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No se mata sólo en verano: Comprender la masacre de Ankara

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Melisa Laura Díaz

Política

El martes por la noche estuvimos en la manifestación organizada en Turín, en solidaridad con las víctimas por el atentado ocurrido en Ankara. Una oportunidad para intentar comprender lo que podría convertirse en el 11 de septiembre de Turquía

Dilan es una joven turca. Tanto ella como yo salimos de casa para ir a la estación. Vamos a la manifestación para exigirle al presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, que interrumpa el ataque contra el PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán, declarado ilegal en Turquía, n.d.r.) y la población civil de Bakur, el Kurdistán turco, y que vuelva a la mesa de las negociaciones. El primero de noviembre en Turquía tendrán lugar las elecciones anticipadas para renovar el Parlamento. El partido de izquierda pro-kurdo (admitido en la competencia electoral) HDP, tendrá un papel decisivo tras haber logrado sobrepasar el umbral en las elecciones del pasado junio: 10%, el más alto del mundo. 

Al llegar a la estación, ninguno de los dos presentimos que algo va a pasar. Hay pocos policías presentes. Los manifestantes se reúnen, comienzan a brotar las habituales banderas con las siglas de la izquierda alternativa y pasada media hora dará comienzo la marcha. Pero aquí nuestras historias toman un camino diferente.

La historia tiene sus rimas

Con cinco kilos de TNT cada uno, dos kamikazes detonan dos bombas cerca de la estación. Es sábado, casi mediodía, hora punta para la estación principal de la capital de un país con 80 millones de habitantes. Dilan Sankaya murió en el atentado en Ankara. Ella era una activista de la EMEP, el partido laborista turco, una de las decenas de siglas partidarias y sindicalistas que fueron invitadas a salir a las calles a pedir la paz. Con ella murieron (según cifras actualizadas al 13 de octubre) otras 128 personas. Los heridos son más de 500.

Aquel sábado 10 de octubre de 2015 en Ankara entrará en la historia turca con la misma arrogancia con la que lo hizo el 9 de diciembre de 1969 en Milán, o el 2 de agosto de 1981 en Bolonia para la historia italiana: Una masacre, el atentado más grave en la historia de Turquía.

Katil Erdoğan

El 12 de octubre voy a la manifestación de Turín, organizada en solidaridad con las víctimas, los heridos y todos aquellos que salen a las calles para exigir un cambio al Primer Ministro Ahmet Davutoğlu. Destacan las banderas verdes con la cara de Abdullah Öcalan, ideólogo del PKK, relegado a vivir en la isla de Imrali, el "Guantánamo turco" (una historia en la que también Italia ha tenido su parte). El lugar de encuentro es la estación de tren de Porta Nuova, hay cerca de 300 personas. Los coros alternan cantos kurdos y turcos con el lema "Katil Erdoğan" ("Erdoğan asesino"), cantado en voz alta.

Tal como enseñaron aquellos sucesos en Italia, la verdad histórica se revela sólo cuando ya es inofensiva, pero la plaza sabe reconocer las manos que la han bañado de sangre. Aún si no es como parte responsable, es inaceptable que el gobierno no haya sentido la necesidad de mostrarse particularmente afligido por este hecho sangriento. Inmediatamente después de la explosión, camionetas policiales intervinieron con cañones de agua, retrasando los esfuerzos de socorro y aumentando así el número de víctimas. Además, al igual que en otros casos similares recientes, parece que el gobierno no tiene la intención de formar una comisión parlamentaria ad hoc: Las investigaciones ya están protegidas por el secreto de sumario.

En resumen, la impresión de que los dos terroristas suicidas —probablemente reclutados en entornos islámicos extremistas o en la extrema derecha turca— escondan tras de sí aquel "Estado profundo" (también llevado a juicio por decenas de asesinatos políticos cometidos desde los años 90) no deja de ser una idea difusa. ¿Por qué?

ISIS, odio y amor

Las imágenes de la explosión han dado la vuelta al mundo, aumentando la presión internacional sobre el gobierno, el cual lucha hace meses con desafíos macroscópicos que socavan la estabilidad del país. Dos millones de refugiados iraquíes y sirios en su territorio comienzan a crear tensiones sociales, con la extrema derecha turca que quiere reservarse su parte en la arena política. Dentro de la "Fortaleza Europa", mientras tanto, se llevan a cabo negociaciones encaminadas a permitir que el Gobierno turco gestione por sí mismo el asunto. 

Pero, sobre todo, es el contraste con el Estado Islámico el que despierta la mayor preocupación del Gobierno turco en temas de política exterior. Uno de los más poderosos ejércitos de la OTAN parece no ser capaz de erradicar a los extremistas de la milicia, considerablemente menos equipados. Las denuncias de connivencia con el Califato llueven de todos lados: Al menos parece estar confirmada una cierta tasa de indiferencia hacia las fronteras con respecto a los combatientes provenientes del extranjero y reclutados por ISIS en el frente sirio.

Este ataque estaría destinado a fortalecer un país dividido y la opinión pública internacional del mantra evergreen de la seguridad, acreditando al gobierno como el único garante de la estabilidad en las puertas de Europa.

El aumento de los kurdos

Sin embargo, la prioridad del gobierno parece ser la política interna. En junio, por primera vez desde el 2002, el partido gobernante del Presidente Erdoğan, el AKP, no logró obtener la mayoría absoluta. No la alcanzó justo cuando cuando le serviría para introducir una reforma constitucional para transformar a Turquía en una república presidencialista como es Rusia. El HDP pro-kurdo, liderado por el carismático Selahattin Demirtas, tuvo éxito al reunir votos entre jóvenes de la izquierda turca y ha alterado los planes, al lograr que por primera vez haya un kurdo en el Parlamento.

Y aún fuera del Parlamento la popularidad de los kurdos está creciendo. De hecho, su protagonismo internacional aumentó gracias a su papel como únicos opositores de facto al avance del Estado Islámico, al cual le están causando pérdidas como la reconquista de la ciudad de Kobane, símbolo de la resistencia kurda. La partida sobre el tablero de ajedrez geopolítico es aún más tensa después de la intervención rusa en Siria: Davutoğlu reiteró hoy que Turquía no aceptará que se preste apoyo internacional, militar y logístico en contra de ISIS a los kurdos de Siria, considerados por Ankara demasiado cercanos a sus hermanos kurdos como para representar una amenaza a la integridad nacional.

El atentado en Ankara trata de volver a dividir el país. Volver al origen étnico: Kurdos contra turcos. Erdoğan pretende ganar los votos de la extrema derecha anti-kurdos necesarios para superar el 50%, mientras intenta desacreditar a Demirtas y el HDP como cómplices del terrorismo. Después del ataque, la prensa de la oposición ha sido en gran parte silenciada; Erdoğan y Davutoğlu son los únicos con acceso al micrófono. 

Por lo tanto, la reanudación de los combates con el PKK, congelados desde el 2013, se inscribe en esta perspectiva. A pesar de la tregua declarada unilateralmente por el Partido de los Trabajadores de Kurdistán después del ataque del sábado, las ofensivas del Ejército turco no fueron interrumpidas. Un alto al fuego fue decretado por los kurdos para asegurar un ambiente tan sereno como sea posible antes de las elecciones de noviembre. Elecciones que, después de este "11 de septiembre turco", dan literalmente miedo. Un amigo turco de Izmir, Murat, me escribe: "Parece que se avecina una guerra civil a Turquía. Más días sangrientos están por llegar".

Publicado por la redacción local de cafébabel Torino.

Translated from Qualcuno non uccide solo d'estate: capire la strage di Ankara