Moda, carrozas y fútbol: tres píldoras de masculinidad
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¿Qué le ha pasado al pobre macho alfa, que pasó de cazar mamuts a revolver las boutiques más chic para adecentar su armario? Presentamos una indagación febril a través de la Semana de la Moda masculina, el Orgullo Gay y la final de la Eurocopa: tres formas de enfocar la masculinidad. Todo el mismo día, todo en París.
Digamos que la masculinidad viene de la caverna, donde una cabeza visible organizaba la economía y la guerra para garantizar la seguridad de la tribu a cambio de gloria y obediencia. Digamos que ese rol fue idealizado con rasgos de salud, fuerza y confianza, y preservado durante milenios por tradiciones que la democracia y los avances sociales han logrado suavizar, cuestionar y fragmentar hasta desvelar un panorama tan variado como la raza humana. ¿Qué es y cómo se expresa hoy esa masculinidad?
Tonos apagados, marrones, grises
La proyección de un jarrón con flores muertas estalla en la pared: el sonido de la explosión se transforma en música techno al tiempo que los modelos salen por un lado del escenario. Son todos iguales, ambiguos y delgados como adolescentes alemanes hechos de mármol. “Los modistos utilizan modelos de rasgos poco marcados; si fuesen muy masculinos o musculados, eclipsarían la ropa”, me dice una invitada. Frente a ellos, una banda de fotógrafos dispara sus flashes como si los quisiesen fusilar.
“¿Masculinidad?”, se pregunta Matt Piker. “La identificaría con seguridad, estoicismo, poder, cualidades que no van siempre ligadas al género ni la orientación sexual: fíjate en los drag queens, ¿acaso no tienen seguridad en sí mismos?”. Matt es el fundador de la empresa de diseño Majeur Won y está dispuesto a cazar en la jungla de la moda, un terreno crudo que vive de rediseñar conceptos como... masculinidad, representada, según el bloguero parisino Damien Lorenzi, por colores apagados, marrones y grises, así como formas sobrias. Sin embargo, varios diseños vistos en París apuntan en otra dirección: “Si te fijas”, dice Damien, “este año hubo colecciones de temática gay, o de temática SM, como por ejemplo los diseños de Walter Van Beirendonck”. ¿SM? “Sadomasoquismo: cuero, las cuerdas del bondage...”.
Algunas voces de la industria afirman que la moda femenina evoluciona mucho más rápido que la de hombre, donde muchos diseños simplemente no llegan a la calle y se quedan deambulando por las alturas. Así opina Samuel Schler, periodista de L.A. Fashion Magazine: “La moda es un mundo gay. Los modistos visten a sus modelos como gays, porque la mayoría son gays y sus amigos y su ambiente es gay. Y así no se va a evolucionar. Si te das cuenta, al final lo que visten los hombres apenas cambia”. Para Samuel, la ropa no sirve solo para cubrirse con cierto gusto, sino para definirse: es una expresión activa que moldea la personalidad y que la industria, quizá por tradición, trabaja mucho más en el lado femenino.
Masculinidad en pelotas
Esa misma tarde, el Orgullo Gay alza la sexualidad, la estira, la desnuda y la disfraza en plena calle. Si los desfiles de moda juegan con formas y colores, el Orgullo se quita los ropajes para quedar en bruto; así lo explica una manifestante norteamericana: “El Orgullo es una fiesta de la sexualidad, su reivindicación a puertas abiertas, seas hetero, gay o transexual”. Eso parecen comunicar las carrozas, donde el maquillaje y las poses son tan excesivas que se denuncian a sí mismos, como diciendo: “¿Qué? Llevo cuero y tetas al aire, ¿acaso importa?”.
Si te sientas a ver pasar el desfile, basta una hora para observar todos los tipos posibles de masculinidad (incluida la muy conservadora, pues alguien ha pegado carteles que tachan el matrimonio homosexual de antinatural): “La comunidad gay tiene subcomunidades”, explica Octavio Maciel, encargado de Prevención de una asociación LGBT de París. “Están los dos extremos: desde quienes reivindican una hipermasculinidad (los llamados osos) hasta los más femeninos, también en el caso de ellas. A veces estos grupos se discriminan entre sí. El Orgullo intenta desde hace años representar esa heterogeneidad”.
Vuelta a los instintos
El fútbol son cien mil años de cacerías. Marcar un gol es atravesar un ciervo; elevar un trofeo, compartir carne despiezada a la luz del fuego. En un bar español, viendo a la Roja enfrentarse a Italia, ruge la masa, que grita y aprieta los puños para animar a quienes persiguen el balón como a un jabalí en el bosque. Tras la barra está Jori, un tipo fibroso y con voz rota de barman que sirve cañas a toda leche y pone a Manolo Escobar cada vez que marca España. A Jori le gusta el fútbol: es del Madrid a muerte. Jori es gay. Le hago la pregunta. “Yo soy muy masculino y gay, ¿qué pasa? La diferencia es que te acuestas con un hombre, no con una mujer, y ya está”.
¿Merece la pena seguir resbalando en clichés? Si alguien quiere una moraleja (las moralejas son pomposas y cursis, o sea poco masculinas), diría que la masculinidad es como el deporte: salir a jugar sin importar el género, ni los trapos ni la orientación sexual, y hacerlo con limpieza: dar la mano si ganas, felicitar si pierdes, y tirar para delante.
Fotos: portada y texto, © Argemino Barro. Vídeo: euronewses/YouTube.