Para una constitución europea, un referéndum europeo
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marta agosti pinillaArtículo publicado el 6 de enero de 2003 Hace falta reconciliar Europa con sus ciudadanos. Si tenemos Fe en la Democracia y en Europa hay que darle una oportunidad al referéndum. La elección del pueblo.
La Conferencia Intergubernamental (CIG) –que comienza sus labores el 4 de octubre de 2001 para no finalizar al menos hasta septiembre de 2002- tendrá que conciliar las aspiraciones parlamentarias y de representación de la sociedad civil con aquellas propias del gobierno. La Conferencia introduce así el sesgo de la realpolitik en el propio corazón del texto fundador de una nueva Europa. En efecto, la Convención ha insertado, de manera progresiva, elementos de las delegaciones gubernamentales que se convertirán en primavera en una especia de CIG informal. Los recurrentes viajes de Valery Giscard d’Estaing a las distintas capitales europeas parecen, paralelamente, reuniones familiares alrededor de la cual se marcan las “líneas rojas” de cada gobierno.
Cierto es que la CIG, que reúne a los jefes de Estado elegidos mediante sufragio universal por los respectivos pueblos europeos, tomó el relevo de una forma de democracia: la democracia representativa. También es cierto que la democracia es un régimen agotador. Tanto, de hecho, que tuvo que ser hecha por los dioses, según Rousseau; y que la sabiduría popular ignora, a menudo, los debates políticos. Pero, ¿son estas razones suficientes como para no pensar en Europa como un impulso voluntario, un trabajo de uno mismo que se nutre del acuerdo de cada uno para definirse como un todo inquebrantable?
Reconciliar Política y Ciudadanía
La iniciativa para un referéndum, a pesar de las divergencias de opinión, de la desinformación y de las críticas jurídicas, sustituye a la política allí donde menos los esperábamos: en el seno de la acción. En este momento, clave en la formación de Europa, hace falta reconciliar la política con la acción política y sus ciudadanos. El referéndum paneuropeo, una demanda de adhesión en toda Europa de la parte de todos sus ciudadanos, puede aportar esa deseada “legitimidad democrática”, tan a menudo olvidada por una clase política muy “despistada”.
El referéndum sigue siendo, con el veto popular, la revocación popular y la iniciativa popular, el medio esencial de una democracia semi-directa. Constitucional, legislativo o consultivo, admite un poco más de cada uno de los participantes. “Uniéndose a todos, el ciudadano obedece, sin embargo, a sí mismo, siendo libre”. Los referendos, recuperados cada cierto tiempo y cargados de desinformación, humanizan la política. El referéndum es entonces, lejos del plebiscito, la instancia suprema de una decisión, como lo ilustran las dificultades del gobierno francés para superar los resultados negativos de los referendos consultivos en Córcega y en el seno de la compañía estatal eléctrica EDF.
Esta realidad, así como la necesidad de remediar un supuesto “déficit democrático”, ha animado a numerosos firmantes a apoyar la petición de un referéndum paneuropeo propuesto por organizaciones democráticas de 22 países europeos.
“Vamos a perder la independencia y la libertad”
Muy distintos horizontes políticos (Alain Lamassoure –democristiano-, Jürgen Meyer –socialdemócrata-, John Gormley –Partido Verde-, Lone Dybkjae –liberal demócrata-…, etc.) han recogido la voz de una decena de ONG europeas (tales como Civic participation society, June Movement, Démocratieplus…). La proposición del referéndum fue presentada por Tomar Karas al Parlamento Europeo, en relación al artículo 51 del tratado, señalando los beneficios y el símbolo de tal acción: “sensibilizar a los ciudadanos europeos de las labores de la Unión Europea”, adhesión y participación máxima, democratización y proximidad, transparencia y “europeización de las políticas nacionales y las consultas nacionales”. ¡Y ha dado en la diana con esta propuesta! La democracia es un régimen fundamentalmente inestable por que debe legitimarse constantemente en la dialéctica histórica de avance de las libertades. Los gobiernos afrontan, sin embargo, los “dilemas”, los imperativos internos, la deformación nacional de los intereses europeos, los riesgos del rechazo a un país, las dificultades jurídicas. La razón por la que destapan estos problemas es por que ellos mismos no han sido capaces de resolverlos.
En efecto, la simultaneidad en las elecciones europeas podría llevar el debate más hacia las personalidades políticas que hacia el fondo de las cuestiones propuestas. En efecto, Alemania, Grecia y Portugal no disponen, visto el resultado, de referéndum constitucional (obligatorio o facultativo). El referéndum consultivo sólo sería para ciertas constituciones europeas, (como la griega o la española). Mientras que la constitución polaca impone, en caso de rechazo, un periodo de espera de 4 años para otro referendo. Es cierto que no existe una red europea de información tan afianzada como las cadenas nacionales de televisión y la desinformación de la que hacen gala es preocupante. Diarios como The Times no dudan en publicar cosas como: “Será la constitución alemana la que se impondrá sobre las demás y tendremos el modelo de Bismarck en lugar del modelo napoleónico. Vamos a perder la constitución británica, vamos a perder la independencia y la libertad” (The Times, 14 de marzo de 2001). Sin embargo, lejos del las utopías o de desestimar estos problemas, la superación de estos obstáculos es posible. Es, además, necesario. La democracia se juega en cada uno de nosotros y se manifiesta como una reflexión: nos hace preguntas, interroga sobre nuestras ideas, nutre el terreno del pensamiento que nos hace vivir. El referendo consultivo es posible más allá del silencio de los textos jurídicos: Italia, por ejemplo, ha utilizado este procedimiento en 1989 para la atribución de poderes constituyentes al Parlamento Europeo.
Las constituciones las firman los pueblos. Los tratados, los gobiernos.
El referendo puede fijarse en diferente día que las elecciones parlamentarias, de manera que no sea un referendo “sanción” en donde censuremos a los gobiernos nacionales.
La organización de un referéndum jurídicamente aceptable, que exija una doble mayoría de estados (2/3 de los Estados miembros) y de los ciudadanos (un 60% de la población representada), no impide la realización de un referéndum nacional, de manera que cada país confirme su opción de continuar en la Unión Europea.
Así, como nos recuerda el informe de la ONG IRI Europe, sintetizando las aportaciones que este referéndum tendría, éste reivindica el verdadero nombre de la democracia, permite aumentar el apoyo popular a favor del apoyo al proceso de construcción de Europa, armoniza las aspiraciones de los ciudadanos con las de los gobiernos, refuerza la identificación y la comunicación entre elites y naciones. Las constituciones las firman los pueblos, los tratados los gobiernos.
El referéndum conlleva la pregunta de la naturaleza de la democracia y de la Fe depositada en el hombre. Aunque el hombre no sea Dios si podemos esperar una cierta sabiduría que se ve menos teñida de la inercia de la nación. Si quieren, podrán participar en la construcción de su futuro. La política tiene futuro. La voluntad política es una decisión: hagámosla.
Translated from Pour une Constitution européenne, un référendum paneuropéen.