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Noches calientes tailandesas

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Sociedad

Las animadas calles de Bangkok esconden una sórdida realidad para las jóvenes prostitutas. En este mercado del sexo tratan de sobrevivir y sueñan con Europa.

Almas sensibles absténganse. En Bangkok los escandalosos neones parpadeantes anuncian los pícaros colores de los bares de las calles. En el Soi Cowboy, tras unos cristales ahumados, se desarrolla el verdadero espectáculo. Jóvenes tailandesas, casi desnudas, tratan de seducir a la clientela occidental al ritmo del último éxito de Britney Spears. Algunas incluso utilizan los utensilios más increíbles para dar un toque picante a sus sex-shows.

Un turista alemán acaba de elegir a su presa y la invita a tomar una copa, bajo la atenta mirada de una matrona. Sus movimientos terminarán en la cama si el europeo, el “farang” como le llaman los locales, acepta liberar a la joven de sus obligaciones a cambio de algunos billetes en la mano de la matrona. Esta operación, el “bar fine” (penalización del bar), se añade a los salarios que reciben las señoritas del “Soi Cowboy”: 100 euros al mes más las comisiones por las bebidas consumidas por sus clientes. Un sueldo insuficiente para vivir en Bangkok.

Pero este pobre salario es mejor que nada: en otros establecimientos sólo contratan a mujeres en régimen de free-lance o autónomas. La mayoría recién llegadas de provincias del norte, el sueldo de estas últimas varía en función de la cantidad de alcohol que consiguen hacer ingerir a sus caballeros.

Sus jefes, a menudo inflexibles con sus empleadas, las penalizan económicamente si el cliente se niega a pagar la “bar fine” como debería. Más lejos, en la calle, las prostitutas, a veces transexuales, son llamadas por los que rondan ya la cuarentena: cabellos grises, michelines bajo la camiseta de tirantas y chanclas.

La economía del sexo

Nana plaza, Patpong, Pattaya, Phuket…, ¡son tantos los nombres que evocan el paraíso del turismo sexual en que se ha convertido Tailandia en los últimos años! A día de hoy, el país cuenta con más de 200.000 trabajadores sexuales. Algunos incluso adelantan una cifra de un millón. La industria del entretenimiento que les emplea representó el 3% de la economía tailandesa en 2003.

Aunque los occidentales venidos a Tailandia como turistas sexuales nos parezcan todo un ejército no representan más que el 10% de la demanda en prostitución, dominada de largo por los japoneses, los chinos y los asiáticos en general.

Khoy, ya en la treintena es originaria de una región rural del nordeste del país. Vino a trabajar con dieciséis años en el pseudo-salón de masaje de una amiga en Pattaya. Allí conoció a un cliente con el que mantuvo una relación epistolar durante más de diez años. Este “Jules” europeo le enviaba dinero, todos los meses, pero como no era “suficiente para cubrir las necesidades básicas” ella siguió “masajeando” a otros turistas.

Su “boyfriend”, al corriente de la situación, volvía a verla dos o tres veces al año. Después se separaron. Ella volvió a su provincia, se casó con un tailandés, y luego volvió al Sur a trabajar en el salón que la empleó anteriormente. Un buen día, su “Jules” se la volvió a cruzar y la invitó a reunirse con él en Phuket. Tras lo cual volvieron a estar juntos. ¿Cuento de hadas, juego de pardillos o gana panes?

El recorrido de Khoy es representativo de miles de jóvenes tailandesas que se lanzan al juego del “novieteo”. A veces incluso emigran al país de origen de sus amores occidentales. Un sueño que a menudo viene acompañado por desilusiones múltiples y separaciones.

Prostitución ilegal

l oficio más antiguo del mundo ha conocido una segunda juventud en los años sesenta cuando el gobierno tailandés de la época, preocupado por endulzar el día a día de los “boys” americanos de servicio en Vietnam, creó las zonas de “Rest and recreation”, especialmente en Bangkok.

Desde entonces, los turistas tomaron el relevo de los militares. En la actualidad, la prostitución es ilegal y desde 2001 los sex-shows sólo se dan en los lugares preparados para ello y deben cerrar a las dos de la mañana.

La lucha de los “trabajadores “del sexo” por un reconocimiento de su estatus y por mejores condiciones de trabajo está lejos de llevarse a cabo, pero en este medio oculto y tan lucrativo, donde numerosos occidentales juegan el papel de patrones y clientes, la tarea es dura.

Una voluntaria que trabaja para la fundación Empower, que lucha por el respeto de los derechos de los “trabajadores sexuales” en Tailandia, declaró: “La mirada que me eche la sociedad me es indiferente, hago mi trabajo, eso es todo. No pido la luna, solo querría que se me tratara con decencia en el trabajo, tener más de un día de descanso al mes, tener acceso a la seguridad social…”.

Fotos: Documental sobre el turismo sexual de Jordan Clark (Foto: GalerieDavidCrown/Flickr)Foto página de inicio: (stygiangloom/Flickr)

Translated from Chaudes nuits thaïes