Musulmanes en Estrasburgo: ¿la integración definitiva?
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Elena Urbina SorianoEn la ciudad alsaciana se va a inaugurar la segunda mezquita más grande de Francia. En invierno, fue el turno del primer cementerio municipal francés destinado solo a musulmanes y otros importantes lugares de culto están en vía de construcción.
Todo ello ha sido posible gracias a la financiación pública, prevista por el Concordato de 1801: una ley todavía en vigor que convierten la región de Alsacia y el departamento de Mosela en un enclave religioso dentro del país de la laicidad.
La ley francesa de la separación entre el Estado y la Iglesia, que data de 1905, prohíbe cualquier reconocimiento oficial de los cultos religiosos y su financiación por parte del Estado. Sin embargo, no es válida en todos los sitios. Los habitantes de Alsacia-Mosela, que en aquel momento pertenecía al SegundoReichalemán, se opusieron a su aplicación tras volver a estar bajo el poder de París en 1918. Además, han mantenido el Concordato napoleónico de 1801, que reconoce cuatro cultos —católico, protestante, luterano y judío— y permite la financiación también de los últimos en llegar: los musulmanes.
El acento sobre la laicidad del presidente
El punto número 46 del programa de François Hollande prevé la inscripción de la laicidad y del Concordato en el mismo título de la Constitución francesa. En Estrasburgo, hay quien se opone firmemente: Claude Hollé, de la asociación Laicité d’Accord, está trabajando con otras asociaciones para convencer al presidente de la República de que no legitime finalmente este acuerdo . “Los alsacianos están unidos al Concordato por vía sentimental, no conocen sus detalles”, sostiene. Ofrece el mismo punto de vista Jean-Pierre Djukic, un investigador químico que en febrero publicó una carta de protesta en Le Monde junto con otros universitarios: Por qué somos alsacianos, laicos y contra el Concordato. Estas asociaciones protestan sobre todo por la remuneración estatal de 1.393 ministros de cuatro cultos reconocidos —quienes se repartieron un total de 54,5 millones de euros solo en 2011 (datos obtenidos de La laïcité: un combat pour la paix de Jean Glavany)— y la enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas públicas. “Para nosotros, la religión se ha instrumentalizado con fines políticos en lugar de dar una respuesta a los problemas sociales”, apuntala Hollé.
“Las instituciones locales saben bien que las religiones gestionan problemas que ellos no controlan todavía —me confía Jacques Fortier, editor de la publicación Dernières Nouvelles d’Alsace, con quien tomo un café en la céntrica plaza Broglie—. Hay una solidaridad entre las comunidades religiosas que ha sido posible gracias al ambiente concordatario: los jefes de culto hablan entre ellos y juntos han llevado a cabo el proyecto de la mezquita. Cambiar el Concordato significa cuestionar el modo de vida alsaciano”.
El análisis de Fortier no contrasta del todo con las opiniones de los estudiantes que me encuentro en los jardines del campus de la Universidad de Estrasburgo. Charlotte, Julie, Marina, Clèment y Michele, estudiantes de Matemáticas y Educación Física, han pasado por las clases de religión en la escuela pública, otra excepción de Alsacia-Mosela. Basta cualquier pregunta para descubrir opiniones diferentes: quién es más creyente, quién lo es menos, quién está a favor del Concordato (“No deben tocarlo”, dice Julie) y quién está a favor de su abolición (“Pero las clases de Religión no creaban diferencias entre nosotros y los compañeros musulmanes”, precisa Clèment). Si la laicidad no está aún entre las primeras preocupaciones de la mayoría de los jóvenes, para aquellos de fe musulmana las subvenciones del Estado son una ayuda importante para el crecimiento de la propia comunidad.
Integración definitiva
En Alsacia-Mosela, Estrasburgo es una excepción. Gobernada por los socialistas, la ciudad se enorgullece de su tolerancia y de haber financiado importantes lugares de culto musulmanes como incentivo para la integración. Es aquí donde Paolo Portoghesi, arquitecto de la mezquita de Roma, ha realizado su proyecto más ambicioso: un gran templo musulmán con una cúpula de 17 metros de diámetro que descarga su peso sobre ocho pilastras externas. Desde lo alto, la construcción recuerda una flor que se abre.
