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Nuestro futuro: una partida que se juega en nuestros campos

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El sector agrícola tampoco se libra de la crisis que afecta a nuestro sistema económico actual. Una reforma del mundo agrario es sin lugar a dudas inevitable, pero ¿qué camino hay que tomar? 

Bajada general de la productividad, alta tasa de desempleo, ralentización del PIB… unos elementos que prueban, en definitiva, que nuestra economía se ahoga. Y aunque algunos siguen creyendo que nuestro sistema es viable, otros tratan de encontrar una solución a los problemas económicos y sociales actuales pensando para ello en una transformación que conduzca a un sistema duradero. Un sector económico mayor, con una población agrícola (activa y no activa) que se elevaría a unos 2.6 millones de personas: el mundo agrario no escapa tampoco a esta mutación.

Alimentar al conjunto de la población mundial. Este es el principal reto al que se enfrenta el mundo agrícola. Esta afirmación puede parecer lógica, y sin embargo… Según el informe de 2014 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentation y la Agricultura (FAO) sobre «el estado de la inseguridad alimentaria en el mundo», 805 millones de personas aproximadamente estaban en situación de subalimentación crónica en el periodo 2012‑2014. Aunque el informe del último decenio constata una mejora (menos de 100 millones de personas subalimentadas), la situación sigue siendo alarmante y crítica. En consecuencia, nuestro sistema de producción actual muestra sus límites y la necesidad de reformarlo crece sin parar. Pero ¿cómo hacerlo?

¿Qué pistas seguir?

En primer lugar, los expertos coinciden en que es necesaria una acción a nivel mundial. El conjunto de los actores del mundo agrícola tienen que redefinir su posición en la cadena de producción para maximizar la eficacia y esto, en todos los lugares del planeta.

Después, parece indispensable reforzar el vínculo entre medio ambiente y agricultura. Una biodiversidad duradera es un aliado natural de calidad para el sector agrícola, una prueba de lo cual es la importancia de los insectos polinizadores en la mejora de los rendimientos y de la calidad de las cosechas. Hay que hacer entender a los agricultores, y a los otros, que la protección del medio ambiente y de la biodiversidad representa una inversión para el futuro y no un coste. Un capital natural sano es sinónimo de una agricultura fuerte.

Otra prioridad para un sector agrícola duradero es el agua. Aunque su precio no iguala todavía al de su primo negro, el oro azul constituye verdaderamente el elemento fundamental de la producción agrícola. De hecho, este sector consume en la actualidad el 70% del agua dulce en el mundo. Hay que aprender a gestionar más eficazmente estos recursos para no agotarlos y, sobre todo, para poder utilizar ese agua dulce con otros fines.Por otro lado, también es necesaria una mejor gestión de los suelos. La degradación de los terrenos cultivables, causada principalmente por la urbanización intensiva, la deforestación o la utilización masiva de abonos, representa un enorme peligro para la producción agrícola. Es preciso evitar una presión excesiva sobre los terrenos agrícolas y promover una urbanización más duradera.

En definitiva, la ciencia parece ser la llave que permita resolver esta difícil ecuación. La innovación es un modo de paliar los problemas de eficacia de los rendimientos de la producción alimentaria, dada la imposibilidad de ampliar la superficie de los terrenos cultivables. Frente al aumento de la población mundial, es primordial invertir en las nuevas tecnologías para mejorar la rentabilidad de los terrenos, garantizando así el restablecimiento del vínculo entre naturaleza y agricultura. Fuera los pesticidas y organismos modificados genéticamente y bienvenida la nueva ola de la agroecología.

La Unión Europea: el director de orquesta

La Unión Europea juega un papel protagonista en el desarrollo de una agricultura duradera. Primer exportador e importador de productos agrícolas y líder mundial en materia de protección del medio ambiente, tiene que servir de ejemplo a otros Estados y negociar con ellos para que se embarquen en una transición duradera. Además, gracias a un clima templado al que afectan menos las variaciones de temperatura, la UE tiene la suerte de tener una producción agrícola relativamente constante y tendría que ayudar a otras regiones del mundo donde los cambios climáticos pueden destruir las culturas y perjudicar la situación económica y social de un país. La influencia de la UE en materia de ciencia y de innovación es también muy grande, puesto que es uno de los principales actores de este campo. La Unión Europa tiene todas las cartas en la mano para convertirse en el motor de una transición ecológica y agrícola.

No hay futuro sin agricultura

Decir que la agricultura ya no es uno de los principales sectores económicos es en realidad un eufemismo. De hecho, el hombre moderno no podría sobrevivir sin cultivar la tierra. En consecuencia, no hay futuro sin agricultura. O sea, si queremos dejar a las generaciones futuras la suerte de sobrevivir en nuestro bello planeta, es hora de entrar en una nueva era. Una era no solo buena para los asuntos económicos y agrícolas, sino sobretodo buena para nuestro planeta y  las generaciones futuras. 

Translated from Quand notre futur se joue dans nos campagnes