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¿Por qué no quieren una CIA europea?

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Tras el 11M y ante los testarudos métodos de Sharon, como el asesinato de Ahmed Yassin, se impone la necesidad de una CIA europea que luche contra el terrorismo. ¿Dónde están los obstáculos?

El 11-S supuso un avance en materia de acuerdos de seguridad para la UE que meses antes nadie podría haber pronosticado. El 11-M recuerda ahora que muchos de esos acuerdos no son todavía efectivos. La orden europea de detención y entrega (euroorden) no ha sido incorporada a las legislaciones de Italia, Alemania, Holanda, Austria y Grecia. Mientras que la posibilidad de formar equipos conjuntos de investigación no ha sido incorporada por Francia, Holanda, Bélgica y Grecia.

El secretismo de los grandes

Ante unos desafíos cada vez más globales parece cada vez más claro que las respuestas “nacionales” no son una solución. La seguridad de Europa pasa por una mayor coordinación, e incluso comunitarización, de los servicios de seguridad e Inteligencia. Sin embargo, no ha prosperado la idea apoyada, entre otros, por belgas y austríacos, de crear una agencia de inteligencia común, una CIA europea.

¿Qué está frenando estos avances? Los países grandes son más reticentes, no quieren compartir sus bases de datos. El reciente escándalo de las escuchas ilegales del servicio secreto británico sobre el Secretario General de la ONU, Kofi Annan, avanza ya una pista. Es un secreto a voces que la mayoría de los Gobiernos utilizan los servicios de inteligencia para obtener “beneficios”. El propio edificio de la Comisión Europea sufrió de este mal de “escuchas ilegales” en momentos de negociaciones delicadas entre los países miembros.

El poder que aportan los servicios de inteligencia es un “caramelo” tan suculento, que algunos partidos políticos en el gobierno no han dudado en utilizarlos para sacar réditos electorales, e incluso personales. Existe una realidad en la que prevalece la imagen glamurosa a lo James Bond sobre la utilización racional y responsable de la información obtenida.

Pura sangre inglés de Troya

Una de las mayores dudas de la “vieja Europa” es si debe poner a disposición de la Unión todos sus mecanismos de inteligencia, con el peligro real de que EEUU pueda acceder también a esa información a través de los distintos “caballos de Troya” de la Europa ampliada. El Reino Unido, por ejemplo, deberá priorizar entre la UE y EEUU, y a partir de ahí diseñar la nueva estrategia. No sería nada descabellado que, al igual que con el euro, la CIA europea naciese sin la incorporación del socio anglosajón.

Esto último no debe interpretarse como un llamamiento a la ruptura con EEUU sino a la necesidad de afrontar las amenazas con un matiz propiamente europeo. Porque existen diferentes visiónes a la hora de abordar los conflictos. Se ha comprobado que el estilo del actual gobierno de EEUU sólo provoca más violencia y desestabilidad. Por ejemplo con su negativa a condenar la política de “asesinatos selectivos” que lleva a cabo el gobierno israelí. La última muestra es la permisividad ante la patada de Sharon al avispero terrorista de Hamas con la muerte de Ahmed Yassin. El doble rasero estadounidense hace necesario que la UE cuente con unas herramientas comunes que le hagan ser más eficaz e independiente en su acción exterior. No basta con un centralismo de papeles con epicentro en Gijs de Vries, posible futuro coordinador antiterrorista en la UE. La pregunta no sería tanto si es necesario o no una CIA europea, sino ¿para cuándo y en qué términos?