Monedas locales: ¿una solución a la crisis?
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Dani VallèsDe Londres a Atenas, pasando por Tolouse, una especie de euforia monetaria parece sacudir Europa: todos quieren acuñar su propia moneda. ¿Se trata de un desafío a los eurócratas? Sin duda. ¿Una respuesta a la crisis? Quizás. A continuación, la primera parte de este fenómeno que no conoce fronteras.
¿Acabará Grecia saliendo del euro? Sea cual sea la respuesta, la población de Volos, a medio camino entre Atenas y Tesalónica, está preparada (o casi). Hace unos meses, un sistema de intercambio local (SIL) vio la luz en esta ciudad portuaria de 140.000 habitantes. El proyecto cuenta con un millar de afiliados que utilizan el tiempo en lugar del dinero como medio de intercambio: dar una hora de clase de guitarra a un miembro del SIL, por ejemplo, da derecho a una hora de otro favor prestado por otro afiliado. En lugar de horas de servicio, uno puede también acumular cupones (una especie de divisa conocida como TEM) que se pueden utilizar para comprar bienes o prestaciones en comercios y empresas que formen parte de la red. Pese a que se trata de un sistema simple y de fácil manejo, no acaba de solucionar el problema de encontrarse con los bolsillos vacíos y sin posibilidad de comprar lo que uno quiere.
El tiempo es oro
Grecia cuenta con una quincena de SIL activos o en proceso de ponerse en marcha desde que la crisis empezó y los planes de austeridad no dejan de sucederse. Sin embargo, no fue en Grecia, cuna de la civilización europea, donde se originaron estos sistemas. Parece ser que el primer SIL vio la luz en Canadá en 1930, aunque fue la década de los noventa la que marcó la edad de oro de dichos sistemas. En Italia, el procedimiento se instauró de la manera más simple: la Banca del Tempo (el Banco del Tiempo, en castellano). Una ley aprobada en el año 2000 ofrece un marco legal al sistema y anima a pueblos y ciudades a abrir este tipo de establecimientos. La región italiana de Emilia-Romaña es donde la iniciativa ha tenido más adeptos y, aunque en el resto del país el éxito es desigual, la actual crisis puede llevar a estos bancos de nuevo al primer plano. Al menos esto es lo que parece ocurrir en España, donde desde hace algún tiempo los SIL se reciben con entusiasmo. El blog vivirsinempleo ha elaborado un mapa donde se observa que en la actualidad ya existen más de 300 SIL, cifra que además va en aumento.
Aunque trueques, intercambios y ayuda recíproca parecen adaptarse bien a las estructuras sociales de los países mediterráneos, los SIL tienen sobre todo adeptos más allá de los Alpes. En Francia, se cuentan unos 500 SIL (Systèmes d’Echange Locaux en francés), algunos muy activos con centenares de miembros y otros en estado latente. Desde principios de 2011, se han abierto en París y Chambéry dos accorderies, variaciones de SIL creadas en Quebec en 2002 y que se concibieron específicamente para ayudar a las clases populares. Finalmente, también en Austria los bancos del tiempo (Tauschkreis) se benefician del reconocimiento institucional en la región de Vorarlberg. Según Rolf Schilling, responsable del proyecto, 2.000 personas intercambian en el seno del banco unas 30.000 horas al año. Destaca también que los Talente, nombre que reciben los cupones austriacos, se aceptan en 130 empresas y comercios de la región así como administraciones locales, lo que permite pagar hasta un 75% de los impuestos locales en esa moneda.
El norte de Europa acuña su propia moneda
En los países norteuropeos, estas monedas alternativas han ido más allá de los sistemas de trueque y ayuda mutua. La cuestión es, en efecto, más compleja: en el seno de una determinada comunidad, se pueden cambiar euros por una moneda llamada “divisa complementaria” (en forma de billetes o crédito en una tarjeta electrónica) que se puede utilizar para hacer compras. El objetivo principal es retener la riqueza en el territorio. No hay que olvidar que, por ejemplo, cuando compramos en una cadena de supermercados, nuestro dinero sale de la comunidad para acabar beneficiando, al cierre del ejercicio, a los accionistas de la empresa.
De hecho, lo que está en el punto de mira no es el euro, sino el funcionamiento de la economía en general. Algunas de estas monedas se basan en una verdadera deontología: solo aquellas empresas y comercios que se adhieran a unas normas (particularmente la comercialización de productos ecológicos o que provengan del comercio justo) pueden formar parte de la red. Este es el caso de las monedas complementarias creadas en el Reino Unido, y también por toda Europa, dentro del movimiento de las transition towns. En Brixton, barrio popular de la periferia de Londres, Simon Woolf, director ejecutivo del ente que administra la libra de Brixton (B£), explica que aunque no tienen cifras exactas “nuestras estimaciones son que al menos 3.000 de los 56.000 habitantes del municipio han utilizado como mínimo una vez la libra de Brixton en alguno de los 200 comercios participantes”.
Su circulación es de 70.000 B£ y tiene un sistema de pago por SMS en funcionamiento con cerca de 400 abonados. Es en restaurantes y cafeterías donde hay una probabilidad más alta de poder utilizar estos billetes, lo que le ha valido ser tildada de “moneda de pijoprogres”. El récord en Europa lo tiene Alemania, con una circulación de 900.000 euros en moneda local. La moneda estrella en el país germán es el Chiemgauer, una moneda que utilizan unos 3.000 usuarios en 600 empresas del sur de Baviera. Cifras verdaderamente importantes, aunque cuesta imaginar a los dirigentes del Banco Central Europeo inquietarse por el impacto de las monedas alternativas. Tampoco ningún gobierno europeo parece tomarse estas iniciativas en serio. Por el momento.
Foto: portada, (cc) TrinitroX/Flickr; texto, Brixton Pound © cortesía de la página oficial de Brixton Pound; vídeos: The Money Fix (cc) bluemeniscus/YouTube, Banca del Tempo (cc) bdtvalmadrera/YouTube.
Translated from Monnaies alternatives locales : pile ou face ?