Polonia en evolución: Entre la xenofobia y la multiculturalidad
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Melisa Laura DíazInmigración, tolerancia, racismo y miedo al cambio: Polonia está pasando por una crisis cultural sin precedentes. Estas son las voces de polacos y extranjeros en una parte de Europa que aún nos es desconocida.
El cielo parece un cristal sucio cuando salgo de la estación del metro Centrum, en Varsovia. De repente veo a unos jóvenes que gritan con un megáfono y llevan una pancarta con la inscripción “Dzisiaj imigranci, jutro terrorysci” ("Hoy inmigrantes, mañana terroristas"). Es el punto de encuentro de una manifestación masiva en contra de los inmigrantes.
“Están en contra de los musulmanes, principalmente”
Por la noche, mi amigo español M. y yo volvemos a casa en un taxi pagado por su empresa: Temen que la ira de los manifestantes pueda extenderse hacia sus empleados, casi todos extranjeros. Más tarde bromeamos sobre el peligro que corremos al ir a un bar en una Varsovia atravesada por las olas de la histeria. Pero M. está enfadado, se queja de que amigos polacos que él creía tolerantes están demostrando ser categóricos y agresivos en sus opiniones políticas. Están en contra de los musulmanes, principalmente, a quienes ven como potenciales destructores de su cultura. “¡Y sólo deben alojar a unas miles de familias sirias!”, estalla mi amigo, “¡ni que fueran yihadistas armados! ¡Odio a los racistas estúpidos!”.
“No es de extrañar, los polacos siempre han sido dominados por alguien”, los justifica en parte Mathew, un amable estudiante de la India que me encuentro en un hostal en Riga, Letonia. Hace ya unos meses que estudia en Varsovia, una ciudad que ama. “Mis amigos polacos dicen que este es el período más largo de independencia que han tenido jamás. Tienen miedo de ser atacados nuevamente. No por los rusos o los alemanes esta vez, sino por los musulmanes. Es feo, pero los entiendo un poco”. Más tarde, se ríe y se dirige a un joven turco que nos escucha: “Tú deberías tener cuidado en Polonia. Los polacos tienen una paranoia colectiva hacia los musulmanes, ¿sabes?”. El joven asiente con la cabeza. “Lo sé”, responde seriamente. “Pero un verdadero musulmán no le hace daño a nadie. Este es el verdadero Islam: paz y respeto. Ellos no conocen nuestra cultura”.
“Pero si no hay trabajo para nosotros"
En Riga, siempre hay algún finlandés que me hace una pregunta a la que ahora estoy ya demasiado acostumbrada. Unos años atrás, cuando decía que era italiana, la gente se reía y me hacía preguntas no deseadas sobre nuestro ex Primer Ministro. Ahora la cuestión delicada es otra: Los refugiados. “No podemos, no tenemos más espacio, Europa debe hacer algo,” sostiene el finlandés. “¿Qué es lo que vais a hacer los italianos? Porque luego vienen a nuestro país”. Muchos han hecho la misma pregunta en Cracovia, donde vivo desde enero. Es como si buscasen respuestas tranquilizadoras, como si yo, por ser italiana, estuviese al tanto de la situación y la tuviese bajo control. Pero quizá ésta es también una acusación encubierta: Piensan que no hacemos lo suficiente.
“Los polacos deben calmarse”, dice Jago, un portugués que conocí durante mi viaje en los países bálticos. “No saben lo que significa ser invadidos. En cambio, nosotros sí. Ya estamos llenos de inmigrantes, y ahora también lo están ellos. Ahora llegan los árabes y los africanos, y Alemania quiere enviarnos a más, pero si no hay trabajo para nosotros... Volverán a Alemania, allí están bien. Que Alemania los envíe, pero volverán de todas maneras”.
