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Pepe, un indignado en París: “Jamás hubiera imaginado una carencia tan grande de democracia”

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Cristina Cartes

BrunchSociedadPolítica

Un mes se asambleas generales en Bastilla, espíritus aferrados a sueños, pero el movimiento no termina de conseguir la fuerza suficiente. ¿Están los indignados de París menos indignados u organizados que sus homólogos del sur de Europa? Entre el optimismo y el pesimismo, uno de los fundadores del movimiento en París nos explica por qué él continuará, cueste lo que cueste, movilizándose.

Sueño

Allí todo el mundo tiene derecho al turno de palabra« Todos queríamos estar ». Así es como nació el movimiento de los indignados en París. Muchos expatriados españoles se concentraron el 15 de mayo delante de la pantallas de televisión, muriéndose de ganas por poder gritar su solidaridad en la Puerta del Sol. Tenían que encontrar como liberar ese aire de libertad que llenaba sus pulmones. Una reunión espontánea delante de la embajada de España. Pepe, un joven investigador y profesor de biología que está realizando la tesis, llegó a París hace cinco años. No podía dejar pasar esta esta oportunidad. “Hasta entonces, siempre me había parecido ridículo eso de decir que estás orgulloso de ser español. Pero entonces, cuando todos nos reunimos en Trocadero para redactar el manifiesto, tuve ese sentimiento. Fue muy emocionante”. Pero, cuidado, que nadie vaya a creer que los españoles de París sólo han buscado una descarga de adrenalina por delegación de poderes. “Desde el inicio, el movimiento se hizo en francés con el objetivo de internacionalizarlo”, precisa Pepe. Queríamos aplicar los problemas de la democracia real al caso francés”.

Trabajo

Flores para protestar de manera pacíficaEl movimiento de los indignados, cuya meta es alcanzar una democracia horizontal, se erigió entonces en símbolo de una nueva toma de la Bastilla. ¿Sus medios? Una asamblea general, donde cada uno tiene derecho al turno de palabra, y numerosas comisiones (acción, logística, reinvindicaciones, comunicación, economía, ecología, etc.) para estructurar las propuestas y otorgar al movimiento un carácter duradero. Y, obviamente, todo eso requiere tiempo: “Tuve que dejar de lado mi vida social. Durante un mes, iba a trabajar de 10 de la mañana a 8 de la tarde, después me quedaba unas dos horas en Bastilla”, explica Pepe delante de una taza de café en Jussieu. Tiempo al tiempo. Como dice Arcadi Oliveres, profesor de economía aplicada, en un artículo publicado en La Vanguardia, “la exigencia que se pedía al 15M de dar soluciones concretar después de sólo cinco semanas es absurda. Los políticos invierten siempre mucho más tiempo”, afirmaba el autor de ¡En qué mundo vivimos! Infórmate, piensa y actúa. En España, los indignados abandonaron las plazas de los centros de las ciudades para focalizar sus actuaciones en los comités de los barrios que difundan sus mensajes.

Decepciones

En París, Pepe, junto con los otros pioneros de #acampadaparis, se ha ido desilusionando poco a poco. Estos días, lo único que podemos leer sobre la #frenchrevolution es del tipo: “Por qué el movimiento de los indignados es tan limitado en Francia”. El titular del periódico Le Mondeno es una pregunta, sino una afirmación. Pepe está de acuerdo con la mayoría de los puntos señalados por el diario. “A los franceses les cuesta lanzarse. Siempre que pueden, se convencen de que están en el bueno lado de la crisis y dejan que los otros se caigan”. “Grecia cayó, España también. No es más que una cuestión de tiempo que Francia vaya detrás¨. Pero en Francia no estamos preparados para movilizarnos de una manera “quijotesca”  (manera que él utiliza para referirse a la espontaneidad ibérica). “Los franceses necesitan quizás más formalismo. De eso me he dado cuenta aquí. Las huelgas se hacen normalmente por sectores. Hace falta que la gente se sienta tocada personalmente para que se mueva”.

“Hace falta que la gente se sienta tocada personalmente para que se mueva”.

Además de la diferencias culturales, hay que sumar las redundancias de las propuestas. Hay muchos manifiestos que chocan entre sí. Una pérdida de tiempo que se podía haber aprovechado en difundir las acciones por los barrios de las afueras de París. “Una tarde en Bastilla, dos jóvenes de diferentes barrios nos vinieron a ver. Cuando le expliqué a uno de ellos que en España uno de cada dos jóvenes está en paro, me dijo que en su calle la situación era parecida. Entonces le hablé de la necesidad de indignarse, pero no parecía creerme”.

Rabia

La decepción más grande es aquella que, paradójicamente, le empuja a continuar laEl deseo de una "Democracia real ya" movilización. “Jamás me hubiera imaginado hasta qué punto el sistema democrático es insuficiente en Francia. En cada reunión espontánea que hacíamos en Bastilla, estábamos siempre rodeados por policías, gendarmes o CRS (Compañías republicanas de seguridad), a veces más numerosos que nosotros. Saben que somos pacíficos”. El 29 de mayo, los indignados fueron desalojados de Bastilla. El 19 de junio, se produjeron 140 arrestos durante una nueva manifestación “Esto me da asco”, decía Pepe. Pero mientras cientos de personas eran reducidas en silencio, estaba naciendo una nueva razón para gritar.

Fotos : Portada y texto, ©Emmanuel Haddad

Translated from Pepe, un indigné à Paris : « Je n'imaginais pas un tel manque de démocratie »