Nick Witney: “Si esperamos que 27 comensales se sienten a la mesa, la cena no empieza nunca”
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El 10 de octubre se conocerá el nuevo galardonado con el Nobel de la Paz, mientras en la UE se discute sobre su papel militar y diplomático en el mundo con las elecciones a la vuelta de la esquina
El célebre no irlandés tuvo entre sus causas el miedo de los irlandeses al militarismo y a la pérdida de la neutralidad de su país. Al mismo tiempo, numerosas voces advierten de que Europa no será tomada en cuenta en el ajedrez geopolítico hasta que no esté respaldada por una fuerza militar creíble. El analista británico Nick Witney, hombre cercano a Javier Solana y George Soros, experto en relaciones internacionales y defensa del laboratorio de pensamiento paneuropeo European Council on Foreign Relations, habla de esta cuestión crucial para la campaña de las elecciones europeas de 2009.
¿Qué le parecen los llamamientos a que la UE refuerce su integración militar?
La eficacia de Europa como actor global está basada en buena medida en el uso de la capacidad de influir a través de la diplomacia y la economía. Pero, en áreas de inestabilidad y conflicto como los Balcanes, el Congo o Chad, a veces hay que estar dispuesto a respaldar la diplomacia con medios militares. El problema es que, aunque los Estados miembro han acordado seguir esta estrategia, en la práctica han hecho muy poco para que se materialice. A pesar de que juntos gastan en defensa la enorme cantidad de 200.000 millones de euros al año, gran parte de esta suma se desperdicia, pues en lugar de coordinarse, los esfuerzos están duplicándose.
¿Cree que la deseada política exterior y de seguridad común será una realidad en un futuro no muy lejano o se trata más bien de un escenario de política-ficción?
Hombre, no va a pasar de la noche a la mañana. Gradualmente, los europeos van aprendiendo que, si no se ponen de acuerdo en posiciones comunes y en su lugar actúan individualmente, se les ignora. Los rusos le han estado dando a Europa una lección sobre como las terceras partes pueden reducir a los 27 países de la UE a la insignificancia cuando éstos no se organizan en un frente común. En cambio, en otras áreas como el cambio climático, Europa ha aprendido lo influyente que puede ser cuando habla con una sola voz. Además, a medida que el poder se vaya redistribuyendo a través del planeta a causa de la globalización, los europeos van a descubrir que el resto del mundo trata cada vez más al continente como a una entidad única, sin importarles lo mucho que los europeos quieran insistir en sus propias diferencias internas. Como señaló en su día el general De Gaulle: “Quien una Europa no será ningún estadista europeo, sino que será unida por los chinos”.
El Reino Unido y otros miembros contemplan esta integración con recelo. Temen por el vínculo transatlántico y la supervivencia de la OTAN. ¿Cuál debería ser en su opinión el reparto de papeles de la OTAN y la UE en la defensa europea?
No hay conflicto entre la OTAN y la UE. Ambas pretenden que los europeos mejoren su eficacia defensiva. EEUU quiere que la UE sea un socio fuerte dispuesto a compartir una mayor parte de la costosa carga que supone asegurar la seguridad global. Siendo sinceros, a los americanos no les importa bajo qué bandera ocurra esto, lo único que les importa es que ocurra. El Reino Unido, mientras tanto, parece estar aún digiriendo este cambio de posición de los EEUU, ahora mismo está siendo más papista que el papa, pero estoy seguro de que pronto cambiará de actitud.
¿Las llamadas “estructuras de cooperación permanente” pueden ser una buena manera de conseguir avances en seguridad Europea?
El Tratado de Lisboa propone la creación de grupos pioneros en cuestiones de defensa. El sistema se basa en la idea de que se debería permitir a los estados más interesados profundizar su cooperación y que éstos no sean retenidos, como hasta ahora, por los que quieren avanzar más despacio. El destino de Lisboa es incierto, pero el enfoque podría y debería ser implementado bajo las estructuras que existen hoy, sin esperar a la ratificación. El no irlandés pone de manifiesto la necesidad de procedimientos de este tipo, más flexibles. Si siempre hay que estar esperando a que 27 comensales se sienten a la vez en la mesa, quizá la cena no empiece nunca.
El objetivo parece ser lograr una actuación en política exterior realmente unificada y coherente. ¿Será necesario que los Estados miembro cedan una parte considerable de sus prerrogativas de política exterior en favor de algún tipo de superestructura Europea?
Creo que la mayoría de la gente admite que, a día de hoy, todos los Estados miembro consideran la política exterior, y quizá más incluso la política de defensa, como cuestiones de soberanía nacional. Así que están dispuestos a cooperar, pero no a que Bruselas les dicte lo que tienen que hacer. Esta posición ha sido respetada en el Tratado de Lisboa.