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No-río: “Debe haber espacio para la crítica a los líderes religiosos”

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Default profile picture antonio asensio

El humorista gráfico más puntero del panorama editorial japonés nos habla de la libertad de prensa, de sus decisivos años en Francia, de Playboy y de lo que significa ser un caricaturista político.

Este es un brunch nada ortodoxo. Nos encontramos a 50 km del Mar de Japón y a 10 km de un volcán. Es una oscura tarde invernal y estoy esperando en una calle azotada por la tormenta de una ciudad de provincias. Es aquí, en Hirosaki, donde tiene lugar mi cita con el caricaturista más puntero de Japón, Norio Yamanoi. Nos encaminamos hacia un café vienés que convertimos en nuestro santuario, mientras nuestros paraguas nos parapetan del vendaval.

De Playboy a París

“Mi nombre No-río, en español quiere decir “No río”. Su cara esboza una sonrisa traviesa. Es un hombre delgado cuyos ojos risueños no traicionan sus 60 años. Viste un pañuelo kefiya, regalo del viñetista palestino Boukhari Baha. A cada paso, No-río confunde las etiquetas que debería definirlo. Él en sí mismo es una curiosa paradoja: un espíritu libre japonés, hablador y presto al debate, cosa extraña en un país donde el consenso del silencio es la norma. Los japoneses rara vez rompen el molde, pero cuando lo hacen, lo hacen a base de bien.

El tiempo se digno de un café irlandés, pero optamos por un más continental café vienés. No-río comienza. “A la edad de 13 años empecé a leer Playboy. Me interesaban las viñetas, que aunque en su mayoría sexuales, me llamaban la atención por su forma de expresión como tal”. Continúa con una sonrisa. “Puedes para de leer un artículo, pero no puedes hacer lo mismo con una tira cómica: en un instante lo comprendes todo y eso tiene fuerza”.

No-río, que estudió español en Tokio a finales de los sesenta, nunca pensó en hacerse humorista gráfico. “En la escuela, mis notas de Arte eran malísimas”. “Llegué a pensar que no tenía talento para dibujar”. El gran año de protestas estudiantiles en Japón fue 1969, a rebufo del París del 68. Durante ese tiempo, recuerda No-río, “quería protestar contra la sociedad y buscaba un medio para expresarme: me decidí por las películas porque pensé que no tenía talento para las tiras cómicas.”

La 5ª de Mozart comienza a sonar a todo trapo en el café. No-río explica que se mudó a París en un principio para continuar con su interés por el cine. Tal decisión fue la que dio el pistoletazo de salida a su carrera como humorista grafico. “En esa época, en Francia se desarrollaba la Nouvelle Vague y la Cinémathèque Française. Había muchos jóvenes que a pesar de no haber hecho carrera en el cine gozaban de grandes éxitos en Francia y en todo el mundo. París era un lugar con muchas oportunidades para los jóvenes”.

La irrupción de No-río en la esfera del humor gráfico político se debe tanto a la rotura fortuita de la puerta de un aseo como a su agudeza introspectiva. “Compartía un apartamento con otros tres jóvenes. Un día, la llave del aseo se estropeó e hice dos dibujos: “ocupado” y “libre”. Toma uno de mis papeles y esboza enseguida las imágenes. La viñeta de “ocupado” muestra un retrete con forma de tanque, en referencia a la ocupación Soviética de Praga; la viñeta de “libre” es un retrete con la Estatua de la Libertad como cisterna.

No-río desarrolló este motivo en una serie de veinte viñetas. “Tuve la oportunidad de enseñárselas a un humorista gráfico japonés que me animó a hacerme profesional”.

La UE puede tener un efecto positivo

El camarero llega con dos panecillos de frutas cuyas pasas resultan ser pasta de alubia pinta. Pasamos de los panecillos a las relaciones internacionales. “En lo que respecta a mis viñetas, apoyo dos cosas: Naciones Unidas y la Unión Europea”. Me sorprende. En Japón y en Asia en general la UE no es una entidad visible, y cuando lo es, provoca más confusión que admiración. No-río prosigue: “La UE debe dar algún tipo de solución a la situación de conflicto bélico global. Ahora que estamos inmersos en el conflicto entre Islam y Cristiandad, en mi opinión, la mejor oportunidad para avanzar es que la UE acepte a Turquía como miembro”.

Le pregunto a No-río, que vivió en Francia diez años enseñando japonés y como humorista gráfico, qué es lo que mas echa de menos de vivir en Europa. Hace una pausa. “La libertad de expresión. Para mí es como si allá no hubiera límites”. Es una respuesta poderosa. “En Japón es difícil dibujar acerca de ciertos temas. En mi opinión, el emperador tuvo cierta responsabilidad en la guerra, pero en Japón no se puede decir tal cosa.”

El viento y la lluvia empujan a más gente hacia los cafés mientras No-río explica que debido la inmensa tirada editorial de diarios en Japón, que roza los 10.000.000 de ejemplares diarios, los periódicos optan por una línea centrista para que las ventas y los ingresos por publicidad no se resientan. “La prensa japonesa es demasiado dependiente económicamente como para ser libre. He dibujado ciertas viñetas que los periódicos nunca publicarán. Para algunos, lo que digo es demasiado duro, demasiado fuerte, pero necesitamos libertad, un espacio donde tratar temas. Debemos hablar con libertad.”

Papel humanitario

Ese espacio que le falta en casa, No-río lo encuentra en el extranjero. Como invitado del Foro Económico Mundial de Davos de 2003 a 2006, y como miembro de la reciente iniciativa de Naciones Unidas Cartooning for Peace, No-río viaja dos veces al año promocionando la paz y la tolerancia con sus viñetas.

Tan pronto como acabamos nuestra segunda taza de café y suena ya la Sexta de Mozart pasamos al espinoso asunto que lanzó el humor gráfico político a la primera plana de la prensa mundial: las caricaturas del profeta Mahoma. No-río recuerda su discurso en las Naciones Unidas en octubre del pasado año, donde se reunió con la elite de los humoristas gráficos para discutir su papel en el mundo actual. “Como budista, me siento muy libre de criticar el budismo. Buda es muy, muy grande y yo, como humorista gráfico, soy muy, muy pequeño, así que no veo como podría dañarle”. Está de acuerdo en que “debemos respetar” las otras religiones y costumbres, pero también debemos aceptar las críticas. “ Si no hay crítica, no es bueno”. Sacude la cabeza y añade, “para los musulmanes Ala es perfecto, pero los líderes religiosos no son perfectos: debe haber un espacio para criticarlos”.

Lanzo mi última pregunta acerca del papel del humorista gráfico político, y el aullido del viento parece acercarse. “El oficio de humorista gráfico se basa en el humanismo. Su tarea diaria es luchar por la paz y la libertad, y en contra de la guerra y la discriminación”.

Próxima entrega: Simon Weathley, fotorreportero de la agencia Magnum

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Translated from No-río: 'There must be space to criticise religious leaders'