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Mediterráneo: donde se necesita un 'Miraculi'

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Ana Mazza

Cinco actores nos invitan a conocer a decenas de personajes, todos vinculados a la vida de la pequeña isla mediterránea de Lampedusa. Hablamos de Miraculi y de la compañía Théâtre Senza, comprometida con el día a día de la Puerta de Europa.

Está oscuro y a nuestros oídos llegan los ruidos del mar, los gritos y los lamentos. Por un momento creo que puedo comprender lo que se siente al estar amontonado en una barcaza, mientras se es consciente de haber gastado todos los ahorros en un viaje que nunca acabará o que acabará, por supuesto, mal, muy mal. Para nosotros se enciende de nuevo la luz en el escenario de un pequeño teatro de Montmartre, en el corazón del  barrio 18 de París. Estamos en plena representación de la obra Miraculi. Junto al técnico del sonido, en la otra parte de la sala, se encuentra la cineasta Valentina Zagaria.

En el escenario se mueven cinco actores: los componentes de la compañía Théâtre Senza. Ninguno de ellos es italiano pero en una hora de espectáculo les vemos interpretar a los oficiales de la guardia costera italiana, a los inmigrantes, a los habitantes de Lampedusa y, por último, a aquellos turistas que ven en la pequeña isla sólo un maravilloso lugar de vacaciones. Ahí está, a 113 kilómetros de las costas libias, aquella que fue rebautizada como la Puerta de Europa.

En esos veinte kilómetros cuadrados de suelo, donde apenas viven 6.000 personas, se encuentra uno de los 13 Centros de Identificación y Expulsión del Estado italiano, o CIE, como se les conoce. Allí se "acomoda" a quién ha tenido la suerte de sobrevivir a la travesía. Los demás -los cadáveres de los muertos- se transforman en un problema para los isleños. O mejor dicho, en un problema de algunos mientras otros se preguntan cómo dar una digna sepultura a esos cuerpos sin vida. Precisamente a partir de esta tema nació, hace algunos años, la reflexión de la cineasta Valentina Zagaria. Una vida dividida entre la antropología, el derecho internacional y el teatro que, para esta italiana, representa un instrumento original para abordar el tema de la migración.

Historias que se mezclan en la cotidianidad

A unos cientos de  metros de la redacción parisina de Cafébabel, detrás de una puerta azul, está la escuela internacional de teatro Jacques Lecoq. Un lugar en donde lo primero que se aprende es a hablar con el cuerpo, con los movimientos, según la tradición del teatro físico. Por esoMiraculi logra también dirigirse al corazón de quien no comprende perfectamente la lengua del espectáculo, en este caso el francés.

En el escenario se baila el Hully gully, el espectador se adentra en la intimidad de las casas de los isleños y se escucha la voz del que, llegado "desde otra parte", no soporta más la pasta y desearía, por un momento, poder saborear de nuevo la comida de su país. Miraculi es una verdadera Torre de Babel par las voces, rostros e historias que se entrecruzan en los momentos críticos, aquellos en los que no solamente se es un isleño o un inmigrante sino simplemente un ser humano que se encuentra en la frontera.

Es precisamente esa frontera la que Valentina y su compañía teatral han visto con sus ojos y tocado con sus manos para estudiar la realidad que querían llevar a escena. En septiembre de 2013 se fueron hasta la isla para entrar en contacto durante un mes con los pocos miles de habitantes que viven en ella las 24 horas del día, 365 días al año. Hicieron experimentos, hablaron con los miembros del colectivo Askavusa -que se ocupa de la integración y el multiculturalismo- y se apropiaron de las carreteras de la isla para ensayar, jugar e improvisar con los niños, aquello que más satisfacción les ha dado, explica sonriente Valentina.

La inmersión en esa pequeña, pero al mismo tiempo gran realidad, ha dado vida a Miraculi. Gracias a esos 30 días, el relato se ha enriquecido con la parte más verdadera de la tradición de Lampedusa, es decir, con las palabras de su dialecto y la tradicional Fiesta de la Santa, patrona de la isla, de la que tanto se oye hablar durante la representación. A diferencia de muchos otros, que llegan a la isla y luego huyen, Valentina decidió mostrar a la población de la isla un esbozo del espectáculo. "¿A fin de cuentas, cómo podíamos representar un espectáculo que no hubiera sido comprendido en Lampedusa? Con ese objetivo fuimos a la calle y mostramos lo que habíamos producido con la promesa de volver, un año después -durante el Festival de Lampedusa de 2014-, con la obra acabada".

Y allá, en la Puerta de Europa, la variegada población de la isla tuvo la posibilidad de ver Miraculi: una obra que, en primer lugar habla, de ellos. "Queríamos saber su opinión y hasta qué punto se reconocían en nuestro trabajo antes de llevar el espectáculo a otros países" explica Valentina. Al fin y al cabo, llevar a escena Miraculi a los distintos teatros de Europa significa asumir la responsabilidad de contar la vida de Lampedusa.

Ahora que el telón se ha bajado, al menos en aquel pequeño teatro de Montmartre, Valentina piensa en el futuro. Después de París, la compañía se dirige a Suiza para participar en el Festival de Lampedusa en Suiza. "Mi sueño  sería llevar Miraculi a Túnez", confiesa Valentina. Un país que forma parte de su presente y de su futuro, no sólo por su tesis doctoral sino también para su trabajo como cineasta y autora. Precisamente Túnez podría ser el próximo destino para un nuevo domicilio, otro proyecto y quizás un espectáculo más.

Translated from Mediterraneo, dove c'è bisogno di un 'Miraculi'