Nick mulvey, un talento instintivo
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Con solo 26 años ya había sido nominado para un premio Mercury. Poco después, decidió dejar el grupo del que formaba parte y seguir su carrera en solitario. Ahora, Nick Mulvey ha sido propuesto por la BBC como una de las promesas de 2014. Con él nos encontramos en París y nos habló de su nuevo álbum, de cómo percibe la vida, del instinto que lo mantiene en continuo movimiento.
Aparece vistiendo una camiseta de algodón negra de manga corta y unos tejanos desgastados. Botines de ante marrones, un collar de cuentas al cuello, un gorro de lana y una media sonrisa. Es Nick Mulvey, una de las promesas musicales de 2014 según la BBC, pero visto así, de cerca, con su mirada sincera y la cercanía que despierta, cualquiera diría que estamos ante un tipo corriente. Ante un chico de su tiempo. Pero es que, en realidad, lo estamos. Él mismo se define como "alguien típico de su generación". El éxito que está teniendo, sin embargo, no es ni mucho menos algo común.
Nos vemos con él en París, donde se encuentra unos días en medio de una gira europea para promocionar el álbum que sacará a la venta el próximo mayo, First Mind, su segundo trabajo después de Fever to the Form, el primer EP que lanzó en solitario.
Cuestión de intuición
De alguna manera, el título de Fever to the form define su manera de trabajar y de ver el mundo, según él mismo reconoce. "Cuando compongo, empiezo por la música, por los sonidos, luego paso a frases... voy del caos al orden. De la fiebre a la forma y desde ese punto voy creciendo", explica Mulvey. "De la fiebre a la forma es mi manera de entender el caos de la vida en el sentido musical. Y esto, que al final acaba teniendo sentido, lo descubrí después de haberlo hecho". Al parecer, la intuición juega un papel fundamental en la vida de Mulvey. "Todo tiene que ver con el instinto, con la intuición. Mi inspiración se basa en el espacio, en el lugar donde normalmente permito que suceda. Intento desconectar del mundo que me rodea y dejar que la inspiración llegue. Obviamente, todo mi recorrido, mi educación y mi experiencia son muy relevante spero intento no calcular nada, no pensar en ello", comenta, temoroso de no hacerse entender. Aún así, a pesar de la barrera lingüística y de lo difusa que pueda llegar a ser la intuición en sí misma, Mulvey se explica con una exactitud británica. Ese lugar donde todo sucede se ubica en el este de Londres. Un pequeño estudio donde el joven de 29 años se deja llevar escuchando a otros artistas, otras músicas y donde compone sus acordes de guitarra. Pero todo, siempre, sin calcular el resultado. Nada de calcular, nada de controlar. Si el resultado final es tan bueno se debe, precisamente, a que él no lo ha buscado. "El resultado, simplemente, llega", enfatiza.
Aunque reconoce que se sintió "muy halagado" por la nominación de la BBC y por compartir lista con "otros músicos a quienes admira", Mulvey asegura que el reconocimiento "realmente no cambia nada". "Hubiera continuado igual con o sin eso, no importa cuánto éxito tengas o qué oportunidades se te presenten porque al final todo es una especie de ilusión. Tienes que seguir moviéndote, tienes que crear", destaca, gesticulando levemente con las manos.
Si algo ha hecho este joven en los últimos años ha sido moverse por el globo e impregnarse de todas las culturas que ha ido conociendo, aquí y allá. Con 19 años se mudó a Cuba para estudiar música, una experiencia que también define como "muy instintiva". "Me enamoré del país pero no lo veo como una utopía... me impresionó que la alta cultura fuera tan accesible para la gente común", cuenta. "Pero era un lugar extraño al mismo tiempo, era difícil conocer a gente de tu mismo nivel, conocí a dos chicos que estudiaban economía pero eso fue todo. Cuando dejé de intentar entender el sistema, empecé a entenderlo todavía más".
Y un poco de todo lo que aprendió en Cuba y en otros lugares como Zanzíbar, Brasil o Mongolia se puede apreciar en los temas de First Mind, aunque "no de forma obvia", según aclara Mulvey. El cantante se toma su tiempo para explicarnos su proceso creativo. "Tengo muchas influencias y de todas partes, desde los cantantes de folk tradicionales a la música ceremonial con mbira, lo que se escucha en Marruecos o lo que componen los clásicos modernos de Nueva York".
De todas esas fuentes bebió este ciudadano del mundo, enamorado de la música desde pequeño (su abuela es pianista y su madre, cantante de ópera) que, en su afán por descubrir nuevos sonidos, estudió Etnomusicología en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres.
La intimidad de la multitud
Con todo, y a pesar de haber viajado tanto, Mulvey confiesa que no tiene "una idea concreta sobre Europa". "No tengo un sentimiento de la identidad europea, no tengo necesariamente una opinion, pero sí muchas experiencias individuales en diferentes países", comenta. "En Italia, me impresionó mucho cómo venían las familias a un concierto que di en Nápoles. Venían todos juntos, desde abuelos hasta nietos, todos bien vestidos, todos querían estar ahí y participar en eso", añade.
Con eso, Mulvey se refiere a la conexión que se crea entre él y el público cuando está tocando. Al final, todo se reduce a sentirse bien. "El principio se basa en ir probando, solo sigo aquello que me gusta, mi objetivo es apelar al subconsciente, a la conciencia secundaria, y entonces, el mensaje, simplemente llega", señala. "Creo que la música es como una terapia para mí que también hace bien a la gente, me saca de la realidad y para mí es algo así como un respiro".
Todavía no tiene la treintena. Está recorriendo Europa, a punto de sacar un disco y tiene ya multitud de experiencias a sus espaldas. Entre ellas, una nominación al premio Mercury con su anterior banda, Portico Quartet. Y, a pesar de todo, Nick Mulvey es un chico sencillo, al que le gustan las cosas sencillas. Un tipo tranquilo que encara el futuro positivamente, que no sabe qué vendra después ni cuál será el siguiente paso, pero sí lo que le gustaría encontrar en el camino: eso. Eso que le hace sentirse tan bien.
"¿Que cómo veo el futuro? Después de la gira de verano no sé qué pasará. Pero soy optimista. Veo el futuro como una multitud enorme en silencio. Pienso en la sensación de tener a un gran número de personas a mi alrededor en silencio. Eso es lo que me emociona, la intimidad que me puede llegar a aportar una gran multitud", concluye, relajado, mientras se recuesta sobre el sofá con la mirada perdida.
Cucurucu. Nick Mulvey, 2014.