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No siempre fue una Noche de Paz

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Los cristianos del bloque del Este celebraban la Nochebuena en familia. Debido a la presión del Estado, las protestas de la Iglesia caían a menudo en saco roto.

Cuando se trataba de la represión de la Iglesia, los comunistas eran muy ingeniosos: en los años veinte, Stalin quiso quitarle de la cabeza a los cristianos que se encontraban bajo su poder al piadoso Papá Noel. Es por eso que crearon a la furiosa Ded Moroz, la fiesta del “Frío Extremo”. La celebración de la Navidad se convertiría en la celebración del Año Nuevo. Ded Moroz (Papá Frío) vendría, de entonces en adelante el 31 de diciembre acompañado del joven Snegurochka, con copos de nieve y regalos para los niños.

Según la Constitución del socialismo, todo ciudadano del bloque del Este podía vivir conforme a su religión. La realidad era distinta: en los años cincuenta, los comunistas ya habían suprimido de los planes de estudio la clase de Religión. La doctrina marxista-leninista rezaba: “La Religión es el opio del pueblo”. El totalitarismo de todos los países socialistas ejercía una presión enorme sobre la Iglesia. Oficialmente, se permitía la asistencia a misa, pero muchos cristianos no querían cerrar las puertas al futuro de sus hijos y vivían con sus creencias ocultas.

Más pulpa que zumo

Diana Schieck dedica dos portales en Internet a la Historia de Alemania del Este. En ellos relata cómo vivió las Navidades en la antigua RDA (República Democrática de Alemania). Los mercados de Navidad sin Papá Noeles ni ángeles eran como cualquier lugar con bullicio. Abastecerse de artículos era también una odisea: apenas había velas, juguetes o exquisiteces. Los ciudadanos de la RDA se alegraban de poder guardar los paquetes que recibían de sus parientes con granos de café y chocolate con leche. “La tarde del 24 de Diciembre no teníamos que trabajar”, comenta Schieck. “La mayoría de las veces había salchichas con ensalada de patatas. Cantábamos canciones tradicionales como por ejemplo Noche de paz”. En cambio, las obras del compositor de cámara, Walter Ulbricht no gustaban al pueblo, en absoluto.

Diana Schieck se acuerda de los cítricos, que sólo se podían adquirir antes de Navidad, de los plátanos con los que todas las familias engordaron algún que otro kilo, de las naranjas amarillas procedentes de Cuba que tenían más pulpa que zumo. ¿Y los regalos? Según la historiadora: “La mayoría de las veces, a los niños se les regalaba peluches, juguetes fabricados por uno mismo o accesorios con motivos indios. Era una celebración alegre y de reflexión.”

En Bulgaria preservaban también sus costumbres navideñas. Al Padre Sotje, al sacerdote de 72 años de la Iglesia ortodoxa San Jorge de Dobritch se le viene a la memoria cómo eran aquellos días: “Los búlgaros trabajaban el día de Navidad y, por la tarde, se reunían en casa. Al igual que los rusos, los georgianos, los serbios y los rumanos, los búlgaros se reunían a cenar en Nochebuena -que no obstante se celebra 13 días más tarde según el calendario juliano- siete pequeños platos que no debían tener carne y cantaban canciones navideñas. Esa era la forma de celebrar la Navidad en tiempos del Socialismo, en calma y con la familia.”

Disturbios en la Noche de paz

No siempre fueron unas Navidades tranquilas para las personas que vivieron en el bloque del Este. Las Navidades de 1981 fueron especialmente amargas en Polonia. La crisis económica perduraba y las tiendas estaban vacías. La Unión Soviética ejercía cada vez más presión sobre el Jefe de Estado, Wojciech Jaruzelski, quien declaró el 13 de diciembre de 1981 el estado de guerra. Se declararon ilegales de nuevo los sindicatos e innumerables activistas, entre ellos Lech Walesa, fueron encarcelados. Por acuerdo general, los países del bloque del Este organizaron el suministro de alimentos para los polacos y la entrega de regalos de Navidad para los niños.

El poder fáctico en el antiguo bloque del Este trataba de ocultar con regularidad que la Navidad se celebraba en la Iglesia. Según el Padre Stojan, “a la misa de Navidad acudían algunas personas mayores”. “No obstante, en la misa de Pascua se reunían tantas personas como podían y, luego, la milicia popular tenía que intervenir”, afirma Nikola Vassilev, quien trabajó en la milicia popular de Bulgaria. Era el apoderado del escuadrón del barrio de Veliko Tarnovo. En palabras de Vassilev: “Poco antes de Navidad, se nos ordenó reclutar con una furgoneta a Koledaris, es decir, personas que debían ir, de acuerdo con la tradición eslava, de una casa a otra cantando canciones navideñas. No se castigó duramente a los Koledaris. Tuvieron que pasar una hora en prisión preventiva para reflexionar y, luego, se pudieron ir de nuevo a casa.”

En Rumania, las Navidades de 1989 acabaron en una revuelta. No sólo los trabajadores, sino también la elite, se atrevieron a manifestarse contra el Régimen en Timisoara y, más tarde, en Bucarest. El dictador, Nicolae Ceausescu, envió a sus tropas de élite quienes dispararon también contra mujeres y niños. Sin embargo, el ejército luchó del lado de los sublevados, tomando el edificio de la televisión pública y retransmitiendo la revuelta en abierto a todos los rumanos y búlgaros. Un tribunal especial rumano condenó y ejecutó al dictador y a su mujer el primer día de Navidad de 1989.

Translated from Nicht immer 'Stille Nacht'