Mujeres en la sombra
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sara vega gonzálezSi la cárcel es un tabú, la discriminación femenina es aún peor. Para la población femenina entre barrotes, la discriminación y las desigualdades son todavía más latentes.
«“La mayoría de las veces, las mujeres ingresan en prisión machacadas por los años o incluso por toda una vida de abusos físicos y sexuales cometidos por los hombres”. Esta cita es de Jane Evelyn Atwood, fotógrafa que ha recorrido cárceles durante nueve años e inmortalizado a sus detenidas en Europa y América.
Tras el tópico del “gángster” masculino se esconde una realidad preocupante. Según un informe en 2001, las mujeres representaban tan sólo una pequeña parte de la población reclusa [4% en Francia y en Italia, 4,5% en Grecia, 5% en el Reino Unido, 8% en España], estas cifras van en aumento. Sólo en territorio americano, el número de detenidas desde 1980 ha aumentado cerca de un 400%, el doble que el de hombres.
Los motivos de ingreso en prisión están relacionadas en la mayoría de los casos con delitos no violentos: 89% de las detenidas ingresan por delitos consecuentes de contenciosos familiares y/o económicos (robos, cheques sin provisión de fondos, utilización de tarjetas de crédito falsas, venta de estupefacientes, etc.).
A menudo en una situación precaria, con carencias afectivas e intelectuales, estas mujeres comenten cada vez más delitos llamados “de subsistencia”. Su evolución se caracteriza en principio por un aislamiento social progresivo: abandono del puesto de trabajo y luego de la familia. Según datos del Observatorio Internacional de Prisiones (OIP), un 20% de las detenidas son analfabetas y un 50% tienen un nivel de instrucción primario. Tres cuartas partes de las mujeres tienen al menos un hijo.
¿Qué lugar ocupan en las cárceles?
Las nuevas leyes en vigor en materia de lucha contra el tráfico y consumo de estupefacientes han hecho aumentar el número y rebajar la media de edad de la población reclusa femenina. En el Reino Unido, la tasa de ingreso en prisión de mujeres es dos veces superior a la de los hombres.
Sin embargo, existen muy pocas prisiones de mujeres. El código penal no contempla ningún tratamiento específico. En general, son encarceladas en bloques reservados dentro de las prisiones de hombres, lo cual implica la ausencia parcial o total de infraestructuras adaptadas. Además, la prolongación de las penas agrava el estado de estas mujeres, que en el exterior era ya bastante precario: falta de higiene, desnutrición, problemas de salud, aumento constante de las autoagresiones y de la tasa de suicidios.
¿Qué reinserción?
La normativa penitencial europea es muy clara en lo que respecta a la formación y el empleo: “Las mujeres deben tener acceso a distintos tipos de empleos y su elección no se verá limitada a los trabajos considerados tradicionalmente “femeninos”. Es decir, que no se deberá discriminar a los detenidos por razón de sexo. La realidad, en cambio, es muy distinta puesto que la cárcel calca la división sexual del trabajo en el exterior. De este modo, los empleos que se les proponen suelen consistir en trabajos de costura o de encartonado. Italia incluso aplica la diferencia de salarios entre hombres y mujeres por un mismo puesto.
Consecuencia principal: mantenidas en estereotipos femeninos y empleadas en tareas repetitivas, las detenidas no consiguen recuperar autoestima alguna. Además de la privación de libertad, de la pérdida de intimidad e identidad, raras son aquellas que tienen acceso a un verdadero programa de formación a través del programa de reinserción.
Translated from Femmes de l’ombre