Palestina sobrevivirá a Arafat
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Con la muerte de Arafat, Palestina puede aprovechar para cambiar de estrategia y resolver su conflicto con Israel. El crisol multilingüístico europeo acaso juegue un papel trascendental.
Muchos piensan que tras la muerte de Yasser Arafat, el futuro de Palestina, de Israel, de la confrontación cultural transfigurada a escala internacional en terrorismo internacional y guerra en Irak, y de la propia relación entre Occidente y el universo árabe, desembocaremos en un punto de inflexión. Pero no es así de sencillo.
El futuro de Palestina es un camino plagado de obstáculos
A primera vista –y siendo optimistas-, la desaparición del rais no tiene porqué desatar luchas fratricidas entre palestinos por la sucesión en el poder, pues la constitución del país prevé normas para este caso: a la muerte del Jefe de la autoridad palestina, será el presidente del Consejo legislativo quien ostente la representación del Estado durante 60 días, al término de los cuales convocará elecciones para elegir nuevo dirigente. Por otro lado, los estatutos de la Organización por la Liberación de Palestina también regulan la sucesión en la presidencia del organismo. No deberían existir, entonces, motivos para temer una transición violenta que divida más al mundo árabe e imposibilite retomar negociaciones en el conflicto israelo-palestino. Podemos deducir que si todo esto acontece pacíficamente, sin luchas intestinas, una generación de pragmáticos respetuosos de la institucionalidad puede haber accedido al poder en Palestina, con las garantías que esto aportaría al proceso de paz en la zona. Supondría quizás un alejamiento de posiciones esencialistas que tanto dificultan el entendimiento entre Occidente y el mundo árabe. Además, tendríamos al pueblo palestino y a sus dirigentes orientando todos sus esfuerzos hacia el éxito de este proceso, desviando así su atención de Irak, ahora que los ataques a Faluya arrecian y sabiendo lo mucho que a lo largo de los últimos años se han retroalimentado los conflictos palestino e iraquí. Tal sería el mejor escenario para que la diplomacia europea entrara en acción.
Europa puede ser un interlocutor mejor
Pero los problemas de Palestina y del mundo árabe son más complejos. Éstos deben operar una revolución en su estrategia de comunicación. Llevan decenios desunidos incluso en relación con la causa palestina. Es importante que se pongan de acuerdo y hablen con una sola voz si quieren resolver los problemas de incomprensión de los que tanto se lamentan cuando se dirigen a Europa y a los EE UU. Finalmente, una vez que tengan esa única voz, deben elegir con cuidado a quién quieren como interlocutor y mediador: el mundo árabe se ha especializado demasiado en la interlocución con el mundo anglófono, y esto no le ha reportado especial rédito ni comprensión. Quizás sea el momento de que diversifiquen la interlocución hacia otros universos lingüísticos como el francés, el español o el alemán. Es más, el propio universo lingüístico comunitario, con su hábito negociador y su tradicional buena relación con los árabes, puede ayudar a fraguar una unidad de árabes y unos acuerdos de mínimos que pongan en entredicho la voluntad o la capacidad negociadora de israelíes y estadounidenses y los fuerce a llegar a un acuerdo, más aún ahora que Bush –poco sensible a las reclamaciones palestinas- ha renovado su mandato.
La maquinaria diplomática de los países comunitarios posee lazos que llegan muy lejos en muchos países. Palestina debe saber utilizar, ahora que se abre una nueva página de Historia tras la muerte de Arafat, las ventajas que ofrece la UE a la hora de presentar ante la comunidad internacional un acuerdo de mínimos con los dirigentes israelíes respaldado al unísono por toda la comunidad de países árabes. A veces todo es cuestión de marcas, y la marca “Europa” está en alza.