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Mujeres y política española: revolucionando los escaños y la calle

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Palermo

Este artículo indaga sobre el aumento de la participacipación política de las mujeres en el Estado Español, tanto en los órganos representativos tradicionales como en los movimientos sociales, planteando que dicho cambio está más relacionado con el contexto de movilización ciudadana y feminista que ha ganado fuerza desde 2011 y no tanto con la Ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres.

Antes de escribir este artículo, creía que la representación política de las mujeres en el Estado Español sería mucho más baja. En cambio, las estadísticas muestran unos altos porcentajes: muchos cerca del 40%, especialmente en cargos electos en todos los niveles territoriales, tanto mujeres miembros como presidentas. Pero también en los ejecutivos, con una alta presencia de mujeres, aunque menor en la cúpula, lo cual sigue la tónica europea, aunque se supera la media en todos los casos.

Para entender las causas de dicha situación, hemos analizado el impacto de la Ley Orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, la cual legisla al respecto. Los números hablan de casi un 40% de mujeres en el Parlamento, siendo aún más favorable en los Parlamentos Autonómicos, con una representación del 45% de diputadas y una mayoría de mujeres presidentas: 11 de 17, que constituyen el 65%. A nivel ejecutivo, hay una mayor representación en los Gobiernos Autonómicos, con un porcentaje del 44% de mujeres miembro y un 24% de presidentas de Gobierno (el doble de la media europea). En este sentido, la Ley de Igualdad incide al permitir a las Comunidades Autónomas que lo deseen, establecer medidas complementarias al respecto, en sus leyes electorales. Ésto se ha llevado a cabo en 4 Comunidades, aplicando las listas cremallera en sus candidaturas, que establecen que mujeres y hombres se sucedan de forma alternativa. Los valores más bajos los encontramos en los Ayuntamientos, con una presencia del 35% y un irrisorio 17% de alcaldesas. Aunque, hay que valorar que por primera vez se ha investido una alcaldesa en Barcelona y por segunda en Madrid y que la media europea es aún menor, en dos puntos. Por último, en la composición del Gobierno, contamos con un 33% de mujeres en el Gabinete, con 4 de las 12 carteras ministeriales ocupadas por mujeres, aunque hay que subrayar que la Ley de Igualdad no legisla sobre este ámbito. Así pues, nos acercamos a la presencia equilibrada de género que dicta la ley, en tanto ningún sexo tenga una representación menor al 40% ni mayor al 60%. Pero para lograrlo, establece medidas insuficientes ya que solo exige dicha composición en las candidaturas electorales por tramos de cinco puestos, sin especificar el orden de éstos. Dicho orden es decisivo, ya que la presencia en las cabezas de lista condiciona la posibilidad de ser electa, lo cual queda en manos de la voluntad de los partidos políticos en la confección de sus listas. Podemos comprobarlo fijándonos en que el número de diputadas electas antes y después de la entrada en vigor de la ley no mejoró: había 126 durante la legislatura 2004 - 2008 y 125 en la de 2008 - 2011. En contraste, sí que aumentó en las últimas elecciones (2016) siendo electas 138 diputadas (casi un 40%), debido a la alta presencia de mujeres cabezas de lista en las candidaturas, como consecuencia de la aplicación de listas cremalleras por parte de partidos políticos cercanos a la izquierda como el PSOE y IU, después de que grupos de mujeres dentro de los mismos partidos se movilizaran en favor de éstas.

En definitiva, aunque dicha ley ha legislado por primera vez sobre el tema y ha obligado a cumplir unos mínimos al respecto, no se puede afirmar que haya sida ésta la causa del aumento de la representación política de las mujeres. Sino que tales cambios están más relacionados con medidas a título individual, como consecuencia de una gran movilización social y feminista, que ha impactado en la forma de hacer política y su agenda. Ha sido especialmente en los últimos 5 años que hemos asistido a una creciente movilización feminista y proliferación de los grupos activistas. Según Paloma Caravantes González, socióloga e investigadora de la Universidad de Barcelona, se ha debido: "Al contexto de crisis económica, institucional, política y social, que ha afectado especialmente a las mujeres: tanto en el trabajo productivo, ya que se da un mayor impacto del paro y la precariedad en las mujeres, así como la persistencia de la discriminación salarial. Como en el trabajo reproductivo, ya que las mujeres siguen asumiendo más cargas domésticas y familiares, por la falta de un reparto igualitario de éstas y debido al desmantelamiento paulatino del Estado de Bienestar, con los recortes de políticas y derechos sociales, que han sobrecargado a las famílias (mujeres) en la asunción de los cuidados. Como respuesta, se ha dado una ola generalizada de protestas feministas contra las medidas emprendidas por los sucesivos gobiernos".

También incidieron las grandes movilizaciones ciudadanas por una democracia más participativa, iniciadas el 15 de mayo de 2011 (llamadas movimiento 15M), que consiguieron tener cierta incidencia en la forma de hacer política y en los mísmos partidos, contribuyendo a que éstos pongan más interés en la democracia interna, la cercanía con el electorado o la igualdad de género. En este contexto, se visibilizó y facilitó el acceso a los feminismos, ya que según la misma autora: "Se hizo un trabajo educativo y de generación de discurso feminista a través de encuentros temáticos". Por último, las redes sociales han tenido un claro impacto en el crecimiento de los movimientos sociales en general y los feministas en particular. Según Asunción Bernardez Rodal, directora del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid: "El cambio más espectacular que ha vivido el feminismo entre 2000 y 2015 es el de las formas de comunicación. El feminismo ya no es convencional y, desde que hubo gobierno paritario y existe la ley de igualdad, también ha aparecido una mayor conciencia pública de que los asuntos que trata el feminismo no son una invención de las feministas, sino que conciernen a todo el mundo".

En conclusión, podemos afirmar que actualmente en el Estado Español existe una fuerte participación de las mujeres en la política, tanto en los órganos tradicionales de representación como en la calle. Cierta revolución feminista que no es una consecuencia automática de la evolución histórica, sino que es el resultado de nuestra movilización, porque la Historia la construimos con nuestros actos. Ésto nos refuerza en la creencia de que podemos y debemos intervenir en las formas tradicionales de la política, que existen otras formas mucho más representativas y participativas, pero también que las movilizaciones ciudadanas, tanto en la calle como en el blog, pueden tener un impacto mayor que algunas leyes, incluso se pueden cambiar las leyes (se paró la reforma de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, se ha conseguido impulsar un modelo no patologizante de atención a la salud de las personas trans, en Cataluña, etc). Asistimos a una desmotivación política generalizada, nos hemos creído que no existen alternativas posibles, ni al capitalismo ni a las formas de dirigir los países, pero en cambio vemos que de alguna manera podemos decir la nuestra, que algunos partidos igual se lo piensan dos veces a la hora de hacer una declaración machista o impulsar cierta acción. Desde mi experiencia personal dentro de estas movilizaciones feministas, he visto el espectacular crecimiento. Me emociona ver como cada año, en las manifestaciones feministas asiste más gente, como nacen nuevos grupos en los barrios, ciudades y Comunidades Autónomas, con gente cada vez más joven. Ver como crecen los espacios de incidencia, ya que se multiplican las entidades que se dedican a las luchas de género, llevando esta labor a la vasta comunidad educativa y a todo esto se le llama política. Por eso, con más fuerza quiero decir que: ¡La revolución será feminista o no será!