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Merkozy hace aguas

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SociedadPolítica

Los conflictos de intereses envenenan la aparente luna de miel entre los líderes de Alemania y Francia, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, quienes han desatascado la constitución europea.

Antes de la elección de Nicolas Sarkozy a la cabeza del estado francés, la canciller Angela Merkel expresaba a Le Monde su predilección por el candidato conservador, porque decía conocerlo bien y porque, además, pertenecía a su misma familia política. Pero ya se sabe que la familia, más de una vez, es fuente de problemas. Hoy pocos analistas siguen siendo capaces de apreciar aquel célebre “motor franco-alemán” de la Unión Europea. Merkozy es más que nunca política ficción.

Sintonía en diplomacia: pura teoría

“Para Merkel las cargas se alivian a nivel internacional”, sostenía en su web la Deutsche Welle, la televisión pública alemana, con Sarkozy recién encumbrado como presidente de Francia, el pasado mes de mayo. El medio germano consideraba que el político francés, partidario de acercar posiciones con Washington y de marcar distancias frente a las aspiraciones europeas de Turquía, se unía a las mismas causas diplomáticas que Berlín.

Más tarde, ha podido verse que, ni siquiera en este aspecto, Sarkozy y Merkel coincidían de lleno. La canciller alemana, líder de un gobierno de coalición de democristianos y socialdemócratas, se ha acercado a Estados Unidos, pero no con la pasión con la que lo ha hecho Sarkozy. Asimismo, Alemania, tal vez presionada por la responsabilidad que le supuso ostentar la presidencia europea, tiene una posición frente a Turquía más suave que la francesa.

El dinero es lo primero

El choque más visible entre Nicolas Sarkozy y Angela Merkel ha sido cuestión de dinero. La decisión francesa de aplazar varios años el ajuste de su déficit público a los límites establecidos por Bruselas, ha molestado al gobierno alemán. Su ministro de Economía, el socialdemócrata Peer Steinsbrück, dijo este julio a Sarkozy en una reunión europea que los grandes países “tienen que dar ejemplo”, según ha informado el diario español El País, entre otros medios europeos.

Al parecer, el líder francés no digirió bien tanta franqueza y le espetó a Steinsbrück un personalísimo “así no se habla a un presidente”, informándole de que su observación podía traer consecuencias.

Aún en el terreno económico, Francia y Alemania han chocado en otros dos aspectos. En primer lugar, Sarkozy instó al Banco Central Europeo a no aumentar los tipos de interés -decisión que podía lastrar la titubeante economía francesa- y Berlín considera intervencionista y desaconsejable este gesto. El segundo terreno de fricción es EADS. El presidente y la canciller han tenido sus más y sus menos en la negociación del reparto de poder en la macroempresa constructora de los aviones europeos Airbus, que se debate, debilitada, entre intereses comerciales y políticos.

Dos estilos opuestos

Merkel decide, pero sin buscar, en apariencia, el protagonismo. Sarkozy también pesa, y bastante, en los foros internacionales, pero nadie es capaz de ignorar su paso por los mismos, bien por su carisma o por su amor por las cámaras. Un episodio más de esta dualidad se ha pudo ver el pasado septiembre en un encuentro entre los dos líderes en el palacio de Meseberg, Alemania.

Como en otras ocasiones, Sarkozy no dudó en acercarse cálidamente a Merkel y besarla sin miramientos, algo no demasiado normal en un ambiente formal alemán. No es que la canciller rehuya a su colega pero, por esa diferencia cultural o tal vez por la política, no se la ve tan cómoda como al líder francés en tan curiosa situación. Tal vez prefiera aún los galantes besos chiraquianos del pasado. En cualquier caso, los encuentros Merkel-Sarkozy son la delicia de psicólogos y demás intérpretes de la expresión humana.

Resquicios imborrables de la Historia

Si a veces Sarkozy puede ser un político renovador y necesario, en el siguiente caso su error fue seguro. “Francia no inventó el Holocausto”, lanzó en Niza el pasado mes de marzo, de nuevo según la Deutsche Welle. Como es comprensible, la frase no fue interpretada como un gesto amistoso desde el otro lado de la frontera. Ni siquiera desde el propio. Elisabeth Guigou, ex ministra socialista francesa, llegó a acusar a Sarkozy de “negación de la reconciliación franco-alemana forjada por los jefes de Estado de ambas naciones a lo largo de medio siglo”.

Desde Alemania tampoco se han eliminado del todo algunos viejos resquemores. Así, muchos medios han recuperado una ocurrencia del ex canciller Konrad Adenauer, según el cual, “para hablar con Francia, primero hay que saludar al menos tres veces la bandera gala”.

Foto Merkel con pinta de estar hasta el moño de Sarkozy: Débats-Sarkozy.fr/flickr