Política, medios y elecciones en Francia: sátira en todos los sentidos
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Ana drmOmnipresente en la carrera hacia el palacio del Elíseo, la sátira se asienta más que nunca en el humor político. A menos de una semana para las elecciones presidenciales, analizamos un género cada vez más influyente.
La fórmula es conocida. Una ventana arriba a la derecha muestra una serie de fotos mientras que en el centro, un hombre con gafas enlaza una broma tras otra respondiendo a preguntas serias frente a una cámara Desde abril de 2014, el espectáculo dirigido por John Oliver apenas ha cambiado. El humorista británico encandila a millones de personas haciendo lo mismo noche tras noche desde el estudio acristalado de su late-show americano, Last Week Tonight. Todo cambió un primero de julio de 2014.
Esa noche, la quinta emisión del Last Week Tonight With John Oliver se atrevió a tratar un tema que pocos querrían explicar: la neutralidad de la red. En trece minutos, el presentador inglés analiza esta polémica utilizando como símiles a Netflix, Google, Usain Bolt, Superman y el Mein Kampf. Al final del monólogo, Oliver pidió a los telespectadores que enviaran un correo electrónico a la Federal Communications Commission (FCC), a la que acusaba de poner fin a un derecho inalienable para los ciudadanos 2.0 y de crear un Internet de dos velocidades. El día después de la emisión, la página de la FCC estalló bajo millones de comentarios enviados por los estadounidenses. Seis meses después, la FCC cambió su decisión y aplicó la neutralidad de Internet en el territorio americano.
Late shows cada vez más políticos
Hoy en día, este fenómeno se conoce como el efecto John Oliver. En enero de 2015, es decir, algunos días antes de la decisión de la agencia americana encargada de las telecomunicaciones, un artículo de Time explicó una serie de medidas políticas introducidas tras la emisión de Last Week Tonight. Cuando Oliver mete el dedo en la injusticia de las condiciones de alojamiento en Nueva York, el alcalde anuncia reformas. Cuando Oliver señala la corrupción de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación), su presidente — Joseph Blatter — dimite. Cuando Oliver denuncia los abusos policiales, el ministro de justicia limita el poder de la policía.
Durante la campaña de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, el efecto John Oliver se extendió por la televisión americana. Tras Oliver, muchos compañeros se lanzaron a tratar asuntos espinosos con crítica y burla. Desde la investidura de Donald Trump, estrellas televisivas como Stephen Colbert, Samantha Bee, Trevor Noah y en menor medida Jimmy Fallon dispararon sus más bellas indirectas para hacer pedazos las posiciones del nuevo gobierno conservador. Para Jérémie Maire, periodista en Télérama, la elección de Trump abrió un nuevo camino a los humoristas con una "polarización de la crítica" en los late-shows. También constata un aumento del interés en nuevos enfoques políticos por cierta parte del público.
En la actualidad, lejos de estar por encima de otros, en términos de audiencia, el respetado Tonight Show de Fallon pierde el terreno frente a The Colbert Report, mucho más politizado. Pero hacer zapping de un programa a otro no impide ver ingredientes coincidentes: tono satírico, humor bromista y capacidad de explicar de forma clara un tema confuso. La receta funciona más allá de la pequeña pantalla. Algunas secuencias se vuelven virales en redes sociales y los medios de comunicación tradicionales no se privan de repetir algunas partes. Hasta tal punto que Oliver, Colbert y compañía se convierten para algunos en "las nuevas estrellas del rock de la política".
La profesora en la Penn State University, Sophia McClennen ha dedicado un trabajo académico a una de estas estrellas del rock. En 2011, en America According To Colbert, la doctora señala que la crítica puede servir de remedio al antiintelectualismo y al sensacionalismo, dos epidemias que, según ella, se han apoderado del debate público en América tras el once de septiembre. Seis años después, ahora se pregunta si Colbert no se ha convertido en el mejor escudo contra el 'trumpismo'. El planteamiento de McClennen es meridianamente claro: la crítica devuelve la inteligencia. En sus conferencias siempre repite el mismo argumento: "Para comprender una broma, hay que reflexionar". Resultado: los telespectadores des los programas satíricos están mejor informados y por lo tanto menos susceptibles a las teorías populistas y otras fake news. Recientemente, un estudio publicado en 2012 por el Pew Research Center ha detectado que el 54 % del público del Colbert Report está al día de la actualidad, frente a un 35 % de la audiencia de la cadena de información conservadora Fox News.
Lo verdadero y lo falso
Al otro lado del Atlántico es difícil encontrar un análisis tan afinado acerca del poder de la crítica en la política. Ahora bien, la multiplicación y la ascendiente influencia de algunas páginas de información paródicas en Francia hacen pensar que el país aprecia cada vez más la sátira. Muy por delante de otros, Le Gorafi es el ejemplo más elocuente de estos espacios que juegan con la realidad y el humor. Vertiente del periódico conservador Le Figaro, este diario paródico se lanzó en 2012. Cinco años después, cuenta con tres millones de visitantes únicos al mes y otros tantos fans que comparten su pasión por la parodia.
¿La razón del éxito? "La necesidad de la sociedad por encontrar una fuente de información alternativa", según Sébastien Liebus, cofundador de Le Gorafi. "Las personas tienen la necesidad de mirar desde otra ventana el mundo que los rodea", añade. Todo enfoque puede tener cabida: en 2013 publicaron un artículo sobre una napolitana [broma muy local, puesto que en la mayor parte de Francia este dulce se llama pain au chocolat, mientras que en algunas ciudades del sur, como Toulouse, es conocido como chocolatine, ndlr]. Cada vez son más los franceses que quieren entretenerse leyendo el retrato de Benoît, el famoso amigo negro de todos los racistas o el artículo o bromean con la madre de Hamon y la posibilidad de que vote a Macron.
