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Misión de paz en Kósovo: ¿por qué elegir el ejército?

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Sociedad

Tomi, finlandés, 24 años, bromista y obviamente rubio, habla de sus seis meses en Kósovo como voluntario en la misión de mantenimiento de paz de la OTAN-ONU. Junto a otros 105 jóvenes compatriotas, entre los cuales, cuatro son chicas, salió para la región de los Balcanes todavía bajo la administración de la ONU

Desde que numerosos países europeos empezaron a eximir del servicio militar obligatorio a los jóvenes, las fuerzas militares de la Unión Europea se han ido profesionalizando. En Europa, el reclutamiento permanece obligatorio en los países escandinavos, en Estonia, Dinamarca, Alemania, Austria, Suiza, Grecia, Chipre, Turquía, así como en Moldavia, Bielorrusia y Rusia. Suecia, Serbia, Albania y Ucrania prevén abolirlo en breve.

“Una vez terminado el servicio militar surge la cuestión: ‘¿y ahora?’ Poder poner en práctica aquello que has aprendido e ir al extranjero es para muchos el modo más inmediato de responder a esta pregunta. Aún más fácil cuando eres joven”, cuenta Tomi, “no tienes una familia o un trabajo que dejar, y es también más fácil adaptarse y reintegrarse una vez de vuelta a casa”.

¿Cuál es la motivación? “Cuando decidí ir a Kósovo no estaba seguro sobre qué estudiar, qué hacer en la vida: quería hacer algo que fuese útil. Pero hay quien también lo hace por dinero: el sueldo es bastante alto”.

En la guerra como Rambo: adolescentes armados

En Inglaterra, aunque el número de reclutas no hace otra cosa que aumentar, (cerca de 20 mil al año), el número de abandonos es extremadamente elevado. A los reclutadores que visitan las escuelas -a menudo en los barrios pobres- se les acusa de dar a los jóvenes una imagen distorsionada y glamorosa de la guerra. Reino Unido es el único país europeo que alista desde los 16 años, mientras que en Alemania, en 2006, según el informe de Child Soldiers Global de 2008, 906 menores hacían el servicio. En Irlanda, Hungría, Francia y Estonia continúa la posibilidad de enrolarse a los 17.

“Sé que en algunos países, para movilizar a los jóvenes, tienden a presentar la vida militar al estilo Rambo, pero en realidad es muy aburrida”, asegura Tomi. “No querría nunca encontrarme trabajando con gente de 17 años que creen formar parte de un vídeojuego”. Además, la compañía finlandesa en Kósovo es la más joven: la media de edad está entre los 22 y los 23 años, como yo, por eso nos llamábamos ‘niños soldado’. Los italianos, los franceses y los españoles estaban en una media mayor, los irlandeses en torno a los 25 años, mientras que los suecos eran más o menos de nuestra edad”.

Pero, ¿es realmente guerra?

La pregunta sale espontáneamente: ¿se debe combatir? Las campañas de reclutamiento apelan con frecuencia a la posibilidad de hacer carrera y al valor humanitario, contando que el ejército no significa necesariamente guerra: “en Kósovo, en la primavera de 2005, la situación era difícil. Sin embargo, cuando llegué en noviembre parecía tranquila. Nuestro trabajo consistía principalmente en controlar, patrullar y establecer un punto de vigilancia. También registramos casas, pero las operaciones más arriesgadas se encomendaban a equipos especializados”.

“Me lo esperaba, porque en Finlandia el debate está muy abierto y casi todos saben lo que ocurre allí. Por otro lado, tuve dos semanas de preparación antes de partir, durante las cuales nos impartieron cuatro horas de clase sobre la situación en Kósovo. El mejor modo de obtener información era, en cualquier caso, hablar con aquellos que ya habían estado, con una cerveza por delante con un poco de suerte. La vida en una base no ofrece las comodidades de un hotel de cinco estrellas; estar lejos de casa durante un buen tiempo es una experiencia para la cual uno no se puede preparar, aunque uno se acostumbra rápido”, continúa, “es como una gran familia. Pero eso sí, con reglas precisas y una organización muy rigurosa: una vez al mes teníamos una semana de ‘repuesta rápida’, durante la cual, en caso de necesidad, el equipo de turno debía estar preparado en tres minutos. Los turnos se organizaban para darnos al menos ocho horas de sueño al día, aunque llegué a dormir tres horas en dos días”.

Sin embargo, no solo era trabajo. El clima se vuelve casi estudiantil cuando habla sobre sus compañeros de tiempo libre, en el cual “era muy común ir a visitar el campo americano, gigantesco, donde había incluso un Burger King”.

Tomi no esconde su idea sobre la experiencia de los países europeos en el mantenimiento de paz: “nosotros intentamos hablar con la gente para parecer menos amenazantes. Los americanos, por el contrario, siempre estaban armados y es comprensible que pudiesen intimidar a los habitantes, que de todas formas, nos trataban con extrema amabilidad. Ver personas apreciar nuestra presencia me dio la impresión de hacer algo por la población local”.

Translated from Peacekeepin in Kosovo: perché la scelta dell’esercito?