“La nuestra es una mezquita ciudadana, abierta a todos, que se integra en el patrimonio arquitectónico de la ciudad —explica su presidente, Said Aalla, durante la visita—. Desde el último ramadán, hemos acogido a cerca de 20.000 visitantes y, cuando esté terminada, podrá hospedar a 1.460 personas a la vez”. La comunidad musulmana de Estrasburgo, que se estima cuenta con 60.000 miembros, hasta hace poco tiempo había tenido a su disposición solo pequeñas salas de rezo. La mezquita ha sido financiada en un 26% por el Ayuntamiento y los consejos del departamento y de la región, mientras que el resto procede de la recogida de fondos entre musulmanes y de las contribuciones de Marruecos, Arabia Saudí y Kuwait. “Financiaciones sin contrapartida”, precisa Aalla.
Para saber más al respecto, puedes leer en cafebabel.com nuestro reportaje El Islam en Europa: la muy laica ‘normalización’ alsaciana.
Otra construcción que se ha beneficiado del soporte público autorizado por el Concordato ha sido el nuevo cementerio: en Francia, los lugares de sepultura son laicos, sin denominaciones o símbolos religiosos dominantes. En Estrasburgo, por el contrario, ha sido inaugurado hace poco el primer camposanto musulmán municipal, que cuenta con 1,25 hectáreas de extensión y prevé 1.000 sepulturas orientadas hacia la Meca. “En los cementerios cristianos hay una especie de minaretes para cada muerto. Para nosotros eso está prohibido; basta con una estrella de madera —me explica Mourad, un joven tunecino de 22 años—. Cada año, en verano, vuelvo a Túnez y allí es donde me gustaría que me enterrasen, para permanecer en familia”.
Tierra de fronteras
Me encuentro con Mourad en una fiesta en los suburbios, en el parque Schulmeister. El clima es distendido y los jóvenes musulmanes se prestan más fácilmente a responder a mis preguntas sobre su religión y también sobre... su muerte: “Preferiría ser sepultado en Argelia, cerca de mis antepasados —asegura Yassin, de 26 años—, pero será difícil porque se encuentran en el desierto. Para nosotros es importante estar cerca de nuestros difuntos”. Respecto a los más ancianos de su comunidad, cree que “no hemos sido educados de forma distinta, sino que somos más prácticos”.
En el mismo parque conozco a O.N., una veinteañera nacida en Estrasburgo de padres turcos, que prefiere permanecer en el anonimato: “Estrasburgo se compone de comunidades separadas. No es fácil pensar en el futuro cuando se vive en los suburbios. Los profesores en las escuelas privilegian a los franceses puros y piensan que no conseguiremos salir jamás del barrio”. O.N. demuestra ser la más locuaz. “Me gustaría ser sepultada en Turquía, pero ahora que veo crecer el cementerio y la mezquita pienso que la situación está evolucionando y quisiera que mis hijos permanecieran aquí”.
En esta tierra de fronteras, donde se han producido miles de muertes a causa de la religión, los emperadores, los reyes, los totalitarismos y las repúblicas, parece ser que la secularización ha hecho ya su trabajo. El Concordato, herencia de otra época, parecería un instrumento útil para acelerar ciertos procesos de integración —y el cementerio, desde este punto de vista, aparece como un lugar de integración definitiva—. Sin embargo, también supone una piedra en el zapato para quienes desean una sociedad completamente laica.
Este artículo forma parte de Multikulti on the Ground 2011-2012, una serie de reportajes sobre el multiculturalismo realizados por cafebabel.com en toda Europa. Nuestro agradecimiento al equipo de cafebabel.comen Estrasburgo y, en particular, a Margaux Pastor y Tania Gisselbrecht.
Fotos: (cc) modenadude/Flickr; texto, © Tania Gisselbrecht y © Jacopo Franchi.
Translated from Strasburgo, la comunità musulmana favorita dal Concordato