Idriss Abassi es un lector habitual de Le Gorafi. Opina que la página paródica es divertida y explica su popularidad por el hecho de que mezcla política y humor. Este joven estudiante de derecho en París piensa que una mayor neutralidad en los medios de comunicación conduciría a una mayor reflexión y a menos prejuicios. Su discurso está en consonancia con los resultados del primer barómetro publicado por el periódico La Croix en febrero de 2017 sobre la confianza que los franceses brindan a los medios de comunicación tradicionales. Según el estudio, solo el 64 % de los encuestados declaran estar interesados. El 58 % de los jóvenes expresa un desinterés marcado hacia "esos medios de comunicación de más de treinta años».
Para Idriss, esta prensa es demasiado ideológica. ¿La desconfianza generalizada hacia los (verdaderos) medios de comunicación facilita la llegada de páginas paródicas como Le Gorafi? Liebus lo dice de otra manera: "A día de hoy, tengo la impresión de que la prensa evoluciona hacia los sucesos o eventos triviales. Nosotros, por ejemplo, nos fijamos mucho en los medios de comunicación como BFM o 20 minutos que publican informaciones llamativas para hacer clic. Al principio repetíamos sus códigos, pero al final son ellos quienes nos copian".
Todo transcurre como si la información se dirigiera hacia la crítica: "Puede llegar un punto en el que una noticia real puede ser confundida con un artículo de Le Gorafi", comenta Idriss. Para Liebus, cada vez es más difícil competir con la realidad porque nuestra época se ha vuelto absurda. "Trump, por ejemplo, es muy difícil de caricaturizar porque siempre es desmesurado. La dificultad es buscar la sutileza sin caer en la pesadez", señala. En estos tiempos de la posverdad, tampoco es sencillo saber quién difunde la verdadera información. "Estamos en la era del ‘fake news’, donde ya no sabemos muy bien quién dice la verdad", afirma el creador de Le Gorafi. En Estados Unidos, la consecuencia se pagaría muy cara: "Las emisiones críticas se han convertido en la primera fuente de información en la generación Millennial", asegura McClennen. "Los jóvenes han encontrado en la crítica a los periodistas que admiran", concluye.
Toca aceptar el reflejo de la crítica
En el cruce de caminos entre los medios de comunicación y la política, ¿la información se ha dirigido hacia la diversión? Un término podría responder esta pregunta: infoentretenimiento. Es muestra cada día su creciente influencia en los usuarios de Facebook, Twitter, Instagram o Snapchat con una edad comprendida entre los 18 y 35 años. Según un sondeo reciente, gran parte de esta audiencia no se ve reflejada en los partidos tradicionales, rechaza las discusiones sobre política clásica y cuando mira hacia arriba, solamente es para reírse.
Este fenómeno se puede escenificar con un programa: Quotidien. Presentado por Yann Barthès, de lunes a viernes lo siguen más de un millón y medio de espectadores. Procedente del Petit Journal de Canal+, el presentador y su equipo han sabido construir un tono que agrada mucho a la generación Y, inspirándose en el formato de los famosos late-shows americanos. Secciones como Vu o los 4Q desentrañan con burla la clase política actual, pone en ridículo a la mayoría de sus miembros y cada vez es más influyente. ¿Pero cuál es su grado de responsabilidad en la política actual? Liébus se muestra firme: "Detestamos que nos carguen responsabilidades. No damos lecciones, ni sermoneamos. La crítica es un espejo donde se refleja un hecho. No queda otra que aceptarlo".
Quienes mezclan humor y política son criticados habitualmente: burlarse demasiado de los políticos puede acabar por hacerlos simpáticos. Durante las campañas presidenciales de 1995 y 2002, muchos se quejaron de los guiñoles por haber vuelto simpático a Jacques Chirac. Algunos hasta decían que su marioneta le había ayudado a ganar las dos elecciones. Pero esta no es razón suficiente, según el cofundador de Le Gorafi: "Esto se cuestionó cuando publicamos un gag sobre Emmanuel Macron buscando su programa electoral. Muchos lectores nos han preguntado si no teníamos miedo de volverlo simpático. La respuesta es no, no hay ninguna voluntad por nuestra parte de humanizar a un candidato, da igual quien sea".
El impacto de Le Gorafi y Quotidien sobre la política francesa es algo más que palpable. A cinco días de la primera vuelta de las presidenciales, el próximo 23 de abril, la crítica y el infoentretenimiento ya han conseguido sus pequeñas victorias. Muchas personalidades tienen miedo a los micrófonos y a los montajes corrosivos de Quotidien. En cuanto a Le Gorafi, siempre se empeña en parodiar a los medios de comunicación 'de referencia', incluso algunos candidatos cogen las bromas al vuelo. En pleno ascenso en los sondeos, el candidato de la France Insoumise, Jean-Luc Mélenchon no ha dudado en utilizar la página paródica para burlarse de una portada de su álter ego Le Figaro sobre su programa. Partir de la copia para burlarse del original, ¿podrían los políticos beneficiarse de los efectos de la crítica? Quizás habrá que esperar a las bromas de John Oliver para saberlo.
Translated from Politique, médias et élections françaises : satire dans tous les sens