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Olmert, el burócrata convertido en estadista

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Los centristas del Kadima han sido los más votados en las elecciones en Israel: un éxito para Ehud Olmert, el ex delfín de Ariel Sharon.

Lo ha logrado, Ehud Olmert ha mudado el hábito gris de burócrata para vestir el de estadista reconocido por el pueblo. Es cierto que los 28 escaños conseguidos por su partido, Kadima, sobre los 120 con que cuenta la Knesset (parlamento de Israel), le obligan a coaligarse con los laboristas y otros partidos minoritarios. Pero este primer ministro interino israelí acaba de recibir la legitimidad que hasta hoy sólo la voluntad y la enfermedad de su mentor, Ariel Sharon, le habían concedido. Olmert representa el futuro de una jefatura de gobierno sin por ello ser –después de muchos predecesores provenientes del ejécito- un antiguo militar. El pragmatismo ha sido el arma convincente de este funcionario, un pragmatismo que ha sabido conservar a capa y espada en un país en el que la política se ha visto siempre inspirada por lo más acusado de la ideología y del dogma.

Todod comienza en Jerusalén

Hijo de un agricultor ultranacionalista, en política desde los años setenta, Olmert ha completado el ciclo de su carrera como representante político desde que en 1993 fuera elegido alcalde de Jerusalén. Desempeñó el cargo durante una década, menos preocupado de la administración de la ciudad santa que de construirse una lenta pero inexorable escalada hacia lo alto del gobierno, bajo el ala protectora de la apisonadora Sharon.

“No tiene mérito ninguno”, dice de él Gerald Steinberg, profesor de la Universidad de Bar-Ilan, “pues su virtud principal es precisamente no tener nada de excepcional y nada de pésimo. Así es como ha encontrado siempre espacio para su iniciativa.” Durante sus años en la alcaldía de Jerusalén, desarrolla el concepto de consolidación del Estado hebreo. Un diseño que le lleva a apoyar con decisión el refuerzo de la presencia israelí en la parte oriental de la ciudad, con el fin de consolidar la ocupación iniciada con la guerra de 1967. La misma idea que le llevará, años después, a inspirar al primer ministro Sharon la retirada unilateral de Gaza.

Un camino que muchos han considerado incoherente, pero que refleja el espíritu que ha inspirado el nacimiento del partido Kadima: el objetivo es fijar de una vez por todas los confines del Estado israelí, anexionándose una parte del territorio y dejando el resto a los palestinos. Un programa que puede llevarse a cabo de manera independiente a las negociaciones de paz con los palestinos, e incluso de modo unilateral.

La consigna: hitkansut, o “consolidación”

Esta filosofía no se ispira ya en viejos conceptos, sino en la nueva idea del hitkansut, que en hebreo significa consolidación y reagrupación. Implica fronteras seguras para el Estado hebreo y un futuro Estado palestino netamente separado, al otro lado del muro. El asunto es clave, pues viola un tabú: abandonar gran parte de los territorios biblicos de Judea y Samaria significa el fin del sueño por el Gran Israel.

El resultado es claro: el electorado israelí, laico en su mayor parte, ha premiado a Olmert. Una realidad que no se justifica sólo por el efecto coadyuvante Sharon, que sigue hospitalizado. Ni halcón, ni paloma; la nueva formación de centro ha ha sabido pescar a diestro y siniestro en una opinión pública cansada del asedio. La victoria de Hamás en Palestina ha empujado en lamisma dirección: la de la necesidad de encontrar un camino de estabilidad que recorrer sin tener que ponerse de acuerdo con el eterno enemigo.

El pragmático Olmert, el político sin pedigrí militar, ha sabido interpretar elánimo de su país. Desde ahora tendrá un lugar seguro en una nueva página de la Historia meridional.

Translated from Olmert, il burocrate divenuto statista