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Manifestaciones en Jerusalén - Núria Serra

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Nomur

Era mi último día en Jerusalén, después de la claustrofobia sufrida durante una semana entera en Cisjordania, después de tantos días sin poder caminar libremente por las calles, tantos días de pararme por orden del ejército, tantos días viendo vallas y muros de todos los colores, y check-points y y y… me sentía eufórica por poder salir a pasear con mi amiga Marta por las calles de la ciudad, como

un pájaro liberado de su jaula.

Compraremos algún regalo para la familia, dijimos, y probaremos los dulces por última vez, y caminaremos por las callejuelas de la ciudad, para despedirnos de ellas. Y así empezó nuestro paseo hasta que unas vallas nos sorprendieron al inicio de una de las calles que salen de Puerta de Damasco, en pleno barrio árabe. Delante nuestro, custodiando el paso, 8 o 9 soldados del ejército israelí controlando la entrada y la salida de la gente. Recién instalados no tuvieron ningún problema en dejarnos pasar a Marta y a mí hacia el otro lado de la calle. Pero nos soprendió lo que encontramos allí, todas las tiendas cerradas a las 7 de la tarde, ¡esto es imposible en Jerusalén! Así que adivinamos que algo estaba pasando… Desde lejos nos pareció ver pancartas, y uno de los comerciantes que estaba cerrando la tienda nos dijo que eran los israelíes (habitantes o no de Jerusalén) que una vez al menos vienen a manifestarse por el barrio árabe de Jerusalén, y ¿qué piden? ¡Que todo Jerusalén sea suya! Vienen en familia o con amigos, y recorren el barrio árabe ondeando banderas gigantes, con megáfonos por donde suena música patriótica, y todos se abrazan y bailan gritando ¡ISRAEL! Podríais imaginar que se trata de una manifestación espontánea de algunos fanáticos, pero no nos engañemos, se trata de una manifestación muy popular que durante 3 cuartos de hora aproximadamente inundan las calles del barrio árabe con el apoyo del ejército. ¿Y por qué necesitan el apoyo del ejército? Nos damos cuenta enseguida cuando volvemos atrás sobre nuestros pasos, para evitar chocar de cara con los manifestantes: detrás de la valla que hace un momento cruzamos hay una cola gigante de palestinos (sobre todo mujeres y niños que habían ido a comprar alo mercado de verduras que hay enfrente de Puerta de Damasco) a los que se impide el paso. Nosotras podemos volver al otro lado de la valla, al lado de los palestinos, y le preguntamos a un soldado “¿Por qué no se puede pasar?” y nos contesta que nosotras sí que podemos pasar, las turistas, los que no pueden pasar son los palestinos, “¿Por qué?“ Pregunto. “Porque viven aquí”, me dice señalando las casas que quedan detrás de la valla, sin sospechar lo absurdo de su respuesta. Levanto la cabeza, y sobre el techo del comercio que linda con las vallas veo a un militar israelí que nos está apuntando con su arma, no sea que a alguien se le ocurra protestar… la tensión va en aumento, las mujeres insisten y gritan contra los militares que por qué no pueden volver a su casa, y entonces llegan, aquí los tenemos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos gritan y saltan, y ISRAEL ISRAEL ISRAEL, delante de las casas de la gente que hace cola a mi lado. De golpe un grito, todos los palestinos corren en dirección opuesto a la valla y a la manifestación, ha pasado algo y no sé lo que es, pero me asusto, miro hacia arriba para ver si el militar ha disparado, pero sigue inmóvil, no sé qué sucede, y también corro. Una vez lejos de todo Marta me muestra su pie, con un pequeño corte de donde salen gotitas de sangre, una botella de cristal que uno de los manifestantes ha lanzado contra el grupo de palestinos que esperaban detrás de la valla la ha alcanzado.

Nos marchamos llenas de rabia, y cuando llegamos al hostal (ya se nos han olvidado los dulces y los regalos…) le contamos a todo el mundo lo que ha pasado. Volvemos al lugar dónde ha sucedido todo y nada, ya no queda nadie, las vallas están retiradas, los militares se ríen en grupos, y fuman, se ha terminado el trabajo, los palestinos ya han podido regresar a sus casas. Sólo una chispa de odio en la noche de esta injusticia, Jerusalén se duerme, una noche más, nadie descansa.

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