“El problema es si gana la derecha”
Mi compañero de piso es polaco y tiene una opinión similar. “Nosotros podemos estar tranquilos: Estamos muy orgullosos de nuestra independencia como para que nos dominen otra vez. No volverá a suceder”. Aprovecha, sin embargo, para expresar el miedo a que la fobia contra el Islam favorezca a la derecha en las próximas elecciones. Cree que su país está dominado por fanáticos racistas e ignorantes que ven comunistas por todas partes. Él es un ateo orgulloso y no alimenta en secreto ninguna fuerte antipatía hacia el Islam. “No hay peligro”, concluye, “si viniesen realmente aquí para convertirme, los echaría a patadas. Pero no vendrán. Después del comunismo, en Europa del este estamos siempre alerta. El verdadero problema es que si gana la derecha seremos aún más intolerantes de lo que ya somos, lo que es repugnante”.
Mi amigo argelino, Alì, nos muestra el post contra el Islam de un polaco en Facebook. “Y yo pensé que era mi amigo”. Se siente abatido. “Él me conoce, sabe que soy una buena persona. Los polacos son racistas, incluso aquellos que parecen amigables. Es horrible. Yo soy musulmán, cualquier comentario contra el Islam es un comentario contra mí. Me ofende”. Luego se queja de haber sido dejado por cuatro polacas debido a diferencias culturales. “Mi ex me amaba”, dice. “Pero su familia no me quería. Eran muy católicos. Los polacos van a la iglesia, pero yo tengo mi religión. ¿Es eso un delito?”.
El otro amigo, Gaurav, de Sri Lanka, le da la razón, pero tan pronto como el argelino se va comienza a reír. “Pues si lo han plantado cuatro polacas quizá es culpa suya también. No hay que ser tan inocente. Yo soy hindú, mi novia es polaca y católica, pero nosotros no tenemos problemas, hablamos de otras cosas. Tal vez habló demasiado de su país y las chicas se sintieron incómodas. Las entiendo”. Admite que tal vez muchos polacos son intolerantes, pero cree que nuestro colega exagera con la victimización. Él dice que ya está vinculado con la familia de su novia, con quien vive desde hace un año, y que la abuela en broma lo llama "mi chocolate", por el color de su piel.
De un país de emigrantes a un país de inmigrantes
En cuanto a mí, dejando de lado las preguntas sobre la inmigración en Italia, los polacos sonríen divertidos cuando digo que soy una italiana que vive en Polonia. “¿Por qué en Polonia?”, se preguntan. Cuando descubren que estoy aprendiendo su lengua se alegran. Unas palabras en polaco son suficiente para desatar una tormenta de halagos. Los polacos aman y aprenden con gusto idiomas extranjeros. En este país no es raro ver personas de todas las edades que hablen bien dos o tres idiomas. Pero no se acostumbran a encontrar extranjeros que aprendan su lengua. Tanto interés en ellos los adula.
En Polonia y sobre Polonia las opiniones son muchas. Dialogando se exploran perspectivas, se pierden creencias, y se suavizan certezas. El país está entrando en un período sin precedentes: Un país de emigrantes, discriminados y despreciados, se está convirtiendo en el país de los inmigrantes, que corren a su vez el riesgo de ser discriminados y menospreciados. El país se encuentra hoy en mitad de una crisis cultural, al igual que el resto de Europa. Pero Polonia, territorio humillado y abandonado durante siglos, vive este cambio con más intensidad porque por primera vez se enfrenta a otro perfil ampliamente diferente. No es el “huésped hostil” o el “temido invasor”. Es un extranjero que pide refugio dentro de sus fronteras conquistadas con fatiga, y que los polacos, el pueblo de memoria larga y dolorosa, todavía no distingue de los dos primeros.
Como con cualquier cambio, el desafío es difícil y el riesgo es grande. No hay certezas, sólo ansias y expectativas. Lo único cierto ahora es que la Polonia que vemos es una Polonia totalmente nueva, irreconocible ante sus propios ojos.
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El 25 de octubre de 2015, en Polonia se celebrarán elecciones para elegir el nuevo Parlamento: este artículo forma parte de una serie especial de profundizaciones, noticias y curiosidades para conocer un poco mejor este país. Si quieres leer buenos artículos sobre Polonia, continúa leyendo cafébabel la próxima semana.
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Si eres de Polonia y hablas polaco, una tremenda oportunidad puede abrirse para ti.
Translated from La Polonia in evoluzione, tra xenofobia e multiculturalità