Niños rusos en América: nadie gana en “Kramer contra Kramer”
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En la habitual trinidad que suele darse en la mayoría de los divorcios, hay una parte que unas veces suele ser utilizada, unas veces cotizada y casi siempre víctima: los hijos. El reciente fallecimiento de un menor ruso adoptado por una pareja estadounidense cierra por el momento la trágica lista de niños procedentes de Rusia que han sido abandonados o maltratados por sus familias de acogida.
Al matrimonio formado por los Estados Unidos y Rusia hace años que se les terminó el amor. Han mantenido una aparente cordialidad de puertas para fuera, pero en los últimos tiempos los menores se han convertido en excusa —y sin quererlo— para protagonizar una nueva versión de la Guerra Fría: esta vez no atómica y sí diplomática, acorde a los tiempos actuales.
Maxim Kuzmín era un niño ruso que vino a cumplir el deseo de unos padres estadounidenses de formar una familia. Todo parecía que el futuro del pequeño y de su hermano Kiril se abría ante ellos: un nuevo hogar, un nuevo país. Sin embargo, el pasado 21 de enero el sueño se convirtió en pesadilla: Maxim apareció muerto y desde entonces la tragedia dio paso al esperpento.
La madre Rusia, conmocionada por lo ocurrido, culpa a EE. UU. de ser un mal padre que no se preocupa por lo que sucede con sus hijos. El dolor que siente es tan fuerte que ni siquiera es capaz de asimilar el resultado de la autopsia. Por su parte, los forenses aseguran que el niño murió de forma accidental: una conclusión que alimenta el fuego de las sospechas maternales. ¿Quién le hizo los moratones? ¿Por qué estaba solo? ¿Es verdad que le drogaron? Cuestiones que buscan respuesta, temores que en muchos otros casos sí fueron reales.
Rusia quiere saber la verdad, necesita demostrar que EE. UU. permite con su irresponsabilidad que los menores rusos adoptados encabecen una triste lista de muertes, malos tratos, abandono y rechazo. Se trata de un enfrentamiento que, como en un divorcio, ha traspasado el límite de lo humano, la diplomacia y el entendimiento para enfrascarse en lo judicial. En efecto, Rusia aprobó en diciembre la ley que prohíbe las adopciones de niños rusos por parte de familias estadounidenses con el objetivo de proteger a sus hijos.
Esta situación evidencia a la vez dos problemas que convergen en el país más grande del mundo. Por una parte, la falta de condiciones dignas para los huérfanos —“el futuro de Rusia”, como se lamentaba el triple oro olímpico en lucha grecorromana, Alexander Karelin, ahora diputado de la Duma—. Por otra, una flexible legislación que permite adopciones ilegales según denunciaba el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov.
Por supuesto, en un divorcio también están los familiares, quienes han organizado multitudinarias manifestaciones en defensa de "sus hijos" asegurando que deben estar con "su madre". En total, más de 60.000 menores rusos han sido adoptados en Estados Unidos tras la caída de la URSS en 1991. El nombre de Maxim se une a otros 19 niños adoptados que han perdido la vida desde 2001 y aviva lo ocurrido en sucesos como el de Artiom o Denís, cuyos casos de abandono dieron la vuelta al mundo. Por el contrario, aún son presentes en la memoria colectiva aquellos niños que soñaron con un futuro en Rusia.
Fotos: portada, grisha_21/Flickr; texto, o4orange/Flickr. Vídeo: euronewses/YouTube.