'No sólo duelen los golpes': Maltrato en primera persona
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Pamela Palenciano recorre "la península histérica", tal y como ella la define, contando, a través del teatro, 6 años de maltrato. Con el monólogo "No sólo duelen los golpes", Pamela trae al escenario a Antonio, su maltratador, para que el público juzgue por sí mismo.
"Me ha costado mucho reírme porque son cosas muy duras las que has dicho", confiesa uno de los asistentes. Ella, sentada en el escenario que ha sido su lugar en el mundo durante las dos últimas horas sonríe y asiente. "Juro que si no hiciera esto, no podría contar todos los días lo mismo", admite. "Esto no tiene gracia ninguna, yo lo sé".
Hablan del monólogo "No sólo suelen los golpes" en el que, a través del teatro, Pamela Palenciano nos cuenta su experiencia con Antonio: el hombre que estuvo a punto de matarla dos veces, que anuló todo lo que la hacía ser ella y que le dejó para siempre dentro a "una Antoñita" que reproduce la violencia que sufrió durante seis años. Con grandes dosis de humor amargo, Palenciano narra su historia en primera persona y se pone en la piel de su agresor para desmontar a todo un auditorio que no puede contener el llanto, unas veces, y la carcajada, otras.
"No sólo duelen los golpes" fue la frase que le permitió a Pamela Palenciano recomponer todo el puzzle de su experiencia con el maltratador del que consiguió escapar con vida. "¿Por qué créeis que yo estoy aquí hoy después de 15 años? Aparte de porque no consiguió matarme", reflexiona y nos obliga a reflexionar."Porque no tengo hijos con él, porque si yo tuviera un hijo con ese tío, me seguiría jodiendo la vida a través de mis hijos", se responde.
Al decir estas palabras, coge aire porque algo le oprime el pecho, ella misma lo verbaliza: "Me van a perdonar, pero necesito decir esto y necesito decirlo así porque me duele el pecho". Coge aire, recompone en su cabeza las historias de las miles de mujeres que le confiesan su infierno después de romperse en pedazos con su monólogo, recuerda las amenazas en las redes sociales de hombres, como el de las primeras terapias de Pamela, cuya mujer lo justificaba porque "sólo le escupía en la sopa y la insultaba delante de su hija" y dice con toda la energía que puede sacar de dentro: "Un tío que le hace eso a la madre de sus hijos en la puta vida va a ser un buen padre. Yo no sé qué coño hacen los de SOS Papá, Amor paterno, Custodia Compartida... Eso son plataformas en las que están metidos todos los maltratadores que no van a la cárcel. ¿Lo digo más fuerte?".
Sin embargo, la historia de Pamela no es una historia de buenos y malos. "Las campañas no funcionan porque estamos poniendo la mirada sólo sobre las mujeres. Hay salida para ti y para los maltratadores, tarjeta roja. ¿Qué hago con eso? Creo malos y buenos. Ese es el problema. Yo no soy buena por haber sido maltratada, yo tengo muy mala hostia y muchos defectos. Antonio no era malo del todo todo el día. Ese es el problema. No hay trabajo ni campañas para los hombres. No hay un interés real por cambiar esto. Lo que hace la sociedad es poner parches". Frente a eso, hay que invertir tiempo y recursos y hacer un trabajo integral, siempre respetando los procesos de las mujeres maltratadas.
Y mientras las administraciones se ponen las pilas, "tenemos que generar ya entre todos y todas redes para intervenir siendo creativos y creativas" y proporcionar a las mujeres espacios en los que se puedan sentir fuertes y empoderadas y a los que puedan agarrarse para coger impulso y salir. "Necesitamos inspirar a otros y a otras y que no esperen que el Estado o las leyes lo resuelvan". En el caso de Pamela su espacio fue un programa de radio, que le salvó la vida, y el teatro, que le sirve para poder contar su historia. Pero defiende que cada mujer debe encontrar su propia manera. Eso sí, defiende que las mujeres deberían "ser más amigas" entre ellas, dejar de competir con otras mujeres y crear redes de solidaridad que sean "más fuertes que su violencia".
"Yo no soy psicóloga y me parto en dos; estoy reventada", dice entre lágrimas después de que todo el auditorio del Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras se pusiera en pie para darle un fuerte y cálido aplauso. Entre los presentes, la consternación es más que evidente. No han parado de reír en las dos últimas horas y, sin embargo, todos tienen el semblante compungido y un aire pensativo como si las piezas de su puzzle también se estuvieran ensamblando en ese mismo instante. "Mi proyecto político es deciros que el amor de verdad no duele, que lo personal claro que es político y que 'No sólo duelen los golpes' lo que pretende es incomodar. Yo venía a incomodar, porque para cambiar hay que incomodarse y revolverse de la silla". Objetivo más que conseguido.