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Paula Scher: Cuando la frontera es la palabra

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BrunchCultura

Paula Scher es la mujer que reescribe la geografía. Trabaja en un lugar que escapa a los mapas: es un estudio, pero parece el mostrador de un banco. Quizás porque técnicamente era un banco.

A Paula a veces le acompañan alguna guerra, improbables impulsos arquitectónicos, ganas de retarse con el mundo o, como en este caso, una crisis financiera que recoloca nombres y necesita actualizaciones en los mapas. Sólo que los suyos se dibujan con palabras

Paula Scher, nacida hace 62 primaveras en Washington, es ante todo una diseñadora (“artista es como me llaman los demás”, me corrige) e, incluso, hija del arte: su padre fue uno de los más destacados personajes de la cartografía moderna y en sus años de investigador, a cargo del gobierno estadounidense, sus estudios sobre la corrección de las distorsiones de los mapas contribuyeron sustancialmente a gestar las bases para el sistema que, unos años después, Larry Page y Sergey Brin bautizarían como Google Maps, el instrumento que cambiaría para siempre el mundo de la cartografía. Se deduce pues que Paula, desde los primeros años de vida, cierta relación estrecha con los mapas debe haber desarrollado. “Mi padre siempre me decía que no existían mapas correctos: para él mejorarlos era una misión”. Paula, sin embargo, diseña los mapas a su modo y, para ello, utiliza las palabras.

El padre de Scher es uno de los investigadores más destacados de la cartografía moderna

“Empecé a dibujar por casualidad un mapa. Estaba trabajando para un cliente sobre un proyecto, un conocido vio mis bocetos y mostró su interés por comprar uno de mis trabajos. ¡Fue algo tan emocionante! Era la primera vez que alguien se interesaba en lo que hacía alejado del ordenador. Así que tomé fuerzas y emprendí mi recorrido creativo”. Para llegar a ser la artista de hoy, cuyas obras cuestan un millón de dólares, el recorrido fue largo. 

Los errores “forzados” por las compañías petrolíferas

Sus obras pueden llegar a costar un millón de dólaresPara empezar, he aquí un proceso extenuante de reelaboración de los contenidos de los planos a una escala enorme (Paula consulta diversas décimas por el mismo territorio), donde el paisaje se transfigura por los mismos nombres de las ciudades, ríos, mares y cadenas montañosas que lo habitan; un lugar más allá donde los límites los ponen las palabras y los territorios se cansan de contener a todos sus nombres. Un lugar donde perderse se vuelve mágico, donde el error se convierte en peculiaridad y contribuye a hacer aún más única una obra que tiene precedentes en la historia del arte. “Mi padre siempre me enseñó que todos los mapas contienen errores. No todos inintencionadamente; es más, muy a menudo, por ejemplo, son las compañías petrolíferas las que deciden el 'grosor' de una calle en un mapa, en función de cuántas estaciones de refinado tengan establecidas en esa zona. No hay ninguna otra razón, y pensándolo bien, algunos caminos deben resultar más importantes que otros. Desde este punto de vista, la mía es una interpretación de la realidad virgen, ingenua si queremos. Sin embargo, no por esto debe ser menos digna ontológicamente hablando, que la oficial del Gobierno o del New York Times”. 

“La escala distorsionada, los errores de ortografía: todo contribuye a mi prospectiva única del mundo”. Paula diseña sus mapas íntegramente a mano, con pinceles de tela, entrando en una dimensión casi física con su propia elaboración que, al final, asume dimensiones de unas medidas exageradas, que incluso inculca temor a la vista, y a la vez, incita a acercarse y a embarcarte por el mundo que ya nos engloba.

En Europa, donde los nombres son más grandes que los estados

“He diseñado casi todo el mundo ya, aunque obviamente hay lugares que me fascinan más que otros”. Paula nos presenta alguna de las representaciones de sus obras: Manhattan de noche, de día, la representación del tsunami o Europa. “África, por ejemplo, es quizás el continente que me interesa más. Sin olvidar que es el más increíble de representar. Es sorprendente cómo el francés penetró por todas partes, incluso en las aldeítas más insignificantes. He aprendido mucho más sobre la colonización que estudiando cualquier tratado de historia”. Por los mapas aparece una China en caracteres Pinyin, no en ideogramas. “Aunque la Ruta de la Seda es terriblemente fascinante, vuestra Europa es todo un desafío. Encuentro, sin embargo, maravilloso que tenéis estados realmente pequeños que no son capaces, si quiera, de contener su propio nombres”.

Paula da vida obviamente a una pasión maníaca por el estudio de las letras o caracteres: las fuentes en las que se inspira son las de la familia Sans-Serif o de palo seco, con corte sin perifollos para optimizar la legibilidad rigurosamente en letra de imprenta. Así, cuando saca de los cajones del mostrador su idea de Europa, no puedo evitar mirar esa bota hecha de Genovaromamilanotorinonapolipalermo, rodeada de nombres que se sustituyen ligeramente en la llanura de Padana, y la T de Trento que se refugia como los Alpes del viento y de las corrientes de aire, y la V de Verona y Venecia que se incorporan a las corrientes nórdicas. Hasta encontrar el lugar que llamo“hogar” y descubrir emocionado al encontrarla escrita así tan grande, tan fuerte, como si alguien hubiese olvidado de incorporar un ‘Bloq Mayús’ en el teclado: LA ESPECIA. 

Y es en este punto donde Paula se me acerca a la oreja y, muy bajito, me susurra: “Podría enseñarte otros mil mapas, pero ahora que has encontrado el tuyo, no serás capaz de separarte de él”.

Fotos: Filippo Lubrano

Translated from Paula Scher: quando il confine è (letteralmente) la parola