Nomads: un restaurante beduino en Ámsterdam
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Diana Rodríguez GonzálezEn una ciudad en la que todo ocurre a plena vista, encontrar una joya culinaria bien preservada, escondida e impoluta ante las masas forradas de dólares, puede suponer todo un reto. Pero si abordas la tarea con cierto rigor y exploras los elegantes canales, pronto descubrirás que Ámsterdam, la ciudad de las luces tenues y las ventanas sin cortinas, tiene mucho más que ofrecer de lo podría parecer.
Un paseo por la capital de los Países Bajos puede ser agradable y agotador a partes iguales. Si te apetece disfrutar de una encantadora cena mientras te recuestas en un diván repleto de cojines, solo existe un lugar que pueda cumplir todos tus deseos. En la ajetreada calle Rozengracht (que literalmente significa “canal de rosas”), a tan solo unos pocos bloques de la casa de Anna Frank, hallé los escalones que conducían a Nomads, un restaurante de aires árabes. Aunque no hay ningún cartel que lo señalice, de algún modo tanto los locales como algunos turistas parecen detectar su ubicación instintivamente.
Una ambientación de leyenda
Antes de que puedas decir “Ábrete, Sésamo”, la puerta de cobre macizo se desliza, dando paso al interior, a al acogedor atrio de lo que parece ser un hogar árabe lujosamente decorado. Un lugar que evoca los cuentos de Sheherazade. La entrada se ha diseñado tomando como referencia un bahou, la sala donde los árabes reciben a los invitados sin importunar a los demás residentes. Me da la bienvenida una sonriente mesera, que me acompaña a mi mesa. Aunque, en realidad, estoy a punto de descubrir que no hay mesa. Los beduinos comen de grandes bandejas posadas en el suelo.
Sigo a mi anfitriona hasta el Al Kubbah, una zona íntima en la que hay seis nichos, cada uno con exquisitos sofás relucientes. La atmósfera es abrumadora pero desenfadada, una dicotomía que confiere un toque de misticismo al lugar. A cada lado de la habitación hay opulentos espejos rojos colgados en la pared. Los dueños de Nomads se enorgullecen de que todos los muebles han sido especialmente diseñados para este local y hechos a mano en Marruecos y Egipto.
Finalmente, me adentro en la sala principal, una gran área rectangular con un dosel dorado en el centro y suaves sofás alargados adornando cada flanco. Se inspiran en un Wast ad-der, el corazón y centro de la vida social en los hogares árabes.
“Hay mucha demanda de platos al estilo árabe en combinación con una ambientación de local de lujo”, dice Jade Lew, relaciones públicas y directora de marketing. “Nos encanta la forma de compartir la comida de los árabes, lo relajante que es”, explica. Según Jade, hay una gran comunidad árabe en Ámsterdam y cuando Nomads abrió, hace unos 12 años, este tipo de restaurantes eran muy escasos y estaban muy alejados entre sí.
Mezze con ritmos profanos
Mientras me recuesto sobre los cómodos cojines bajo el dosel, me doy cuenta de que se me ha abierto el apetito. Echo un vistazo al menú con avidez, esperando que los platos hagan justicia a la magnífica decoración. También cruzo los dedos y espero que la comida no me desgarre la cartera.
Me decanté por el “menu nómada”, que consta de tres platos: una combinación de mezzes fríos, mezzes calientes y postre. Los mezzes son pequeños platos árabes, que juntos conforman una comida. Según Jade, el menú cumple con todos los requisitos del halal. Solo se usan los productos e ingredientes más frescos y no hay cerdo en la carta. Personalmente, tampoco lo echo mucho en falta.
Me abro paso a través de unos entrantes que hacen la boca agua. Son una combinación de hummus, ensalada de cuscús, crema de berenjena, crema de calabaza para untar y pimientos picantes rellenos de queso de cabra. Los platos calientes incluyen tajine de ternera con ciruelas pasas, tapenade de trufas con almendras, cremosa salsa de menta, queso caramelizado y pollo a la plancha con chutney de calabaza, por mencionar unos pocos. El chef es generoso con las especias. El perejil, tomillo, cilantro, chermoula y estragón hacen que cada bocado deje un fuerte y exquisito regusto. Los mezzes se sirven sobre enormes bandejas redondas de cobre, junto con pan caliente libanés o iraquí. El postre consta de ensalada de frutas y baklavas. El precio, sin contar la bebida, apena supera los 40 euros, lo cual no es nada exagerado para Ámsterdam. Pero la fiesta no acaba ahí. Cuando cae la noche, un DJ se hace cargo de la música, una ecléctica mezcla de sonidos exóticos con aires del lejano oriente. Una bailarina del vientre profesional hace su aparición con movimientos ondulantes y el ansioso público la recibe con una ruidosa ovación. “En realidad no es lo que te encontrarías en una tienda beduina en el desierto árabe; más bien parece sacado de los cuentos de las 1001 noches”, susurra mi acompañante, Ronald, un antropólogo especializado en la cultura de Oriente Medio. “Sin embargo, es una bonita fantasía”, añade, dando una profunda calada a la pipa shisha con sabor a manzana, sin apartar la mirada ni un segundo de las seductoras caderas de la bailarina del vientre.
En el otro extreme del continente europeo, con una vista increíble sobre el río Bósforo, hay otro restaurante Nomads, en la preciosa ciudad de Estambul. Parece que Nomads se está convirtiendo en una franquicia de éxito. Con suerte, en el futuro, más ciudades europeas podrán tener la oportunidad de disfrutar de este concepto único de restaurante.
Translated from Nomads: The Bedouin restaurant in Amsterdam