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Negacionismo turco

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En 1915 y 1916, de 1 a 1,5 millones de armenios fueron asesinados en el Imperio Otomano. El objetivo: exterminar la población armenia. Hoy, el gobierno turco afirma que «nunca existió tal genocidio».

Resulta extraña la relación que mantiene la Turquía moderna con el genocidio armenio. El antiarmenismo, existente ya bajo el Imperio Otomano, se fortaleció durante la Primera Guerra Mundial. Desde 1913, el imperio quedó bajo el mando de la dictadura del Comité de Unión y Progreso (CUP), de orientación anticristiana y nacionalista; dicho comité presentaba a los armenios como el enemigo interior que había que vencer, pues ayudaba al enemigo exterior a acabar con el Imperio Otomano. Pero lo que sucedió no puede concebirse como una simple victoria sobre el enemigo del Estado.

A partir del 24 de abril de 1915, los miembros de la elite armenia fueron arrestados, torturados y asesinados. Acto seguido se procedió a la deportación sistemática del resto de dicha población, llevada a cabo por militares y voluntarios. Deportación que conllevó la pérdida de todos sus bienes. La finalidad, pues, no era desplazar a la población, sino exterminarla. En muchos casos los hombres eran ejecutados en el acto y las mujeres y los niños enviados a campos de concentración en el desierto sirio. Las tres cuartas partes de los armenios que sobrevivieron a la deportación y a la masacre fueron cruelmente asesinados, librados a la inanición o víctimas de las epidemias. Balance: de 1 a 1,5 millones de armenios muertos sobre 2 millones existentes sobre suelo otomano. No existen cifras más precisas, pues todo documento fue destruido de inmediato y el acceso a los archivos suele estar vedado a la consulta de los historiadores.

¿Todo esto es mentira?

Nada de esto es cierto. Tal es la versión oficial del gobierno turco. Con el fin de apoyar a las grandes potencias europeas a trocear el imperio, los armenios masacraron supuestamente a la población, turca atacándola a traición, cuando siempre habían sido tratados en pie de igualdad. Para impedir esto, no hubo más remedio que arrestar a la elite armenia. Sólo los conspiradores fueron deportados. Nada de masacres; antes al contrario, todo lo que se hizo fue proteger a los deportados y alimentarlos convenientemente.

A la luz de los hechos, la siguiente declaración del Ministerio turco de Cultura, «esta acción constituyó el traslado poblacional mejor logrado del mundo» suena a tomadura de pelo. Este genocidio es con diferencia el mayor tabú en el país. En 1978, Turquía impidió a la ONU catalogar los acontecimientos 1915-1916 como genocidio. Hubo que esperar hasta 1987 para que un documento de la organización hiciera por primera vez referencia al genocidio sufrido por los armenios. Algunos países –como Alemania- evitan el término «genocidio» para no irritar a su aliado turco.

En 2002 y 2003, por orden del Ministro turco de Educación, Huseyn Çelik, se obligó a los alumnos turcos a escribir redacciones contra el «supuesto genocidio». Periodistas y defensores turcos de los Derechos Humanos, que denuncian abiertamente la negación del genocidio, son objeto de amenazas y presiones.

Genocidio y adhesión

Desde 1987, el Parlamento Europeo ha sugerido por tres veces al gobierno turco el reconocimiento del genocidio, considerando este reconocimiento como condición necesaria para la adhesión a la UE. El Consejo Europeo y la Comisión Europea nunca han intervenido en este sentido, como sucede también con el resto de Estados miembro, entre los que alguno tampoco considera los acontecimientos oficialmente como genocidio.

En 2003, un parlamentario europeo planteó la siguiente pregunta: teniendo en cuenta «la orden Çelik», ¿debe seguir siendo el reconocimiento del genocidio una condición necesaria para la adhesión de Turquía? Respuesta de la Comisión: este asunto no entra en los criterios de Copenhague. Las decisiones de los representantes europeos no van, pues, a preocupar demasiado a Turquía, ya que no forman parte de los criterios de adhesión. La UE no querrá probablemente asumir las deformaciones históricas de Turquía, pero es que, sobretodo, no podrá. A este respecto, Tessa Hofmann, experta en cuestiones armenias, añade: «Asuntos como los de la orden Çelik de 2002 y 2003 son un verdadero lapsus que incluso la UE no puede ignorar, tanto más cuanto que procede de un ministerio generosamente financiado por Europa».

La Unión debe preguntarse si un país incapaz de reflexionar de modo crítico sobre su Historia, y que se esfuerza en falsear y negar los hechos tiene derecho a entrar en su seno.

Translated from Die türkische Geschichtslüge