, su trabajo ni se valora ni quieres hacerlo. Eso sí, ahora está de moda comer sano y comprar frutas y verduras ecológicas, la cantidad de veganos y vegetarianos orgullosos de serlo aumenta año tras año en toda Europa, pero nadie quiere ser agricultor, nadie valora su trabajo. Lo mismo ocurre con los ganaderos, ¿acaso os creéis que las hortalizas y la leche vienen del supermercado? Detrás de ese producto que cogéis de las estanterías de vuestra gran superficie favorita está el trabajo de miles de personas que cada día se levantan para plantar y cuidar lo que tu estás comiendo. Plantar un invernadero de calabacines supone disponer de él, conseguir la tierra óptima, comprar las semillas a las grandes empresas que las venden como Clause y Bayer, gastar litros de agua en regarlas, tratar de que las plagas de insectos y de virus no acaben con la planta, ir al invernadero de lunes a domingo a agachar la espalda para coger kilos y kilos si hay suerte, si no la hay seguramente el virus nueva delhi acabe con tu producción y toda la inversión vaya a la basura. Ésto último ocurre mucho desde hace unos años, llegó un virus desde la India, supongo que el ministerio de medio ambiente sabrá cómo, contra el que nadie sabe cómo luchar y que arrasa campos y campos de cosechas. Y una vez que has conseguido que tus calabacinos crezcan sanos y tengan la calidad necesaria para la venta, los llevas a una subasta donde las grandes empresas distribuidoras, a través de sus compradores, van a ofrecerte por tu trabajo y por tu producto lo que a ellas les apetezca, lo que diga el mercado en ese momento. Ahora el mercado dice que tienen que darle al agricultor 70cts por kilo y vendérselos al consumidor a casi 3 euros. El mercado, que es sabio oye... Otras veces el agricultor recibe 3, 10, 20cts por kilo y después de meses de trabajo acaba perdiendo dinero y regresando al banco a pedir otro crédito, el banco se lo suele dar, al fin y al cabo está el aval del invernadero, de la casa...

Ya está bien de robar

Los intermediarios son el eslabón inteligente de la cadena agroalimentaria mundial. Los demás son agricultores o consumidores. ¿Crees que al agricultor de Almería le apetece vender sus productos a 4 euros el kilo? La mayoría se conformarían con recibir un euro por kilo durante todo el año, con trabajar y conseguir un beneficio que le permita vivir y no perder dinero. Con no vender sus productos a 20cts y verlos en el mercadona de su pueblo a 90cts. Con no ver a los compradores de las grandes superficies como Aldi, Lidl, Mercadona, Rewe, Edeka... paseándose con mercedes, audis, jaguars o porsches mientras ellos van con la ropa sucia de haber trabajado la tierra y sienten como están regalando su producto a cambio de una miseria que les permita comer y pagar las deudas otro día más.

No nos engañemos, los agricultores de hoy día son empresarios, y entre tantos, alguno hay que se ha hecho rico, alguno hay que produce y comercializa su producto él mismo. Y está bien hacerse rico si es de forma honrada. Pero honradez no es aprovecharte del trabajo de muchas personas comprandoles algo barato y vendiendoselo al consumidor caro. Estamos aconstumbrados a que sea así, a que el mercado que defiende la ministra pague lo que le apetezca por los productos, estamos aconstumbrados a que el tonto trabaje y gane dinero el listo, estamos aconstumbrados a que los supermercados nos atraigan con el reclamo de precios bajos y oíganme, el esfuerzo y el trabajo de las personas hay que pagarlo. El agricultor debe recibir sus costes de producción más un beneficio, y si les parece caro, pídanle cuentas a los supermercados, quizás puedan bajar sus márgenes y dejar de robar.