Reflexión sobre la apertura de un espacio cultural (¡de barrio y europeo!) con ambiciones.Abierto desde el 11 de octubre, el nuevo centro cultural parisino, el espacio CentQuatre (o 104, como el número de la calle Curial que preside), es colosal. En todos los niveles.
Colosal en primer lugar por su estructura: un antiguo servicio municipal de pompas fúnebres de 39 000 metros cuadrados, de dieciocho talleres de artistas, dos salas de espectáculo y una zona de ensayo. Visitar el centro por la tarde es una experiencia asombrosa, incluso aterradora: frío, espacioso y casi vacío, el espacio CentQuatre conserva aun un poco de su pasado mortuorio. Pasado que explotan los artistas y que es una problemática importante del centro: publicación de libros-obras de arte sobre la historia del lugar (bajo los títulos de “Carne fría” y “París último viaje”), y también la presentación de una tienda de suvenires falsa con las tazas y las camisetas irónicamente adornadas con fotos de ataúdes…
Colosal, el CentQuatre lo es también por el dinero que se ha puesto en juego: los trabajos de renovación, que duraron tres años han costado 100 millones de euros. Sin contar con el presupuesto anual del centro: 12 millones de euros, 8 de los cuales se hace cargo la ciudad, suscitando la polémica, por supuesto. Si la eterna cuestión sobre el coste del arte parece desfasada, al menos podemos preguntarnos: ¿aporta algo nuevo el CentQuatre?
Una nueva apertura
El aspecto colosal del espacio CentQuatre no se debe sólo a su apariencia sino también a que es un proyecto vasto y ambicioso. El CentQuatre está pensado como un laboratorio artístico donde se investiga e innova: acoge a artistas de todo el mundo, en estancias más o menos amplias (de un mes a un año) que invierten uno de sus talleres del centro y crean bajo la mirada de los curiosos visitantes. Estos proyectos deben mezclar artes que han estado separadas demasiado tiempo: danza, teatro, artes visuales o plásticas, pero también diseño, circo, paisajismo…
Este desarrollo de las artes y su encuentro van acompañados de una extensión espacial y cultural: en efecto el CentQuatre quiere ser “un lugar dedicado al mundo” (como dijo el alcalde de París, Bertrand Delanoë). Por la acogida de artistas internacionales pero también por su implicación en proyectos transversales. El centro coopera con Radialsystem V (en Berlín), Zone Attive (En Roma) y Matadero (en Madrid), que tienen en común ser centros culturales europeos instalados en edificios industriales renovados (antiguos transformadores eléctricos, mataderos) a los que se añade un interés de transmisión a la vez que de innovación artística y de cruce de disciplinas.
Por último, el CentQuatre extiende su ambición más allá de las fronteras europeas y de los artistas ya nombrados: entre sus proyectos, una colaboración con los alumnos del California Istitute of Arts (CALARTS) que podrán presentar sus producciones y debatirlas allí mismo.
¿Una provocación?
Pero a fuerza de verlo todo a lo grande, ¿es que no ve lo que tiene delante de sus narices? Porque visitar el centro implica también enfrentarse a un distrito y un barrio de los más desfavorecidos de la capital y este amontonamiento de burgueses-bohemios en ese monstruo arquitectónico y cultural parece más una provocación. Los creadores del proyecto y la ciudad no han querido olvidar a los habitantes del barrio: sala de ensayo a un precio simbólico, personal de contención voluntario en el barrio…Queda por ver si esto es suficiente y si esta ambiciosa liberalización de las artes y de las fronteras no es a costa de un detrimento de la liberalización social…