Olivia Pedroli: Bienvenidos a su guarida folk, clásica y experimental
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Yasmina Guye SanchoSólo el hecho de escuchar esas cuerdas vocales afinadas desde la niñez, pasada en Neuchâtel, hasta alcanzar el auge en Reykjavik, nos permite entrar en un universo cálido y colorido, el universo de Olivia Pedroli. Incluso los colegiales que están detrás de mí no han abierto la boca en todo el concierto.
Entre bambalinas, Olivia vuelve a la realidad chupando caramelos de propóleo y guiándonos entre las influencias folk, clásicas y experimentales que componen su guarida. ¿Entramos?
Con el violoncello apoyado en la pierna y la guitarra en la mano, se divierten mientras el vigilante del hotel se pone nervioso al ver su vestíbulo invadido por los cables y con todas las mesas movidas. Se queda en la entrada del antro, quizás sea demasiado humano. No parece que a Olivia le sorprenda el desapego del vigilante: “No quería sacar un disco en el que las canciones se escuchan una detrás de otra sin más, sino más bien un disco que tenga un sonido, un disco con el que pueda llevar a la gente hacia un nuevo lugar, un nuevo universo. Por eso el título The Den ("la guarida") es sumamente importante. Esta es la puerta; pueden entrar o no, pues no es forzosamente fácil; pero, una vez dentro, cada uno puede dar rienda a su imaginación”.
La música lo es todo
El hotelero espera fuera mientras entro en el refugio de la artista. El aire es limpio pero, rápidamente, empieza a cargarse; quizás sea por las capas de la vida de Olivia que encajan las unas dentro de las otras como las piezas del Tetris. La primera capa es la de una jovencísima suiza que ya sabe lo que quiere: “Mi vida ha estado siempre mecida por la música. Tenía 5 años cuando empecé a tocar”, nos explica en un bar cercano al Café de la Danse, donde tocará al día siguiente. “La música forma parte de mí, de mis células”. Con un hermano mayor jazzman, una abuela pianista y 13 años de clases de violín en el conservatorio en la mochila, Olivia decidió irse porque “quería ver mundo”. Pasó primero un año en Nueva Zelanda, donde no soltó su guitarra y sólo tocó canciones de Ben Harper y otros artistas “de esos que tocas cuando tienes 18 años”, luego estuvo en Canadá y en Tailandia, donde trabajó en un orfanato.
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Chamane
Es toda una suerte que la guarida de Olivia sea extensible, pues pronto añadió sus primeros textos a sus peregrinaciones iniciales, sus encuentros y su buena estrella: “Un amigo me invitó a una noche jam session en la que, casualidades de la vida, me crucé con alguien que conocía a uno que estaba preparando un nuevo festival… Mis temas le gustaron y me propuso tocar en el festival…”, ¡y ya está, en el bote! Olivia compondrá el elenco de artistas que participarán en la primera edición del Caprices festival, ese festival de Crans Montana que se ha transformado en un evento ineludible en Suiza. Tras un sorbo de té de verbena y un caramelo de propóleo, Olivia respira y se pone a hablarme de Simon Greber y de su importantísima colaboración: “Con su experiencia pudo ayudarme a montar mi primer disco. Más adelante le presté las llaves para que montara el segundo álbum y luego nos fuimos de gira por Escandinavia, Bélgica, Holanda…” con teloneros de lujo: Alain Bashung, Marianne Faithful y muchos más. La guarida se ensancha: Olivia, la chamán suiza que habla mirando hacia arriba y sin parar, se alimenta de los encuentros que hace y los transforma en oportunidades. Tras la temporada Simon Gerber, quien se puso a trabajar con Sophie Hunger, Olivia colabora con Valgeir Sigurðsson (el productor islandés de Björk y Cocorosie entre otros), una persona indispensable cuando se trata de mezclar folk, clásico y experimental.
Islandia: tierra fría y comunidad de artistas
Concienzuda y aplicada, Olivia le pidió consejo a Ane Brun, cantante noruega producida por el sello Bedroom Community de Valgeir Sigurðsson, para saber cómo trabaja el compositor de Bailando en la oscuridad (de Lars Von Trier, con Björk, 2000), y se fue para Reykjavik: “Me fui sola con mi guitarra y mi universo, pero ya había escrito los temas y los arreglos de mi futuro álbum. Sabía lo que quería y Valgeir se dio cuenta y pudimos empezar a crea un diálogo entre nuestros universos enseguida. De ese diálogo surgió The Den” : la guarida. Está claro que Islandia tuvo algo que ver con la creación de ese refugio en el que unas veces nos parece ver a lo lejos un paisaje nocturno de Reykjavik, y otras oír el pulular de los bichitos y el sonido de las hojas. “Los islandeses tienen la gran suerte de vivir en un país pequeño y alejado de todo (lo mismo podría decir de Suiza) en el que siempre es de noche… Eso despierta los sentidos y en el fondo todos son un poco artistas”. En su guarida hay conciertos experimentales, veladas “en las que se habla con Sigur Ros y Hjaltalín como si fueran amigos de toda la vida”. Resumiendo, el escondite de Olivia es un lugar donde “nadie va de chulo” porque, en Islandia, “ si vas de creído, no te tiran a patadas, pero…” ¿Y qué pasa con los que están fuera? Olivia no lo tuvo muy difícil para entrar en ese mundillo pues en el sello Bedroom community la tradición quiere que todos los músicos participen en las grabaciones de los demás; de hecho, Olivia pudo introducirse en el círculo y pulir su guarida en seis semanas de estudio. Dentro, “se da rienda suelta a la locura”, pues “la voz vehicula las emociones”.
Foto: Portada: ©Yann Mingard; Olivia Pedroli al piano y en el estudio: ©Ernir Eyjólfsson; en concierto en París: ©Emmanuel Haddad; vídeo: Raise Erase : ©Soul Kitchen
Translated from Olivia Pedroli : squattez sa tanière folk, classique et expérimentale