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Mostar, la guerra y las grandes obras: Una historia de puentes

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Mostar y yo tenemos una larga historia. Aquella de un encuentro perdido. Es enero de 1998, tres años después de la entrada en vigor de los Acuerdos de Dayton, yo me encuentro de viaje de estudios en Bosnia. En el camino de Sarajevo a Mostar, un autobús se incendia, la SFOR de la OTAN viene al rescate y Mostar se queda simplemente siendo un nombre en mi memoria. Pero volvamos a septiembre de 2011.

Cafebabel.com organiza la reunión anual de la red en Dubrovnik. Cuando me doy cuenta de que la ciudad está a solo 150km de Mostar, me decido enseguida. Me río del destino y vuelvo a intentar el viaje. Una historia de puentes: el que no vi en 1998 y el que he descubierto en 2011.

Lo que las infraestructuras de transporte revelan de las relaciones entre vecinos

Me levanto al alba. Tengo previsto llegar a Mostar en autobús y me espera un trayecto de unas tres horas. Una vez pagadas las 88 kunas (12 €), me informo de los horarios para volver. Consternación: sólo hay un autobús de vuelta… a las 12:00, ¡cuando el mío tiene previsto llegar a las 11:00! Y eso que mi guía había dicho que había varias salidas al día en los dos sentidos. ¿Alguien me puede explicar el sentido que tiene poner una línea de autobús que sólo permite estar una hora en el lugar de destino? Se ve que no quieren que la gente viaje a Bosnia. Afortunadamente, consigo que me devuelvan el dinero del billete sin ningún problema. Dejando aparte la impresión tenaz de que el destino se empeña en que no vaya a Mostar, no puedo dejar de preguntarme: ¿el autobús no les sale rentable? ¿De verdad no hay turistas que quieran ir a Bosnia?

La carretera que lleva a Bosnia recorre la magnífica costa croata. La península de Pelješac está rodeada de aguas de color azul turquesa, olivos y viñedos. Además de esos tesoros de la naturaleza, el trayecto presenta una curiosidad notable: cruzaremos tres veces la frontera. Croacia-Bosnia-Croacia otra vez-Bosnia otra vez en menos de media hora. El responsable de este juego de “saltar fronteras” es el enclave de Neum.

Esta anomalía geográfica es fruto de un acuerdo territorial firmado con Bosnia tras la “guerra de independencia” croata. La franja costal es hoy en día el único acceso al mar de Bosnia, pero divide el territorio croata en dos. Las obras de construcción de un puente que uniera el norte y el sur del país comenzaron en 2005 con el pretexto de esquivar el enclave y así evitar a los automovilistas las formalidades inútiles en las aduanas. ¿Un proyecto de coste desorbitado del cual se habría podido prescindir? El acuerdo de aduanas de Neum de 1998 preveía que los dos países vecinos negociarían las facilidades de tránsito para los viajeros con procedencia y salida de Croacia en el territorio bosnio. Cooperación aduanera o “balcanización”, hay que elegir.

La utilidad de un nuevo puente

El Neretva

Observando a mis compañeros de viaje, no me puedo dejar de preguntar: ¿por qué hemos decidido ir a perdernos a Mostar? ¡Pues evidentemente por su puente! Porque el destino del Stari Most (puente viejo) es inseparable de la historia política de la región. En 1998, ya intenté venir por el puente. O más bien por la ausencia de puente. Tenía que estudiar las divisiones que había engendrado la guerra civil. Emblema de esas divisiones son las ruinas del “puente viejo”, víctima de “urbicidio”. El 9 de noviembre de 1993, el puente se derrumbó a causa de los tiros de artillería de las milicias bosnio-croatas y la ciudad fue dividida respecto a la adhesión étnico-religiosa de las comunidades que la formaban (croatas católicas al oeste, bosnio-musulmanas al este). En 2011, el puente ha sido reconstruido tal y como era antes. Gracias a la financiación de una comunidad internacional que ha decidido quitarse los remordimientos de conciencia tras sentirse impotente frente a la violenta separación de Yugoslavia.

Sobre todo a lo que pasóGesto que parece haber sido en vano cuando aprendemos que en Mostar subsiste une doble administración (servicios municipales, correos, sistema educativo) y clubes de fútbol en los que la etnia es importante. Cuando recorremos el bulevar, antigua línea de demarcación entre las dos comunidades que se enfrentaron en la guerra civil, la guerra está aún grabada en cada fachada. Lo mismo sucede cuando nos escapamos del aseado, casi demasiado elegante centro histórico. El contraste es sorprendente. Fachadas barrocas rodeadas de árboles frente a edificios de hormigón acribillados de impactos de balas. Y otros símbolos infalibles de la rivalidad entre las comunidades: una cruz gigante en una colina a la entrada de la ciudad para señalar el territorio croata, un “Tito, te queremos” escrito en la zona oriental/musulmana, un campanario de hormigón de una altura desmesurada (de los franciscanos) construido para dominar los minaretes de las mezquitas que también han sido reconstruidos. En tal entorno, ¿de verdad es posible que los habitantes consigan pasar página? ¿La cantidad de dinero invertida en la reconstrucción de un puente y edificios religiosos no les parece indecente cuando ellos ni siquiera pueden satisfacer sus necesidades diarias?

Sin embargo, el mensaje que nos recalca la guía local viene a ser positivo. Le población de hoy en día convive, nos dice. ¿Pero entonces porque nos han hablado de “barrios croatas”, “antigua ciudad otomana/musulmana”? ¿Hablaría la gente así antes de la guerra? Adiós patrimonio cultural común, hola a la afirmación de la identidad. Mi guía incluso admite que Bosnia ya no tiene gobierno, ya que el ejecutivo tricéfalo está paralizado. Esto parece confirmar la idea de que la simbología del “nuevo puente viejo” es solamente un mensaje vacío.

En Dubrovnik, tuve la impresión de que el pasado había sido reprimido (las heridas del asedio de 1991 son invisibles); en Mostar, de que aún ocupaba demasiado sitio. En unos años, puede ser que vuelva a Mostar. ¿Se hablará entonces de otra cosa aparte del viejo puente que atraviesa las verdes aguas del Neretva?

Fotos : Portada, (cc) davduf/flickrPanorama Mostar (cc) babomike/flickr ; Don't forget et Neretva © Tania Gisselbrecht

Translated from Mostar, la guerre et les grands travaux : c’est le pont-pont !